Siempre hay
riesgos de que al enjuiciar a un personaje extraordinario, las valoraciones que
se den sobre él –por muy precisas que sean, por muy apegadas que estén a hechos
concretos, a testimonios objetivos- puedan dejar sabor a ensalzamiento
exagerado…
La
exactitud y la justicia, también, pueden aparentar apología recargada. Es el
“campo minado” por el que debe transitar quien quiera escribir –por ejemplo- de
los grandes protagonistas de nuestra historia, como es el caso del general
Antonio Maceo Grajales, de quien puede decirse -con el mayor apego posible a la
verdad- que fue el cubano de mayores y más disímiles grandezas en la historia
patria.
Maceo
–pongamos por caso inicial- fue el adalid criollo que más duro y complejo
camino tuvo que vencer para transitar desde el estatus de un oficial subalterno
al de un general audaz, talentoso culto y ponderado en la guerra, y, a la vez,
desde la posición de un común menestral al de un estadista de amplia
estimativa, sin duda.
Fue,
asimismo, el luchador independentista cubano con los récords más impresionantes
en los 30 años de campañas contra el yugo colonial español. A saber: no sólo
fue uno de los jefes mambises que en más acciones bélicas tomó parte activa en
las guerras contra dicho dominio tiránico –fueron cientos-, sino, además, el
que participó en más combates trascendentales en dichas contiendas, como
fueron: la defensa de Bayamo (enero de 1869), Cauto Abajo y Majaguabo Arriba
(1870), Loma de la Galleta ,
cafetales La Indiana
y Dos Amigos (1871), Rejondón de Báguano (1872), El Zarzal, Santa María de
Ocujal y asalto a Manzanillo (1873), Melones, Potrero de Naranjo-Mojacasabe y
Las Guásimas de Machado (1874), Loma La Redonda (1875), San Felipe, Hato del Medio, Cayo
Rey, Sabanilla y Baracoa (1876-1877), Juan Mulato y San Ulpiano (1878), Jobito,
Peralejo, Sao del Indio, Mal Tiempo y Calimete (1895); así como también: Rubí,
Lomas de Tapia, Ceja del Negro y Cacarajícara (1896), entre otros muchos
relevantes en su palmarés.
Fue el
único jefe libertador que peleó en todas las antiguas y las actuales provincias
de Cuba; el único, igual, que participó en las 5 invasiones territoriales más
importantes de las contiendas separatistas cubanas; es decir: 1. Invasión a
Guantánamo, con el general Donato del Mármol (1869), 2. Invasión a Guantánamo,
con el general Gómez (1871), 1. Invasión a Occidente, con el propio Gómez, en
1874, Invasión a Baracoa, dirigida por él mismo (1876-1877), y la portentosa
hazaña de la gran marcha a Occidente, conjuntamente con Gómez (1895), en la
cual, sin embargo, fue el único que hizo la ruta de 324 leguas (unos 1 720 km ), desde Oriente
hasta Mantua, Pinar del Río, en solo 3 meses, evadiendo o enfrentando, en casi
30 oportunidades, a miles soldados de élites.
Solo él
combatió frente a los españoles fuera de la Isla (julio de 1880); justo en una de las 12 veces
en que los jefes colonialistas intentaron asesinarle; o sea: 1870 y 1874, en la
manigua; 1879, en la capital haitiana; 1880 (4 veces: en su buque
expedicionario; en las Islas Turkas, y en Santo Domingo y Puerto Plata); en
1881, en Jamaica; en Centroamérica, después, el complot de un resentido cubano
y cónsules españoles; camino de Nicoya a Puerto Plata, en Costa Rica (1892 o
1893), en que hirieron su caballo; a la salida del teatro Novedades, de San
José (1894), con Maceo herido en la espalda, y plan español para envenenarlo, solo
días después.
Cuenta que
podría incluir la orden de asesinato que, en forma de comentario, diera el
presidente del Consejo de Ministros español, Antonio Cánovas del Castillo, en
1896, cuando dijo: “Bastan dos balas para acabar la guerra en Cuba”. Una, se
sabe, era para el general Gómez; la otra, por supuesto, para el general Maceo.”
Doce intentos
de asesinato, y casi igual cantidad de
pujas para comprarlo, para sobornarlo, desde las 50 onzas de oro que le
ofreció el general Valmaseda, en 1870, pasando por los ofrecimientos monetarios
de los general Martínez Campos y Camilo Polavieja, y de varios cónsules
españoles en el Caribe, complementados con los esfuerzos de inteligencia para
vigilarlo constantemente, y, también, diplomáticos, para que los gobiernos de
los países donde residió Maceo lo entregaran,
expulsaran o, al menos, lo mantuvieran alejado de las costas. He aquí la
razón:
“[…] había permanecido desde la terminación de
la segunda campaña, unas veces en los Estados Unidos, otras en Jamaica o Santo
Domingo, vigilado siempre por agentes españoles, por ser notorio que estaba en
constante correspondencia con los bandoleros [¿?] y con los antiguos
insurrectos, animándoles siempre con la esperanza de una inmediata revolución.”
