De
lo dicho por Matías Vega, José de Jesús Pérez, Juan Fernández Ruz y Bravo
Santíe
En efecto, con las glorias sumadas en el Camagüey, a las ya
conquistadas desde los albores de la insurrección, algunos –el diputado Ramón
Pérez Trujillo entre ellos-, desde 1874, hablan en la manigua del inminente,
conveniente y merecido ascenso a mayor general del brigadier Antonio Maceo. Sin
mostrarse consecuente del todo con tales reclamos, pero evidenciando que
tampoco era sordo a tales opiniones, el Ejecutivo nombró a Maceo jefe interino –entiéndase,
también: accidental, provisorio, temporal- del 1. Cuerpo del Ejército
Libertador.
Tamaño reconocimiento no solo trajo consigo el regocijo de
quienes creían llegada la hora de esa u otra promoción de Maceo, sino también
opiniones y conductas por determinados procederes del brigadier, que encubrían,
en verdad, mortificaciones y opugnación por tanto adelanto del jefe mulato.
Veamos: el día 8 de mayo de 1875, el coronel Matías Vega
Alemán escribió al doctor Miguel Bravo Santíe, y le dijo, entre otras cosas,
que se rumoraba que Maceo
había hecho creer a los hombres bajo su mando que el problema de Lagunas de
Varona (movimiento sedicioso que exigía el cese del gobierno provisional del
presidente Salvador Cisneros Betancourt) era una cuestión de razas, y que por
eso se fue a entrevistar con Manuel “Titá” Calvar.
“No importa –le enfatiza Vega Alemán- nosotros esperamos muy
pronto dejarlo sin el apoyo de la mayor parte de la fuerza”; y concluyó
hablando sobre
“previsión contra la raza de color”, y que todo no hace más
que probar lo necesario de ese “gran paso” que iba a realizarse en breve.[1]
Un día después, desde el mismo escenario donde escribió el
coronel Vega (Cambute), el jefe de éste, el brigadier José de Jesús Pérez de la
Guardia, dirigió su carta al general Vicente García, líder de los complotados
en Lagunas de Varona:
No me pongo en marcha (para Tunas) por
no convenir, teniendo que allanar inconvenientes que se presentan de parte del
Gral. Maceo, quien niega al Ejército el derecho de pueblo, sosteniendo mil
absurdos, pero quedará frustrado en sus pretensiones. El referido Maceo es
hombre peligroso en la posición que ocupa; no soy más claro por no fiar en la
pluma ideas diabólicas por él emitidas.[2]
No es ocioso, primeramente, reparar en la forma imprecisa e
impersonal como el coronel Vega lanza su acusación de que Maceo es un
“manipulador” de la opinión de las fuerzas que le estaban subordinadas: “...se
rumora que...”, con lo que intenta salvar la imagen de cierta de objetividad, u
ocultar la fuente de información; o dígase mejor: dejar rodar esa especie que
envuelve la insinuación de que el general mulato era portador de prejuicios
raciales, y la intención evidente de crearle
a éste un ambiente negativo.
Pero, yendo a la médula del asunto: ¿fue cierto que Maceo
empleó tales argumentos para buscar el favor de su tropa para la oposición a
Laguna de Varona? y, también, de paso: ¿fue real que Maceo negó el derecho de
pueblo (de ciudadano) al Ejército, como afirmó Pérez de la Guardia?.
La revisión del acta de la reunión de Dos Ríos –punto de la
geografía jiguanicera- y llevada a cabo el 18 de abril de 1875, nos da mucha
luz en los dos sentidos; es decir, por un lado, indica que las iniciales intenciones
del movimiento de Laguna de Varona les fueron expuestas a los coroneles Arcadio
Leyte Vidal, Francisco Estrada Céspedes y Juan Rius Rivera, no por Maceo, sino
por correspondencias de varios jefes de los subdistritos de Bayamo y Tunas
(generales Vicente García y Francisco Javier de Céspedes; coronel Belisario
Grave de Peralta y otros), en los cuales, los invitaban a una asamblea de jefes
y oficiales en Laguna de Varona, Las Tunas.
