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sábado, 6 de septiembre de 2014

¿Quiénes, cuándo y por qué, hablaron mal de Maceo? (I)




Las debilidades de los grandes hombres, de
aquellos que tenemos el deber de reconocer
como libertadores de la patria, producen hondas
congojas, pero la verdad tiene fueros imprescriptibles
y respetar esos fueros es deber de todos.- Arturo Carricarte

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Al tiempo en que Antonio Maceo Grajales ascendió a planos verdaderamente importantes en escalafón del Ejército Libertador, y desde que, consecuentemente, se empezó a tener presente su potencial influencia política, en el complejo panorama de la manigua redentora –y hasta fuera de ella-, una corriente de insinuaciones perniciosas, de especies, censuras y calumnias, le siguió durante toda su existencia, a la par que otra de elogios y elevadas consideraciones...

Incomprensiones, celos, envidia –la que habla y la que calla-, odios y prevenciones, intereses distintos, atávicos prejuicios, parecen haberse conjugado para alentar esos criterios negativos en su contra; aunque, como hombre no perfecto, también hubo cabida a los juicios de espíritus honrados.

No fue el único prócer cubano en sufrir la sucesión de criterios adversos que, por temporada, caracterizaron ambientes plomizos –y a rato oscuros- en sus vidas. Pero, a pocos como a él causaron tan hondas cavilaciones, tan sentidas congojas, tan inmensos obstáculos e injustas pretericiones.

El hilo de sus correspondencias deja claras huellas de los sufrimientos que padeció por tales causas. Podríamos comenzar con aquella famosa carta del 16 de mayo de 1876, dirigida al Presidente de la República de Cuba en armas, Tomás Estrada Palma, que en una de sus partes dice:

Que de mucho tiempo atrás, si se quiere, ha venido tolerando especies y conversaciones que verdaderamente condenaba al desprecio porque las creía procedentes del enemigo, quien, como es notorio, esgrime y ha usado toda clase de armas para desunirnos y ver si así puede vencernos, pero más tarde, viendo que la cuestión clase tomaba creces y se le daba otra forma, trató de escudriñar de donde procedía, y convencido al fin no era del enemigo, sino, doloroso es decirlo, de individuos hermanos nuestros...[1]

Igual podría citarse, la dirigida a Ernesto Bavastro, el 31 de julio de 1880, [2] al general Camilo Polavieja, el 16 de mayo de 1881, en la que le dice que es víctima de propaganda atrabiliaria del gobierno colonial español y de algunos cubanos, entre otros aspectos dolorosos[3]; a Enrique Pérez, del 16 de enero de 1885,[4] a Benito Machado, del 29 de enero de 1886, [5] y a otros más, a los que dio fe de sus sentimientos.

En abril 3 de 1886, a Fernando Figueredo, desde Colón (Panamá) le precisó:

Rodeado siempre de inconsecuencias, de impostores y controversias, concluirán por hacerme pública acusación... lo que sufro por nuestra causa me duele, pero no me intimida. Hasta hoy he hecho cuanto he podido con arreglo a mis actitudes, contraídas siempre por propios y extraños... ¡Pobre humanidad! ¡Cuàntas miserias y engaños para los ilusos...![6]

Cinco meses después, el 11 de agosto de 1886, a Ernesto Bavastro, le dice:

Todos son sufrimientos y martirios para mí... después de todo, me asaltan ideas terribles, y me entristece la mala actitud que van tomando las cosas y los hombres. Estoy decepcionado, hasta mis amigos me hacen sufrir cosas horrorosas; sólo por Cuba podría yo soportar tantas crueldades. Ayer, para condenar la conducta de un hombre que se le cree servil, se me hirió en lo más íntimo de mi reputación, y hoy se cree todavía que no he trabajado para conseguir fondos. [7]

A José A. Rodríguez, en una de las más importantes de sus cartas, el 1º de noviembre de 1886, le expresaba:
(...) causas bien conocidas, ajenas a mi voluntad y buen deseo me han alejado del teatro de las armas redentoras. Y esta vez hasta con injusticia suprema.

Y aún más: “tengo bastante con los desengaños recibidos y con el desencanto que producen las miserias humanas, que han sido para mí, una plaga toda mi vida [8]

Sólo 23 días más tarde, demuestra que su pesar había llegado más hondo, al decir a Fernando Figueredo: “(...) había concebido la fatal idea de que todo era malo en esta vida, y que yo debía ser lo mismo para sufrir menos”[9]

A Martí, y a cuantos con este le escribieron, pidiéndole su parecer “sobre el modo más rápido y certero” de llevar nuevamente a Cuba una guerra de independencia, en carta del 4 de enero de 1888, dice: “[...] esa carta que tanto me honra y que ha venido a endulzar un tanto la amargura de mi obligado ostracismo... [10]

A María, en esa belleza de escrito, de marzo de 1895, dice: “En tu camino como en el mío, lleno de abrojos y espinas [...]”

A ella, también, le diría por aquellos días, el 25 de marzo de 1895, decepcionado: “(...) escribo tan largo a Don Eduardo Plochet, sufriendo lo más interesante aquello que se relaciona con mi vida íntima y entera en nuestros planes revolucionarios ¿Para qué contarte miserias humanas a quien de sobra debe conocerlas?. He pasado tantas amarguras, estoy pasando tantos disgustos y sinsabores, que tengo el alma llena de penas y tristezas, por los que tanta mezquindad abrigan en su corazón, disfrazados casi siempre de pulimento de bondad. ¡Como engañan los hombres poco leales a sus amigos!. También contigo quiero guardar silencio; no deseo que sufran la horrible tempestad que ha empezado a subirse a mi cabeza”.[11]

¿Quiénes fueron?, ¿qué expresaron?, ¿cuándo lo dijeron?,  y ¿por qué lo hicieron?...

Interesantes preguntas son éstas, cuya contestación nos llevará por honduras de algunos personajes de nuestro proceso emancipador; por aspectos poco revelados de sus vidas, por facetas desagradables de próceres que nos son simpáticos y hasta entrañables.

Fueron también, en buena medida, héroes independentistas de mayor o menor calibres, envueltos en situaciones muchas veces complejas y confusas, de las que resultaron la mayor parte de esos criterios, sin excluir los desbordes de pasiones y las buenas y malas intenciones...

He aquí, pues, lo que hay elucidar: ¿respondían esos juicios a la verdad, o no?,
¿puede la trayectoria vital y la palabra de Maceo transitar  feliz  por tan dura prueba?. Es justamente, lo que pretende verificar –mucho más que hacer un inventario ordenado de calificativos y anatemas- el presente estudio de...

 ¿Quiénes, cuándo y por qué, hablaron mal de Maceo?



[1] Ideología política, vol. 1, p. 64. Sociedad Cubana de Estudios Históricos e Internacionales, La Habana, 1952.
[2] Ibidem, p. 171.
[3] Ibidem, p. 193.
[4] Ibidem, p. 262.
[5] Ibidem, p. 291,
[6] Ibidem, p. 302.
[7] Ibidem, p. 325.
[8] Ibidem, p. 356.



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