Demetrio Rafael Castillo Duany
Hijo del
hacendado (dueño de fincas e industrias) casateniente y prestamista, Demetrio
Castillo Villamedio, y de María Guadalupe Duany Repilado, una joven
descendiente de la rica familia formada por Rafael Duany Castillo y Ursula
Repilado.
Abolengo
opulento, pues; pero igual, también, liberal, y hasta separatista, por la línea
materna, cuyos hermanos todos (Ambrosio, Andrés, Calixto, Diego, Pablo José,
Octaviano y Juan Duany Repilado) fueron miembros de la primera hornada de
revolucionarios independentistas de la ciudad; varios de ellos condenados a
muerte en rebeldía, otros deportados o huidos al exterior...
De cuna
holgada, Demetrio Rafael nació en la capital oriental el 17 de noviembre de 1856,
y tras cumplir su enseñanza elemental y parte de la secundaria, fue enviado a
completar sus estudios en el Liceo de Burdeo (Francia).
Vivió allá, no sólo su
mundo estudiantil, sino la singularísima experiencia de la Comuna de París (marzo de
1870) -en la que hay elementos para considerar que participó-, así como también
del sucesivo colofón de la guerra franco-prusiana, por lo que –se da por
hecho-, tras la derrota revolucionaria, desde Francia, él y Joaquín pasaron a
los Estados Unidos de Norteamérica; país en el que habrían de realizar otros
estudios…
Regresó a su tierra
natal, entre 1878 y 1879, como perito en cuestiones agrícolas y comerciales, aval
con el cual se dedicó a los negocios familiares; pero que no le eximió de
afrontar las exigencias políticas de su patria.
Se da por cierto –algo
del todo probable- que estuvo complotado en el movimiento separatista de 1879,
razón por la que se vio forzado a salir de la Isla con su inseparable hermano Joaquín, y que ambos
estuvieron radicados otra vez en Estados Unidos, hasta 1885, en que Joaquín se
graduó de médico-cirujano, y él incursionó en el mundo de la minería.
Nuevamente
en Santiago de Cuba, Demetrio y Joaquín se emplearon, precisamente, en las
minas de hierro del este de la jurisdicción santiaguera, propiedad de una
compañía estadounidense; el primero como intendente; el segundo, como médico;
pero ya ambos involucrados en el intento separatista conocido como Plan
Gómez-Maceo (1884-1886); senda que siguieron cuando el general Antonio Maceo
lideró en 1890, dentro de la propia Cuba, su fracasado movimiento
insurreccional. Precisamente, fueron Demetrio y Joaquín quienes ofrecieron el célebre
banquete a dicho héroe independentista en el hotel Venus, de dicha ciudad;
famoso no tanto por ser pieza clave en la conspiración, como por la impactante
respuesta de Maceo al joven escritor José Joaquín Hernández, cuando en un
brindis este señaló la posibilidad de que Cuba fuese una estrella más de la
constelación norteamericana, a lo que el general reparó: “Aunque improbable,
joven, esa sería la única ocasión en que mi espada se pondría al servicio de
España.”
Justo en aquella
reunión de homenaje y complot revolucionario, los Castillo Duany ofrecieron
apoyo total a Maceo, y se comprometieron a que, durante el levantamiento,
construirían barricadas en puntos clave de la ciudad, al estilo de la Comuna de París que ellos
vivieron.
Malograda aquella
gesta, por la expulsión urgente de Maceo por parte del general Camilo
Polavieja, Demetrio y Joaquín siguieron siendo representantes personales del
general cubano en la región santiaguera y, por ende, no pudieron ser remisos a
la clarinada del 24 de febrero de 1895.
No salieron aquel día
al monte rebelde, porque recibieron la misión de permanecer en su puesto,
dentro de la compañía minera, para garantizar suministros varios a las fuerzas
rebeldes, hasta mayo de ese mismo año, en que se integraron al Ejército
Libertador, bajo las órdenes de los generales Antonio y José Maceo, con quienes
hicieron historia, juntos hasta el 22 de octubre de ese propio año 95, cuando
Joaquín tomó el camino de la invasión a occidente, y él, Demetrio rafael, quedó
bajo el mando del también glorioso general José, con quien libró de decenas de
acciones y misiones militares, y
ascendió desde puestos inferiores hasta el generalato mambí, con ganada
reputación de ser uno de los jefes jóvenes más valientes, audaces e
inteligentes de la insurrección, o, como lo presagió el general Antonio Maceo:
“Demetrio Castillo Duany es uno de los jefes del porvenir”.
Muertos en combate los
dos hermanos Maceo, pasó a formar parte del cuadro de mandos del nuevo jefe del
Departamento Oriental y Lugarteniente del Ejército Libertador, general Calixto
García Íñiguez, con quien –igual que con aquellos dos paladines- llenó con muchas
glorias las exigencias de dicho jefe, en decenas de acciones, lo mismo bajo el
mando directo de este, que comandando Demetrio sus propias fuerzas.
Fue el autor del plan
de desembarco de las fuerzas de los Estados Unidos por
Daiquiri-Juraguá-Siboney, en julio de 1898, y tuvo, con su brigada, una
participación destacada, tanto en la limpieza previa de esa zona destinada para
invasión marítima de las tropas estadounidenses, como en los dos grandes combates
de la guerra hispano-cubana-americana: San Juan y El Viso.
Fue jefe del
Regimiento Rosado (luego Baracoa), jefe de la 1. Brigada 1. de la 1.
División y de la 1. Brigada de la 2.
División del 1. Cuerpo. Teniente coronel, el 12 de agosto de 1895; coronel, el
13 de agosto de 1896; brigadier, el 14
de julio de 1897; general de división, el 18 de agosto de 1898
La espontánea asamblea
de pobladores y combatientes mambises lo eligieron gobernador de Oriente, en
1898; y fue, luego, designado gobernador civil de Oriente, por los
interventores.
Fundó, junto con su
hermano Joaquín, el Partido Republicano de Oriente, en 1901, por el cual se
presentó a elección popular para gobernador, en 1901, pero fue derrotado por su
paisano Francisco Sánchez Hechavarría. Se opuso a la reelección de Tomás
Estrada Palma, como presidente, por lo que fue detenido en 1906.
En 1909, fue designado
jefe nacional de penitenciarías, y, en 1921, secretario de Guerra y Marina, en
el gobierno de Alfredo Zayas, cargos todos de los que se retiró con pruebas
absolutas de honradez.
Era –a pesar de su
excesiva modestia- gran perito de la agricultura y de economía. Murió el 27 de
noviembre de 1922, cuando reciente había cumplido los 66 años de edad.
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