Por tales noticias, asimismo, se reunieron en el campamento
de Dos Ríos, los jefes (un coronel, ocho tenientes coroneles y un comandante,
además de varios oficiales de menor graduación) de la división holguinera, para
analizar el contenido de esas correspondencias, y resolvieron no acudir a la
junta convocada en Laguna de Varona, sino asistir con una comisión de los tres
destinatarios de las cartas (Leyte-Vidal, Estrada Céspedes y Rius Rivera), a
fin de que estos, luego, informaran al pleno de la oficialidad los pormenores
del movimiento.[3]
El 11 de mayo de 1875, esa comisión informó al pleno de
jefes y oficiales lo sucedido en Tunas, y, el más fervoroso oponente que hubo
allí a la reforma, en ese mismo sitio, el teniente coronel puertorriqueño Juan
Rius Rivera,[4]
propuso elevar una protesta contra aquellos que, en Laguna de Varona, se
arrogaron la representación de todo el pueblo, y enviarla tanto a dichos
participantes como al gobierno, todo lo cual fue apoyado por el teniente
coronel Salvador Rosado Lorié, y aprobada, al cabo, por 31 votos a favor, 9 en
contra y 4 abstenciones.
Ahora bien, entre los votos contrarios
estuvieron hombres como Fernando Cortiña, José Francisco Lacret Morlot y Pablo
Beola; y entre las abstenciones: Arcadio Leyte Vidal, Leonardo del Mármol y
Miguel Santa Cruz Pacheco, todos, los 6, muy cercanos a Maceo.[5]
Maceo, por lo visto, no indujo a tales
reuniones en Dos Ríos, ni las prohibió, ni participó en ellas; tampoco, a
diferencia de la asamblea de Alcalá, convocada por él, y en la que si tomó
parte, a título de ciudadano, el 18 de junio de 1875, y que –a juzgar por el
acta levantada allí- demuestra fehacientemente que no hizo creer a sus fuerzas
que Laguna de Varona era asunto de razas, ni negó él “derecho de pueblo al
Ejército”, como lo afirmaron Vega Alemán y Pérez de la Guardia. Helo aquí:
Con exacto conocimiento de los
acontecimientos políticos, que últimamente han tenido lugar en el punto
denominado “Laguna de Varona” (Tunas) con objeto de armonizar los intereses de
la República; estando de acuerdo con los principios proclamados por aquella
agrupación de patriotas, aunque no con la forma que han adoptado para ponerla
en ejercicio, deseando un nuevo orden de cosas a la administración del estado
de la interinatura en que se halla, ponga fin y concilie las actuales
dificultades y sea a la vez la salvaguarda de nuestras libertades y derechos el
remedio a nuestras perturbaciones y trastornos: Reunidos en el campamento de
Alcalá (Holguín) a 18 de junio de 1875, los ciudadanos del pueblo de Cuba que
suscriben, convocados por el C. José Antonio Maceo...[6]
Es decir, “de
acuerdo con los principios y no con la forma”, pues esta tomó la
figura de sedición, y enervó la fuerza de empuje de la revolución en aquél año,
dentro y fuera de la Isla.
Acerca de esta reunión de Alcalá, por cierto, parece
referirse el brigadier José de Jesús Pérez de la Guardia, el 8 de septiembre de
1875, cuando, en carta al general Vicente García, la calificó “de burrada de la
segunda división”[7].
Desmentidas quedan, pues, las dos acusaciones contra Maceo,
y demostradas quedan, a la par, la animadversión contra este general y la
conspiración para destituirlo de méritos y del puesto que ocupaba; así como
también, al descubierto, el racismo visceral de estos acusadores, al menos en
aquellos momentos.
Pero Matías Vega y José de Jesús Pérez de la Guardia no fueron
los únicos que, en esos días, hablaron mal de Maceo. A ellos se unió, además,
el entonces brigadier Juan Fernández Ruz, tunero de nacimiento, levantado en
armas el 10 de Octubre, en Manzanillo, y a la sazón jefe del subdistrito de
Bayamo.
Remito a Ud. –dice en una carta a
Vicente García, del 10 de junio de 1875- copia de una circular que me pasa con
un propio el nunca bien ponderado Maceo.
