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martes, 17 de julio de 2012

A cien años del vil asesinato de Pedro Ivonet Dofourt

Centenario de la guerrita de
los independientes del color

Hijo del francés Eusebio Ivonet Morín, y de la mulata santiaguera Palmira Dofourt, nació Pedro Ivonet en la ciudad de Santiago de Cuba, el 27 de junio de 1860.
Al parecer, recibió un nivel de instrucción mayor que el común de los de su raza; es decir, hasta vencer la primaria superior, y  probablemente el idioma francés e, incluso, veterinaria, a juzgar por el cargo que ocupó inmediatamente después de la guerra en la Guardia Rural.
Todo hace indicar que se vio tempranamente privado de su madre –por deceso, abandono u otra causa posible, ¿quién sabe?, pues no hay datos que lo confirmen-, dado que, con menos de 9 años de edad, comenzó a vivir con su padre y su madrastra, Jacinta Hechavarría, a quien, ya adulto, en numerosos documentos señaló como su “madre”, y cuyo apellido (Hechavarría) utilizó como materno.
Aunque casi nada se sabe de su vida anterior al estallido del 24 de Febrero, es dable pensar que fue de los conspiradores revolucionarios en la comarca santiaguera, porque, tan pronto se dio la voz de alzamiento en aquella fecha, tomó las armas y se fue al monte, a pelear por la libertad de Cuba, desde el mismo 24 de febrero de 1895
Poquísimos son los casos de combatientes del Ejército Libertador que -sin que mediasen “intereses del servicio”, títulos, poderes económicos e influencias diversas, sino sólo por valentía y talento- hayan tenido una carrera tan meteórica como la Pedro Ivonet Doufort, durante la última guerra independentista.
En efecto, a poco de alzarse en armas, se le concedió el grado de subteniente, y ya el 29 de abril fue ascendido a teniente; un mes y medio después –exactamente, el 5 de junio del 1895-, lo promovieron a capitán, y el 14 de septiembre; es decir, algo más de tres meses más tarde, a comandante del Ejército Libertador, y, por supuesto, seleccionado por su principal evaluador, el mayor general Antonio Maceo Grajales, para integrar la columna invasora a occidente.
Imposible relacionar todos los combates que le sirvieron de aval a tan rápida carrera; pero pueden ilustrar algunos de los más significativos: Jarahueca, El Cristo, Jobito, Montompolo, Peralejo, ingenio Unión, Sao del Indio y las últimas operaciones por la zona norte de Oriente de dicho general.
Hizo la Invasión, unas 424 leguas de marcha desde Baraguá hasta Mantua, y sumó a su historial combativo, los más de veinte enfrentamientos contra las fuerzas enemigas, entre el 7 de noviembre de 1895 el 19 de enero de 1896.
Por su comportamiento heroico en esos y otros combates posteriores, el Lugarteniente General del Ejército Libertador, Antonio Maceo, lo ascendió al grado de teniente coronel, después de lo cual se vio envuelto en no menos de 100 combates contra los españoles, en la “Campaña de Occidente” de Maceo, y a lo largo de 1897 y 1898, en que peleó a las órdenes del general Francisco Leyte Vidal Inarra, y de los hermanos Juan Eligio y Vidal Ducasse Revé.
Coronel desde 1897, y con esas tres estrellas concluyó la guerra, pese a la propuesta de ascenso a brigadier, que a su beneficio hiciera el mayor general Pedro Díaz, jefe entonces del 6. Cuerpo del Ejército Libertador.
Después de la independencia del país, fue teniente veterinario de la uardia Rural, pero se retiró hacia 1909, cuando se hicieron más notorias que nunca, desde el establecimiento de la República, la iniquidad y la preterición en que vivía la raza negra, en Cuba.
Así, inmediatamente después de la fundación del Partido de los Independientes del Color (PIC), ingresó en esa colectividad, de la que llegó a ser presidente de la Asamblea Provincial de Oriente.
Fue una verdadera guerra la que promovió el Partido Liberal contra el recién nacido PIC, y a ella se agregó la aprobada enmienda o ley del senador negro Martín Morúa Delgado, que, en mayo de 1910, prohibió el referido partido racial –so pretexto de procurar el mantenimiento de la unidad social cubana-, pero que no tocó, para nada, ni las instituciones sociales, ni las disposiciones, reglas y costumbres racistas en el país; campaña, en fin, a la que se unieron todos los elementos en la Isla de fóbica conciencia antinegro.
Presionados por muchas situaciones adversas contra el negro y contra el PIC, enrarecido el ambiente por una propaganda tan intensa como falaz contra ellos, cayó el partido en la trampa de irse al monte (mayo de 1912).
“Más para presionar políticamente que para hacer la guerra al gobierno”, dijeron a José Bacardí Lay, en entrevista exclusiva, el líder principal del movimiento Evaristo Estenoz, comandante (EL) y presidente del PIC, y el coronel (EL) Pedro Ivonet, general de división de los alzados, y publicada por el periódico El Cubano Libre.
Pero el gobierno del general José Miguel Gómez –en verdad interesado en aniquilar a los dirigentes y potencialidades de este movimiento-, sí hizo la guerra.
Tras varios encuentros de saldos inciertos –siempre manipulados por las fuerzas gubernamentales-, los jefes del ejército regular del país se lanzaron a la caza de los principales líderes del movimiento, especialmente de Evaristo Estenoz, y del general de división del Ejército Reivindicador, Pedro Ivonet Doufort, a quien, aislado, enfermo y hambriento, pudieron capturar vivo.
Los capitanes Aranda, sus captores, lo condujeron a la finca El Carmen (Caney), y dieron a aviso al Cuartel Moncada, desde donde, con órdenes evidentes de asesinar a Ivonet, enviaron al capitán Arsenio Ortiz, quien quiso adueñarse del prisionero y de su ayudante, Francisco Céspedes, y a lo que se opusieron los citados Aranda, quienes exigieron una orden escrita del mando superior; algo que obtuvo rápidamente el teniente Ortiz, quien -ya dueño de los dos prisioneros- los asesinó a ambos, a la altura de El Rodeo, cerca de El Caney, el 18 de julio de 1912.
Al ser asesinado, Pedro Ivonet Dofourt contaba52 años de edad; dejó viuda a la señora Silvina Lujó, y huérfanos a pequeños dos hijos.



 

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