Antonio
Maceo Grajales ha sido el más grande defensor que ha tenido la raza negra en
Cuba y, a la vez, uno de los más tesoneros propulsores de la unidad racial –sin
menoscabo alguno- de todos los cubanos...
º Y a las decenas que sufrieron el
injusto y torturante presidio º Aquel
execrable hecho en palabras de Céspedes, Martí y en Maceo
No era de
extrañar aquella salvajada. No era la primera vez, ni sería la última del
integrismo español, durante los más de diez años de guerra, de las dos primeras
campañas cubanas por la independencia y
la abolición de la esclavitud.
El 27 de
noviembre es una fecha luctuosa para los cubanos. En una fecha como esta, pero
de 1871, ocurrió el fusilamiento de los ocho estudiantes de Medicina, por parte
del régimen colonial español; pero también, en un día como este, en 1893,
falleció –agotada físicamente por años de inmensas penurias- Mariana
Grajales Cuello, conocida igualmente en Kingston, Jamaica, como Mariana Maceo…
La tercera
y última jornada del XXV Encuentro Nacional de Historiadores Locales concluyó
anoche –aquí, en Santiago de Cuba-, tras una sesión dedicada a temas
relacionados con el 55 aniversario del alzamiento del 30 de noviembre de 1956,
en esta ciudad, y los 55 años, también, del desembarco de los expedicionarios
del yate Granma por playa La
Colorada, cerca de Niquero.
Con
sospechosa persistencia, un mensaje sobre Mariana Grajales Cuello –Mariana
Maceo, para los países de habla inglesa- se está haciendo presente últimamente
en no pocas “pc” cubanas y de otros lares, supongo…
Del 23 al 25 del presente mes, se celebrará en Santiago de Cuba, el tradición Encuentro nacional de Historiadores Locales, en su edición 2011, a cuyas sesiones asistirán profesionales y otros estudiosos de temas de regionales, algunos de ellos considerados como de los mejors del país.
Parir y educar
un hijo virtuoso debiera ser el más grande mérito que la sociedad reconozca a
madre alguna; alumbrar, alcanzar la sobrevivencia y cultivar a once vástagos en el
ejercicio de las mejores cualidades humanas, no sólo es multiplicar la
estimación social, es, en verdad, lograr algo tan extraordinario, que la
sociedad debe justipreciar tanto o más que a las divas de la intelectualidad, a
las más encopetadas de la ciencia y de la política, porque aporte mayor -ni
igual siquiera- jamás ha sido dado, al menos en nuestra Isla.
¿Quién fue esta
mujer, esta madre excepcional de Cuba?
Gómez es un
caso único en nuestra historia, en el cual tanto apologistas como censuradores
llevan mucho de razón, cuando nos hacen el cuadro de ese portentoso
dominicocubano…
No escapa
al estudioso de la vida de Máximo Gómez –categoría que debiéramos tener todos
los cubanos- que siendo como fue, humano de grandes ambiciones, profundas
pasiones e inmerso en el vórtice de complejos conflictos personales y sociales,
fuera, pues, hombre de grandes contradicciones y, por ende, extraordinariamente
polémico.
La figura de
Máximo Gómez a veces nos parece apresada entre la extraordinaria dimensión de
su heroísmo y la gran repulsión de su carácter...
Y es lo grave
del asunto que pocos son los que, al intentar retratarlo, dejan al lector -al receptor,
en término más general- oportunidad alguna para el juicio equilibrado, pues o
nos dan al hombre exclusivamente héroe, o nos dan solamente al hombre huraño,
agrio y abusivo, como si hubieran existido dos Máximo Gómez Báez, como si
virtudes y defectos no fueran partes suyas, como todo de un ser humano...
Verdad
compartida por muchos -opositores y amigos-, resulta que...
Son varias
las epístolas del general Antonio Maceo que adquirieron –por la forma
expositiva y la importancia de su contenido- la categoría de manifiesto. Podrían
señalarse las dirigidas al Presidente de la República de Cuba en
Armas, el 16 de mayo de 1876; al general español Camilo Polavieja, con su
respectivo comentario a ese propio escrito, en 1881; a Ramón Leocadio Bonachea,
en octubre de 1883; a José Dolores Poyo (director del periódico Yara), el 14 de junio de 1884;
las dos que dirigió a José Martí y a otros miembros destacados de la emigración
cubana de Nueva York, en enero de 1888; la que envió a Salvador Cisneros Betancourt, el 8 de
septiembre de 1895, y a los delegados orientales a la Asamblea de Jimaguayú, el
30 de septiembre de 1895, entre otras posibles.
Sin
embargo, no cede en importancia a ninguna de las anteriores –antes bien: figura
entre las tres más significativas- la que dirigiera,