¿Dígame, General, este señor acabaremos
de confesar lo que es o no? Permítame calificarle a mi entender: Llamémosle
Hicotea, pues al figurar que pudiera quedar como jefe del Cuerpo se olvidó de
su compromiso con nosotros y según la circular se unió con el que creyó más
fuerte...
Y agrega Ruz que Maceo lo llamó a
conferenciar, en carta personal, y lo halagó ofreciéndole la jefatura de la 1.
División, y él (Ruz) lo rechazó diciéndole que sólo obedecía a Vicente. [8]
Démosle a Ruz un voto de veracidad; al amparo del acta de
Alcalá, ya que, como expresa este documento, Maceo estaba perfectamente de
acuerdo con los principios sostenidos por los reformistas, pero –a juzgar por
la obediencia a la ley y los poderes legalmente constituidos, de que siempre
dio muestra este último jefe, y de los criterios por él mismo vertidos
alrededor de todo este asunto–, dudoso en extremo es que su compromiso llegase
a la sedición. Por otra parte; Maceo sabía que su nombramiento como jefe del 1.
Cuerpo era provisional, que tal jefatura, en propiedad, correspondía a un mayor
general, cuando él sólo era brigadier, sin perspectiva de ascenso inmediato. Sabía,
asimismo, que los adeptos a Laguna de Varona eran muy numerosos y abarcaban los
territorios de Las Tunas, Bayamo, Manzanillo, buena parte de las fuerzas de
Holguín y aun algunas de Santiago de Cuba-Guantánamo; y que, a esa altura,
Salvador Cisneros Betancourt se tambaleaba en la presidencia interina. Por
tanto, no se unió con el más fuerte, sino al bando más resquebrajado: al del
orden, la disciplina y la defensa de la verdadera puja necesaria; esto es: al
de la lucha armada, activa, generalizada y exitosa contra el dominio español en
Cuba.
Y, en relación con que le ofreció la jefatura de la 1.
División a Ruz, parece muy poco posible, pues, no tenía facultad para ello,
tanto porque su cargo era provisorio como porque esos nombramientos estaban en
la esfera del Presidente de la República de Cuba en Armas.
En otra comunicación interesante de Fernández Ruz a Vicente
García, ésta del 12 de agosto de aquel tormentoso año mambí, el primero advierte acerca de la necesidad de hacer
cambios de jefes y oficiales que han sido ganados por la política observada “por
los más astutos”, y acusa, en otra de ese propio día, al coronel Jacinto Durán
(de las fuerzas de Bayamo-Manzanillo) de recibir órdenes directas de Maceo, y
le revela a García, además, que ha tenido que someter a prisión a varios de su
fuerza por “malhechores”, que “pensaban presentarse al enemigo” [9]
He aquí una muestra más de que no había que ser genio, sino
tan sólo consecuente con el ideal que llevó a los cubanos a la guerra, para
percatarse del enervamiento y de la desmoralización que trajeron como
consecuencia lo mismo la sordera del gobierno –que desoyó justos reclamos- que,
sobre todo, la forma sediciosa del movimiento reformista, culpable de la inacción, el arbitrario relevo de jefes y
oficiales y los intentos y logros de presentaciones al enemigo.
En otras dos últimas cartas que citaremos de Juan Fernández
Ruz a Vicente García-, le dice aquél a este, el 18 de junio 1875, que los
“calvaristas” (los seguidores del general manzanillero Manuel Titá Calvar),
estaban confundiendo a los que apoyaban al general Vicente García, haciendo
correr el rumor de que en Las Tunas sólo había un motín, que todo se iba a
arreglar sin necesidad de ir a Las Tunas, y que Maceo se iba a llevar toda la
fuerza a Cuba. Además, habla de una discusión entre el teniente coronel
Guillermo Cardet y Maceo, porque éste quería pasar por encima de la consulta
del pueblo, y que Cardet le dijo que no,
que, en los países libres, cada hombre sólo podía responder por sí sólo. [10]
A tal discusión se refirió, meses más tarde, el doctor Miguel
Bravo Santíe, en carta al general Vicente García, el 13 de enero de 1876, como
veremos más adelante.
