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jueves, 20 de diciembre de 2012

Primer cubano que pisó el Polo Norte


Héroe de dicha jornada; invasor a Occidente y general mambí



Gloria de Cuba –y ¿por qué no? de Hispanoamérica- en varios sentidos, celebramos ahora el 144 aniversario de su nacimiento, ocurrido en Santiago de Cuba, la capital del oriente de la isla, el 22 de diciembre de 1858.
Aquí, en esta ciudad antillana, Joaquín Demetrio Castillo Duany cursó aquí sus estudios primarios, hasta 1868, en que, junto a su hermano Demetrio Rafael [Ver en este blog: “¿Comunero en Paris? Héroe de Cuba”], fue enviado a continuar sus estudios en el Liceo de Burdeo, etapa de su vida en que vivieron ambos las experiencias de la Comuna de París y de la guerra franco-prusiana.
Enviado, luego, a los Estados Unidos, para terminar sus estudios, escogió la carrera de Medicina y Cirugía, de la que se graduó en 1880, en la Universidad de Pennsylvania.
Entonces, se alistó como cirujano de la Marina de Estados Unidos, y, a la sazón, comenzó a hilar tan destacada historia personal, que es orgullo de la posterioridad cubana...
En efecto, por aquella época, se enroló como voluntario de una expedición organizada por el New York Herald y la US Navy de dicho país, para rescatar a la tripulación del vapor “Jeannette”, de la cual hacía tiempo no se tenía noticias; justo desde su partida al Polo Norte.
Tras semanas de su apoteósica despedida, llegaron los expedicionarios a las heladas zonas del techo del mundo, y con ellos el joven galeno santiaguero, convertido así, seguramente, en el primer cubano y, tal vez -¿quién sabe?, en el primer habitante del sur del Río Bravo- que pisara esa latitud terrestre.
Sumó al mérito indiscutible de ser parte de aquella aventura humanitaria, el cumplimiento de gran labor naturalista, al recolectar rica muestra biológica y botánica, para servir a la profundización de los estudios generales de dicho casco polar.
Pero a Joaquín le cabría un merecimiento mayor, por el cual recibió reconocimiento de la Armada norteamericana y de la prensa de aquel país; esto es: cuando, tras un voraz incendio en el buque, con una actitud calificada por todos como heroica, salvó dicha expedición de una catástrofe total -no así su valiosa colección-; actitud que le valió un diploma de reconocimiento de la Marina y del gobierno norteamericanos.
Pudo aportar, asimismo -y es otra distinción importante en la vida de Joaquín Castillo Duany-, a partir de su citada experiencia, la terminación de su interesante libro Habits an Higiene of the Esquiman (Hábitos e Higiene de los Esquimales), que le ganó no pocos elogios, por el intrínseco valor de la obra.
No obstante las promisorias oportunidades en aquel país, retornó a su Santiago de Cuba, donde, el 20 de febrero de 1886, contrajo matrimonio, con su prima María Anacleta Garzón Duany, fecha por la que, además, comenzó a laborar como médico de la compañía minera norteamericana Juraguá Iron Company, instalada en la zona este de la jurisdicción santiaguera.
Al valorar los muchos males que azotaban a Cuba -especialmente las exclusiones que aún sufrían los cubanos en su propio país y la corrupción galopante-, no pudo abstenerse de participar en los asuntos de la patria.
Así pues, se comprometió con el movimiento nacional insurreccional del general Antonio Macero, en 1890, durante la cual -exactamente en una de las reuniones conspirativa presididas por este célebre jefe en Santiago de Cuba- propuso, con su hermano Demetrio, levantar barricadas, al estilo de la Comuna de París, cuando se diera la orden del levantamiento armado en la ciudad.
Posteriormente, fue parte de nuevas conspiraciones, en las que, además, se relacionó con José Martí, a la sazón delegado del Partido Revolucionario Cubano, con quien –según algunas fuentes- se entrevistó en Estados Unidos.
Fue, sin embargo, representante revolucionario de Antonio Maceo en Santiago de Cuba, y como tal se desempeñó en los conatos de alzamiento de fines de 1893 y octubre de 1894, y cuando el Grito de Independencia del 24 de febrero de 1895, cumplió misiones de abastecimiento a las fuerzas revolucionarias, conjuntamente con su hermano, hasta que se les ordenó incorporarse al ejército revolucionario, en mayo de ese propio año.
Combatió al lado del general Antonio Maceo, y fue uno de los delegados por Oriente a la Asamblea Constituyente de Jimaguayú, de donde emergió como subsecretario de Hacienda del Consejo de Gobierno resultante.
Por sus muchos méritos, Maceo lo seleccionó para jefe de Sanidad del Cuerpo Invasor a Occidente, el que salió a su histórica y colosal marcha desde los mangos de Baraguá, el 22 de octubre de 1895. En medio de esta agotadora y temeraria gesta -durante la cual se destacó lo mismo como médico, practicando auxilios en medio de los combates, que como combatiente-, fue escogido por Maceo –y aceptado por el Gabinete- para desempeñar importantísima comisión en el exterior ante varios líderes continentales, y ante la Delegación del Partido Revolucionario Cubano en Nueva York.
Después de acometer tan delicada tarea, fue designado por el Consejo de Gobierno como jefe del Departamento de Expediciones, y como tal llevó él mismo a la Isla, varias veces, como jefe de mar, importantes alijos de armas, pertrechos, otros útiles de guerra y medicamentos paras las fuerzas rebeldes.
En febrero de 1896,  fue electo vicedelegado del Partido Revolucionario Cubano; cargo al que renunció, meses más tarde, por discrepancias con un sector de los emigrados; de modo que se integró a las fuerzas del mayor general Calixto García, en el Departamento Oriental, del Ejército Libertador, a fines de la campaña.
Concluyó la guerra, en julio de 1898, con el grado de brigadier de dicho ejército, y fue nombrado director del hospital civil de Santiago de Cuba, labor que cumplió con probidad y eficiencia.
Miembro fundador del Partido Republicano, con su hermano Demetrio, a la sazón gobernado de Oriente, fue nombrado jefe del Servicio de Sanidad Marítima de Cuba, en agosto de 1902, puesto que no pudo desempeñar, no sólo por las cosas que le separaban de Tomás Estrada Palma, sino por los síntomas de su padecimiento cardíaco.
Viajó a Francia en busca de restablecer su salud, y falleció en París, el 21 de noviembre de 1902, cuando aún no había cumplido los 44 años de edad.

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