
El
asesinato de Quintín Banderas
Premeditaron
su muerte, pero no solo eso, sino que lo querían bien muerto, por lo que se
dieron al goce de tasajearlo, como si los autores del crimen temiesen su
inmediata resurrección, o como si las mentes y manos asesinas actuaran por
mandato de los más bajos instintos del odio.
Macheteado,
y escarnecida su figura –al trasladar su cadáver sobre un carretón inmundo-;
luego, escondieron su sepultura, temerosos de tributos e inquietudes sociales.
¿Por qué
–uno llega a preguntarse- tanta villanía, especialmente de gente que fueron
cercanos compañeros de armas, durante la última revolución separatista, en la
que, precisamente, combatieron en las lomas y llanos de la antigua provincia
villareña?
Razones no
existen; justificaciones, tampoco. Tal vez lo único que se pueda intentar es
hallar una explicación al modo en que aquellos patriotas devenidos políticos,
hicieron la carrera de asesinos, materiales e intelectuales, con título de oro…