La discusión, lamentablemente, está reflejada trunca, porque
faltan dos elementos esenciales, para entenderla y justipreciarla: uno, lo que
dijo Maceo; dos, la reunión, al fin, de Alcalá, donde el pueblo fue consultado,
y este condenó la forma adoptada por el movimiento reformista. Pero, así y
todo, salta a la vista la debilidad de esas imputaciones...
Ruz supone a Maceo ambicioso del puesto que ocupa, al
equipararlo con Cisneros Betancourt: “General: las interinaturas tienen el gran
inconveniente de que los poseedores de los destinos (puestos) le tomen cierto
amor y luego le es doloroso desprenderse del puesto que ocupó aun cuando sea
por mera casualidad y circunstancias imperiosas”. [11]
Se torna interesante, en este sentido, la carta del
brigadier Maceo al presidente Cisneros, escrita desde el campamento de Bío, el
29 de junio de 1875, por lo mucho que puede aclarar sobre esos sucesos.
Señalaba Maceo: “Los perturbadores del orden público se aprovechaban de la
crítica situación para ocasionar nuevos males al país, arrastrando (a) las
masas a que deserten de las filas del Ejército para engrosar las del movimiento
revolucionario”[12],
y para contrarrestar esa destructora influencia, y no por negar el derecho del
pueblo, como no lo negó a su gente en Bío, confiesa él, al hasta entonces Presidente:
“(...) y a fin de evitar la desmoralización que ya empezaba a cundir, el 18 del
corriente en el punto llamado Alcalá [sostuvo una junta], de la que resultó que
debíamos elevar y elevamos una respetuosa exposición a la Cámara de RR pidiendo
armonizar en lo posible los intereses de la patria. [13]
Y confiesa más en la misiva: que se valió “de cuantos medios
estaban en sus facultades, ya distrayéndoles fuerzas en operaciones, ya, en fin
valiéndome de otros miles (de) medios. Pero en vano eran mis esfuerzos, y los
perturbadores del orden, que por todas partes andan, hacían casi infructuosos
mis esfuerzos. Por fin se llegó a decir que todos se marcharían a unirse al
general García. [14]
Y para demostración de que no se unió al lado fuerte –y sin
importarle cómo pudiera tomarse tan severo criterio- le dijo, también, a
Salvador Cisneros Betancourt: “Ud. en parte es culpable de semejante trastorno,
pues como recordará, me ofreció dejarme marchar con el contingente [que iba para Las Villas, al que dieron por
jefe al coronel Paquito Borrero, y que fue paralizado y disperso en Laguna de
Varona], cosa que no cumplió, y de seguro de que habérmelo cumplido, ni el
contingente hubiera sido detenido ni tuviéramos que lamentarnos hoy. [15]
Este fragmento, asimismo, indica cuál era realmente la
intención manifiesta de Maceo en los primeros meses de 1875, que no era el
quedarse de jefe del 1. Cuerpo del Ejército Libertador, por no llenar algún que
otro requisito en aquella oportunidad, sino el de ir junto a Máximo Gómez en el
plan invasor a occidente.
Vayamos ahora a la anunciada carta de Bravo Santíe a Vicente
García, del 1. de enero de 1876. En
ella, Bravo Santíe sostiene que Maceo obtuvo la firma de la “protesta anti
reformista”, diciendo a sus jefes y oficiales, que los reformistas iban a
separar de sus puestos a todos, empezando por él, para poner al general José
Miguel Barreto, en su lugar, y a los coroneles Ismael y Ricardo Céspedes, por
Leonardo de Mármol y Emilio Nogueras, que “el teniente coronel Cardet se había
portado dignamente, en consonancia con sus compromisos políticos”; acusa de
marioneta de Estrada Palma a Maceo, y que éste había mandado al coronel Emilio
Nogueras al campamento de Jacinto Durán para que los hombres de éste firmaran,
“por grado o por fuerza” la protesta anti reformista; que Durán se negó, y por
eso hubo tensión.[16]
La falsedad de que Maceo manipuló a sus jefes y oficiales, ya no con cuestiones
de raza –como sostuvo Matías Vega Alemán-, sino por la perspectiva de ser
separados él y sus jefes de brigadas y de regimientos, se advierte, desde el
momento mismo en que –quienquiera que revise la nómina de su fuerza- cae en la
cuenta de que estaba compuesta de muchos hombres de valor y saber, gente de
principios, de honor, que sabían todo lo relativo al movimiento reformista, y
que, si hubieran simpatizado con Laguna de Varona, lo hubieran expuesto, y se
hubieran negado a firmar la protesta contra este movimiento, independientemente
de que los hubiesen apartado de sus puestos o empleado otras represalias...
