general Antonio Maceo Grajales
De los hombres grandes de nuestra historia, de aquellos de
quienes creemos conocer más, a veces, el estudio detallado de sus vidas nos
sorprende con algunas novedades; unas más trascendentales que las otras; pero
todas importantes, porque -a decir lo
menos- siempre enriquecen aspectos puntuales de sus biografías.
Un ejemplo claro, al respecto,
son las desconocidas seis
heridas sufridas en combate por el general Antonio Maceo, en julio de 1876, y
referidas en artículo insertado en este propio blog; revelación que no solo da
relevancia tremenda a las operaciones de Cayo Rey-Sabana de San Juan-San
Felipe- Hato del Medio (casi ni tenidas en cuenta, hasta ahora, por la
historiografía de la Guerra de los Diez Años ni por los biógrafos de excepcional
jefe mambí), sino que, en una guerra y un ejército, en los que el mérito y aval mayores eran las
victorias y las heridas de guerra, saldos como ese, por un lado, acrecentaron
la percepción contemporánea -y también posterior- de la grandeza de este héroe cubano, que ya
contaba con 17 heridas de balas; por otra parte, ayudan a explicar el tiempo
silente (sin actividad bélica, prácticamente) de sus fuerzas ( de fines de
julio de 1876 a fines de noviembre de ese propio año) y dan fundamento,
asimismo, lo mismo a su Invasión a Baracoa, precedida por una sagaz,
subrepticia y heroica marcha por la escarpada
selva virgen, que se extendía por Sagua
de Tánamo-Moa-Baracoa, que a sus afanes de revancha contra el general español Francisco de Borbón, uno de los dos
jefes enemigos que adversó en el mencionado Cayo Rey.
OTRA HERIDA DESCONOCIDA DEL GENERAL ANTONIO
No fueron esas seis, las únicas heridas ignoradas, de las
muchas que sufrió el General Antonio Maceo Grajales durante sus campañas por la
independencia de Cuba, entre 1868 y 1896. Incluso, entre las que el enemigo le
infligió hasta mayo de 1876, y que el propio Maceo, por esa fecha, resumió en su célebre carta al entonces
presidente de la República de Cuba en Armas, en la que le dice sobre él mismo: ”[…]
pues ni está inutilizado a pesar de las once heridas que en cuerpo lleva noblemente, ni está
cansado […]”; incluso, entre esas –repito-, hay una que muy poco conocen: la contusión (herida
leve) sufrida por Maceo en el famoso combate de Las Guásimas de Machado, en
marzo de 1874, según el parte de guerra rendido por el mayor general Máximo
Gómez Báez, en relación con las bajas con las bajas que tuvo él en ese
enfrentamiento, y otra absolutamente desconocida…, la que a continuación
expongo:
Fue la continuación de
la pretendida Invasión a Occidente, iniciada por Gómez desde los campos del
Camagüey, que ya dominaba, y extendida en ese julio del 74 hacia Las Villas,
donde buena parte de los jefes rebeldes no ocultaban su inconformidad, en
general, con los jefes y oficiales orientales que Gómez llevaba, y, especialmente,
con el mulato Maceo como jefe de la división villareña
“Yendo por el camino
de San Isabel, en Las Villas, una bala, que no se supo de dónde salió, le hirió una nalga.”
La relación es testimonio de uno de los constituyeron
su intrépida escolta, desde antes y
durante aquella fecha, y por todo el
resto de la guerra, que, luego, acompañó
a Maceo en el proyecto de invasión de este a Cuba, en julio de 1880; teniente
coronel del Ejército Libertador, cuyo nombre no quiero revelar, hasta tanto no
concluya un trabajo en que he de exponer una investigación más amplia…
El hecho, enteramente cierto, no puede soslayarse en la
biografía del héroe, aunque funde algunas especulaciones, lejanas aún de toda
prueba: ¿Fue una de las muchas tentativas de asesinatos que el mando español
ensayó contra Maceo, desde los primeros años de la guerra?, ¿fue obra de
algunos malvados del campo insurrecto –donde quiera cocían habas-, llevados por
ominosos prejuicios raciales o regionalistas?, ¿o tan solo –nadie puede descartar
las casualidades- una bala perdida?
Hoy por hoy, a casi
140 años de aquel suceso, nadie puede decir nada de él con exactitud, como no
sea la precisión de en qué parte del territorio nacional, y en qué lugar de su
cuerpo sufrió el héroe antillano, el gran procesar americano, Antonio Maceo Grajales,
esa herida ignorada por todos sus biógrafos, hasta ahora; esa, de la treintena de cicatrices que condecoraban su fornida
entidad, al momento de su caída, incluidas las dos sufrida el fatídico 7 de
diciembre de 1896, hace hoy, exactamente, 117 años.
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