En efecto,
Maceo fue el líder separatista cubano que en más planes revolucionarios estuvo
involucrado, durante la llamada “tregua fecunda” (1880-1895), con su plan de
alzamiento de 1879, de invasión propia, en julio de 1880; el proyecto organizativo
de 1883, que desembocó en el Plan Gómez-Maceo (1884-1886); la Sociedad Cooperativa
Cubana, en Panamá (1887) con Gómez, y muchos cubanos radicados allí; el
movimiento nacional de 1890, dirigido por él dentro de la Isla , y, con toda seguridad
–por los muchos comisionados que vinieron en su nombre, y los delegados
permanentes que tenía en la isla-, en las conspiraciones orientales de 1893 y
1894, y, por supuesto, en la última encabezada por José Martí, Gómez y él
mismo, de fines de 1894 a
febrero de 1895.
Fue figura
cimera en dos de los hechos más trascendentales de los 30 años de lucha para
abolir la esclavitud y lograr la independencia de Cuba: la Protesta de Baraguá y la
ya señalada Invasión a Occidente. Fue, asimismo, el mambí que más heridas
sufrió, en sus 28 años al servicio de la causa cubana: para unos, 24; para
otros, 27; según mi cuenta, 31, y que El Heraldo de Madrid elevó
aún más, al decir que el Mariscal Oudinot tuvo 32 heridas en su cuerpo y
Napoleón, por ello, lo hizo mariscal, pero que en el de Maceo había más
cicatrices que en el del héroe francés.
Maceo fue
–ahí están las numerosas anécdotas, testimonios, correspondencias y otros
hechos, que así lo confirman- un verdadero apóstol no sólo de la independencia
de Cuba, sino también de la libertad plena, de la igualdad (no del
igualitarismo, vale aclarar), de los derechos y de la fraternidad humanos; de
la integración racial y de la democracia, y -tal como se ha demostrado - fue la
personalidad cubana más universal de su tiempo, evidenciado con la repercusión
apoteósica mundial por su muerte.
Quienes
fueron sus adversarios, y pudieran justificar hasta un sentimiento de odio
hacia él; sin embargo de todo, lo alabaron.
El general Arsenio Martínez Campos, por ejemplo, vio en Maceo
a hombre de “mucho valor y mucho prestigio y que bajo su ruda corteza esconde
un talento natural […]”; otro general español, en “Los hombres y los días”, de
Camín, dice de Maceo:
“Todos los
generales cubanos eran buenos […] los generales como Máximo Gómez se dan
siempre, […] donde quiera que haya ejército, pero Maceo era único, porque
mientras los demás peleaban, u ordenaban pelear, Maceo metía el pecho de su
caballo entre las filas españolas, obligándonos a pelear.
El general
Rafael Primo de Rivera, a su vez, dijo en una ocasión: “Yo, general del
ejército español, hijo de generales, sobrino de generales, tengo a mucha
honradez haber sido herido en combate frente a Antonio Maceo, el más grande de
los generales españoles nacido en Cuba.”
El difunto biógrafo de Maceo, José Luciano Franco, contó
que, en 1929, en Barcelona (España), preguntó a un general español si era
cubano y si había peleado en la Isla. Su
respuesta fue la siguiente: _Sí…, cubano dice, sí; yo peleé en mi tierra, en
Cuba, pero en Pinar del Río, frente a Antonio Maceo, que ése sí era un
general_.
Valeriano Weyler, quien gobernó la Isla entre 1896 y 1897, y a
quien Maceo estigmatizó por su crueldad, primero calificó a Maceo, en vida de
este, como el más peligroso de todos los jefes insurrectos cubanos; incluso más
que Máximo Gómez, al cual tenía por viejo y achacoso. Luego, a la muerte de
Maceo, sentenció: “Es la mayor desgracia
de la Revolución ”.
Incluso más: el general mambí rafael Montalvo cuenta que, estando en
Madrid, le presentaron a Weyler, y este, tras presentación formal, le preguntó
por cómo en Cuba se había honrado la figura de Maceo. Montalvo respondió que
con la estatua ecuestre en el malecón habanero, y el mausoleo de El Cacachual,
cerca de donde cayó combatiendo.
Weyler ripostó: _Eso está muy bien; pero creo que es poco. Maceo
debe tener una estatua en cada una de las capitales de provincia de Cuba, y en
comunidades de población importante, porque él ha sido el más grande general
que ha dado Cuba en su lucha por la independencia_.
Resumen bien todo lo dicho, el criterio José Martí de que
Maceo era un hombre de muchas grandezas, y, más aún, lo que una vez dijera la
gran poetisa cubana Dulce María Loynaz (Premio Cervantes), patriota fervorosa y
“furibunda martiana”: “Cada día me convenzo más que el hombre de excepción de
Cuba es [Antonio] Maceo…”
Senor Mourlot,parafrasiando a la Senora Loynaz,cada dia me convenzo mas que usted es el mejor historiador de las Guerras de Independencia que he conocido.Excelente trabajo.Comparto el criterio de muchos que el Titan deberia ser nuestro Heroe Nacional, bien ganado se lo tuvo.
ResponderEliminarMagnífico trabajo, como de costumbre.
ResponderEliminarEn cuanto a lo dicho por Dulce María Loynaz, pues, me parece increible que alguien pudiera intentar negarlo.