De que estos eran hombres de convicciones propias y libres
de optar, lo demuestra el discurso de Juan Rius Rivera en Laguna de Varona,
donde, en el lado absolutamente minoritario, y en medio de un ambiente muy
hostil, fustigó aquella reunión por no
reunir “las condiciones legales indispensables de la propia república”, y por
lo inconveniente que era para la Revolución, por lo cual, además, dijo: “(...)
esos machetes (...) que cuelgan tranquilamente envainados –en la reunión-
deberían ser blandidos en nuestras manos allá en Las Villas en estos momentos
supremos en que la Patria a [sic] fiado su independencia a la conquista de
aquel terreno”[17].
El voto contrario del teniente coronel Mariano Torres Lora;
la abstención del coronel Arcadio Leyte-Vidal, o el voto favorable de Francisco
Leyte-Vidal, Cayetano Duvergel y Teodoro Laffite, entre otros jefes subalternos
de Maceo, en Laguna de Varona, dicen a las claras que aquellos jefes y
oficiales eran hombres de convicciones propias y conocedores del problema, y
que hubieran denunciado el supuesto engaño de Maceo.
Lo relativo a que “Cardet se portó dignamente...”, es
oportuno saber que Cardet votó en contra de la propuesta de Rius Rivera de
condenar la usurpación que hicieron los concurrentes a Laguna de Varona de la
absoluta representación de todo el pueblo de Cuba; pero que, en cambio, votó a favor
de condenar la forma adoptada por el movimiento reformista, al firmar el acta
de Alcalá.
En cuanto a la acusación de “marioneta de Estrada Palma” que
hace a Maceo, por más que ofensiva, es irrelevante, y no toma en cuenta que
caracteres como el del general Antonio no se ajustan al perfil del sumiso, ni
al actor que requiere de un consueta para desempañar su rol; algo de lo que dio
muestra sobrada a lo largo de su existencia. Sus cartas a Salvador Cisneros
Betancourt, del 29 de junio de 1875 –aquí ya citada-, y al general Vicente
García González, en 1877, rechazando una invitación al movimiento de Santa
Rita; lo mismo que sus posteriores polémicas con Máximo Gómez, en los 80s, y
con José Martí y Salvador Cisneros ( en el 95); así como su censura a Estrada
Palma, por la falta de auxilio al cuerpo invasor, y otros hechos más, son
pruebas suficientes para desmentir ese aserto de Bravo Santíe.
[1] Archivo Nacional de Cuba
(ANC), Fondo Donativos y Remisiones, Legajo 478, n.39.
[2] ANC, Fondo Donativos y
Remisiones, Legajo 476, n,40.
[3] ANC, Fondo Donativo y
Revisiones, Legajo 462, n 4.
[4] Acta de Lagunas de Varona,
ANC, Fondo Donativos y Remisiones, Legajo 462, n 5.
[5] V. Marrero: Vicente García, leyenda y realidad, pp.
387-390. Edit. Ciencias Sociales, La Habana, 1992.
[6] Ibidem, p. 394.
[7] ANC, Fondo Donativo y
remisiones, Legajo 476, n, 40
[8] ANC, Fondo Donativo y
Remisiones, Legajo 470, n, 37
[9] Ibidem, p.
[10] Ibidem,
[11] Ibidem
[12] Ideología Política. Vol. I, pp. 31’32.
[13] Ibidem
[14] Ibidem.
[15] Ibidem.
[16] Copia manuscrita. (Archivo del autor).
(¡Ojo!)
[17] ANC. Fondo Donativos y
Remisiones. Leg. 462 n. 5.
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