5 de enero de 1892-2012
120
aniversario del PRC
Simbolizar
en una figura las realizaciones de los episodios o procesos colectivos en los
anales patrios, quizás pudiera ofrecer una ventaja simplificadora, en el sentido
de facilitar una mínima y rápida información para el aprendizaje; digo: tal
vez, pues, sintetizar así el acontecer histórico tiene el gravísimo
inconveniente de que casi siempre conculca las verdaderas dimensiones del
asunto y condena al olvido a buena parte de sus más importantes protagonistas.
En la
historiografía cubana, por ejemplo, Narciso López, Joaquín de Agüero y, en
menor medida, Isidoro Armentero, abarcan toda la etapa de lucha
anticolonialista de 1848 a
1852; Carlos Manuel de Céspedes y el 10 de Octubre, a su vez, resumen todo el
polémico, complejo y fructífero período preparatorio y de estallido de la
primera guerra independentista; así, también: Laguna de Varona y Santa Rita son
sólo movimientos “contrarrevolucionarios”, y el general Vicente García González
esencialmente, responsable único de tales movimientos; tanto como el general
Antonio Maceo fue la Protesta
de Baraguá –prácticamente solo-, y él y el general Máximo Gómez casi los únicos
protagonistas de la portentosa marcha de los casi 1 700 km de Oriente a
Occidente, entre octubre de 1895 y enero de 1896.
No escapa a
este tipo de tratamiento, entre otras más, la etapa de preparación de la última
guerra cubana por la independencia de España y, específicamente, la fundación
de Partido Revolucionario Cubano, tema que ahora nos ocupa, por celebrarse,
precisamente hoy -5 de enero del 2012-, el 120 aniversario de su creación.
Saldo
natural de las muchas y estériles gestiones de los comités patrióticos para
reanudar la guerra separatista en Cuba, resultado lógico derivado de la
necesidad de contar con una organización más amplia que esos limitados comités;
más representativa -ya que no única- de toda la emigración; producto, en fin,
de las lecciones extraídas de los fracasos, lo mismo que del saldo de las
disensiones absurdas y las divisiones injustificadas, nació el Partido
Revolucionario Cubano (PRC), surgido, pues, de una idea en la que muchos
comulgaron, empezando por la prematura visión (y acción) de Francisco Vicente
Aguilera, y pasando por la formulación de Maceo, en carta a José A. Rodríguez,
el 1 de noviembre de 1886, sugiriendo formar un partido de toda la emigración
independentista, por cierto, muy parecido a lo que al cabo fue el PRC.
De los
reveses – a veces, duras y paralizantes experiencias-, de las lecciones
aprendidas, de las cavilaciones de muchos y de las exigencias de los nuevos
tiempos; se llegó, por camino largo y fructuoso, al punto culminante…
“En la
ciudad de Cayo Hueso, a los 5 días de enero de 1892, reunidos en el Hotel Duval,
con aviso particular, los presidentes de las distintas agrupaciones de la
localidad, como también los representantes de la Liga Patriótica y Club Ignacio
Agramonte de Ibor City, en Tampa, así como también distintas personas no
afiliadas a club[es] políticos, pero considerados favorables a la causa
separatista”, para la creación de este órgano extraordinario, a fin de encauzar
los esfuerzos cubanos para hacer posible la
reanudación de la guerra separatista en Cuba.
Días antes
de aquella asamblea, los clubes de emigrados cubanos del sur de la Florida , encabezados por
José Francisco Lamadrid, invitaron a José Martí, a fines de 1891, para que, en
nombre de los clubes patrióticos de Tampa, Ibor City y del Cayo, redactase este
las bases de lo que seguramente fue idea comúnmente manoseada, tanto por él,
como por el propio Martí, y por José Dolores Poyo, Fernando Figueredo y por muchos
otros: el Partido Revolucionario Cubano, “que habrá de formarse en el
exterior...”
Lamadrid, el
más prominente líder del exilio cubano por entonces, había sido fundador de la Orden Cosmopolita del Sol
(¡878), presidente del Comité Revolucionario de Nueva York (abril, 1880) -en el
que Martí le sustituyó suyo provisoriamente, en ese mismo año-, fundador de la Convención Cubana
(octubre de 1884), presidente de la
Liga de los Independientes de Tampa y Cayo Hueso (1887), del
Directorio (1889) y del secreto club “Luz de Yara”. A él, seguramente, se debió
la iniciativa de invitar a Martí a redactar las bases, y la presidencia
conjunta de tan magno evento, y a él, asimismo, correspondió ser cabeza del
triunvirato (junto a Poyo y Figueredo) al que se dio de antemano a la “aprobación
juiciosa” dicho proyecto, y el cual se
reafirmó sin su presencia, dado su estado por un cáncer en etapa terminal, que
desde la garganta minó todo su cuerpo, y causó su muerte semanas después, el 2
de febrero de ese mismo año de 1892.
Así pues, aprobados
el proyecto de bases por Poyo y Figueredo, la primera sesión de la asamblea, en
la noche del 4 de enero, también dio su aceptación, “no sin antes atender todas
y cada uno de las distintas cláusulas que la forman, hacer las observaciones
francas, sincera que cada cual estimó convenientes, a petición del propio Martí”.
La segunda
sesión –y final-, la de la noche del 5 de enero, la presidió José Martí,
“conspicuo representante de las agrupaciones políticas de Nueva York, donde
reside”, quien explicó la situación de Cuba a los presentes y el motivo de
aquella reunión: el de “cumplir el deber de unión”, aprobar el proyecto de
resolución patriótica y saber el pensamiento de dicha asamblea acerca de tales
temas…
A
continuación, leyó las bases, que confirmado “con espíritu unánime y profundo
la extricta [sic] aprobación en todas sus partes del documento político
citado”, volvió “de nuevo el Sr. Martí a interrogar sobre alguna duda que
pudiera ofrecer el espíritu de algunos
de los artículos del documento”, volvió
nuevamente tras lo cual “se acordó presentar cada presidente a respectivo club
para su aprobación”.
También, esa
noche, se discutió sobre las bases de Estatutos, y “se acordó que Martí fuera
el encargado de redactarlas, de acuerdo con cuanto se había hecho mención.”
Aunque,
lógicamente, todos los integrantes de los clubes representados fueron
fundadores del Partido Revolucionario Cubano, en aquella fecha, los presentes
en el histórico hecho fueron: Lamadrid (cuya inclusión en el acta no sabemos si
recoge su presencia física, o por hacer justicia a su rol en aquel acto
fundacional), Martí, Figueredo, Poyo, Carlos Borrero (Juan Millares, en
verdad), Serafín Bello, Cayetano Soria, Teodoro Pérez, Ángel Barrios, Esteban
Candau, Eligio Carbonell, Arturo González, Rosendo García, Cecilio Enríquez,
Eduardo H. Gato, Francisco Camillón, José D. Hernández, José Leyva, Gerardo Castellanos,
Nicolás C. Salinas, Benigno Benítez, Antonio M. Castillo, Carlos Baliño, Juan
A. Calderón, Martín Herrera, José Rogelio Castillo Zúñiga y Francisco González,
quien fungió como secretario de la asamblea y fue el autor del acta.
Son 27
ilustres veteranos separatistas, a quienes la posteridad debe un cabal y
merecido reconocimiento, como actores principales que fueron, junto a los
mayores protagonistas, encabezados por Lamadrid, Poyo, Figueredo y,
sobresalientemente, José Martí Pérez, nuestro Héroe Nacional.
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