Alameda Michaelson, Santiago de Cuba 1955 |
El alma del
concurrente a este gran parque-paseo santiaguero no halla fácilmente los
límites al deleite, lo mismo si se recrea observando detenidamente este
formidable ámbito, que si lo hace reparando en los escenarios que lo rodean…
Bien mirada
–como un complejo monumentario único-, la primera área estructural de la Alameda es un parque
rectangular bastante extenso, que va de la calle General Lahera, en los líndes
del muelle de Romero, donde comienza el gran almacén contiguo al edificio de la Aduana santiaguera. El
espacio (de unos 300 m .
de largo, de sur a norte, y de 50
a 60 m
de ancho, de oeste a este) contiene: una zona de recreo infantil (con canales,
cachumbambé y otros atractivos), seguida de una gran zona jardín -dividida en
dos por el frontón y las canchas de baloncesto y voleibol del otrora Club
Náutico (hoy restaurante homónimo especializado en pescados y mariscos)-, cuyos
extremos occidentales son pequeños malecones, en el litoral de las tranquilas
aguas del fondo de la bahía santiaguera, y a los que dan acceso amplias aceras.
Desde los
pocos y estratégicos bancos situados en los dos sitios, parecería vicioso
contemplar el leve oleaje de esta parte de la rada santiaguera, cuya monotonía
rompen los buques surtos en puerto, tanto como el ir y venir de pequeñas
embarcaciones y los actos diligentes de numerosos grueros y estibadores, y el
fondo de esa red de montañas (parte de la Sierra Maestra ), que semejan
una tenaza alrededor de la ciudad, pero que la preservan del efecto directo de
los frecuente huracanes.
Pero la Alameda es, sobre todo, el
grande y oblongo parque central, separado de aquella área por una calle
vehicular interior; ese paseo de unos 450 m de longitud por unos 40 de ancho, con sus
dos espaciosos parterres laterales, a todo lo largo del parque, en los que
añejos almendros dan sombra y frescor sobre los bancos que, cada cierto espacio,
emergen de las dos verjas que limitan del ámbito de estar, la mayor parte de
esos dos costados... Es, sí, ese recinto de piso amplio, hermoso, escaqueado,
en cuyas zona central se levantan dos notables fuentes ornamentales, pobladas
de peces y sirenas metálicos, y desde donde no solo se puede disfrutar del
espectáculo marino, sino también, del embrujo urbanístico de la ciudad, con no
pocos e impresionantes ejemplares de arquitectura colonial, de los portentosas
calles y escalas cuales si se derramaran desde las alturas hacia la rada, y los
seductores balcones naturales que tanto abundan…
Desde 1833,
en que el brigadier Juan de Moya, gobernador de la provincia, a la sazón,
ordenó disecar las zonas pantanosas aledañas al puerto de la ciudad, y que dio
lugar al surgimiento de la calle de María Cristina, en honor
de la reina
regente; pasando por la construcción, en 1840, de un extenso paseo –que iba
desde Punta Blanca (hoy hospital militar Dr. Joaquín Castillo Duany) hasta el
Campo de Maloja, al punto de las calles Los Maceo y Habana, donde ocho añosa
después de erigió la Plaza
de Toro, que tanto furor causó entre los santiagueros, la Alameda de Téllez, de
Cristina, de Lorraine y la
Michelsen , en honor al comerciante, benefactor y mecenas
alemán Germán Michelsen, quien la remozó en 1893, y le dio alumbrado eléctrico
en 1908, y más aún, desde que en 1927, en tiempo del polémico alcalde Desiderio
Arnaz, se remozó totalmente y se le dotó de glorietas y arcos de triunfo
extraordinarios, este parque-paseo de Santiago de Cuba adquirió enorme
atractivo para propios y foráneos.
Alameda de Téllez (Michaelsen) 1899 |
Aspecto de la reconstrucción en 1952 |
En la década de 1950, el paseo fue sometido a una
nueva reconstrucción, que dio una imagen más actualizada a este formidable y
concurrido espacio de solaz; recinto de
esparcimiento infantil, de cuitas de enamorados, de embrujados por los encantos
de este sitio y de sus contornos; escenarios de singulares y multitudinarios actos
políticos, religiosos, de otros signos sociales y de festejos populares
tradicionales, la Alameda
de Santiago de Cuba es, asimismo, un sitio donde los habitantes de la urbe han
querido rendir especial homenaje a personalidades extranjeras que mucho la
conmovieron, tales como: el capitán de navío Sir Lambton Lorraine, comandante
de la fragata “Niobe”, que impidió prosiguieran los españoles las infames ejecuciones de
expedicionarios y marinos del vapor Virginius, en noviembre de 1873; el citado
filántropo germano Michelsen, y la señorita Burton, fundadora de la
Cruz Roja Internacional, cuyos bustos
prestigian ese populoso recinto; monumento emblemático de mi ciudad.
Excelente trabajo Sr Mourlot, en verdad sigo mucho sus trabajos muy interesantes y profundos.
ResponderEliminarMuy bueno....
ResponderEliminarSr. Mourlot.
ResponderEliminarCoterraneo y Amigo.
Sencillamente una mas entre tus brillantes cronicas Santiagueras, pero esta encierra un especial espacio en mis recuerdos. Mis Abuelos muchos Domingos bajaron la calle Princesa conmigo para que yo gastara algunas energias extras en la explanada de este alargado parque.