“1912 en la memoria”
finalizó en Santiago
Fructífero
final del evento
Con un
conjunto de intervenciones, ricas todas en datos y en puntos de vista -que no
sólo dieron nortes a muchas discusiones, sino pábulo también a esas polémicas
serenas y profundas-, concluyó en Santiago de Cuba el evento “1912 en la
memoria”, que auspiciado por la filial santiaguera de la UNEAC , las oficinas del
Historiador y del Conservador de la
Ciudad , de la
Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC) y la Fundación Caguayo ,
se celebró desde el pasado día 16.
Fue –a
juicio de una aplastante mayoría de los participantes, interrogados al efecto-
un evento digno del esfuerzo rendido por sus organizadores y concurrentes, con
el fin de romper el silencio de casi un siglo sobre este funesto y aleccionador
suceso, cuyas deliberaciones mostraron hasta dónde pudo llegar el desespero de un
sector de la sociedad cubana, tanto por la usurpación de los legítimos y
legales derechos de su raza como por el menoscabo cotidiano contra ella;
adónde, el odio insuflado por la propaganda atrabiliaria del racismo visceral;
adónde –¿por qué no?-, el erróneo cálculo y la exasperada decisión; adónde, un
enfrentamiento -al cabo fraticida, porque enfrentó a hermanos contra hermanos-,
y a dónde, en fin, los bajos instintos desbocados, que dieron salida a tanta
sevicia criminal, cuya expresión matemática son esas horribles sumas de 3 500,
5 000 -y hasta 10 000,según los diferentes estimados- negros muertos (rebeldes y pacíficos), regados por los
campos de Cuba; de otros miles que colmaron los talegos de la isla y de muchos
más, arrancados de sus hogares, en imitación kafkiana de las reconcentraciones
aplicadas por los españoles para enfrentar las guerras separatistas.
Tales
fueron, esencialmente, los saldos de las palabras de apertura oficial, por del
presidente de la filial santiaguera de la UNEAC , Rodolfo Vaillant; de las pronunciadas en
su conferencia magistral por el presidente de la Academia de la Historia , director de la Biblioteca Nacional
José Martí y premio nacional de Ciencia Sociales y de Historia, Eduardo
Torres-Cueva, en su conferencia magistral, con la que dio inicio el evento
teórico; también, las de los participantes en las dos mesas de especialistas de
varias partes del país, y de la intervención especial de Abel Prieto, asesor del
presidente de los consejos de Estado y de Ministros de la República de Cuba; todas
las cuales abordaron problemas medulares del acontecimiento trágico de 1912, lo
mismo de aquellos relacionados con los antecedentes más lejanos o inmediatos, que sobre la abundante hechología salvada y las múltiples visiones
interpretativas.
Igual
dividendo rindió el trabajo por comisiones, durante el último día de sesiones,
en el que se expusieron numerosas ponencias de estudiosos sobre el racismo, la
discriminación y los prejuicios raciales en Cuba, casos de abusos concretos
contra la población negra cubana, acerca de la fundación del PIC, su representación
popular y su prohibición legal, las intenciones y actitud de los Estados Unidos
antes, durante y después de estos sucesos, y las consecuencias de los
acontecimientos de 1912 en la isla, entre otras.
Precedió a
esas fructuosas discusiones de la última fecha de trabajo, la intervención
especial de Heriberto Feraudy, presidente de la “Comisión Nacional Aponte”, de la Unión Nacional de
Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), quien, además de pronunciarse sobre los
asuntos anteriormente esbozados, rindió información sobre la labor llevada a
cabo por la entidad que preside, a lo largo y ancho del archipiélago cubano.
“Una labor
–dijo Feraudy- que ha ido mucho más allá de la recordación de aquel prócer
negro cubano, de la reivindicación de su figura y de la conspiración que lideró
en 1812” ,
puesto que, en este año del bicentenario de aquel extraordinario hecho y de la ejecución
del flébil martir, y se ha dirigido al rescate de muchas personalidades
“inexplicablemente” olvidadas; intervención que mostró, para algunos, la
conveniencia de que esa comisión –viva en varias provincias cubanas- extendiera
su presencia activa a las provincias de Santiago de Cuba y Guantánamo, con la
pronta constitución de sus respectivas filiales.
El cierre
del evento “1912 en la memoria” no pudo ser más atinado, con un acto masivo con
la población de la comunidad de Mícara (municipio santiaguero de Segundo Frente), que sobrepasó la simple develación de la
tarja, que en honor a los mártires caídos en aquellos enfrentamientos, donó la Fundación Caguayo ,
y que la Comisión Provincial
de Monumentos –según acta leída por su presidenta Martha Hernández- decidiera
colocar justamente allí, por ser el sitio donde se libró el combate más duro y
cruento, a resulta del cual cayera en la zona el líder máximo del alzamiento
del Partido de los Independientes del Color (PIC), general del Ejército
Reivindicador, Evaristo Estenoz Coromina, comandante que había sido del
Ejército Libertador, durante la última guerra independentista contra España.
Actividad, asimismo,
en la que esa comunidad rural dio agradable acogida a
la música lírica, a la música coral; lugar que fue no menos emocionado albergue a las
palabras tremendamente justas de la historiadora de la ciudad de Santiago de
Cuba, doctora Olga Portuondo, y demostración palmaria de telurismo histórico en
Mícara, incluso por sobre la toponimia que inmortaliza a Estenoz con la
nominación de una loma y de otros lares de este sitio; es decir, en el estremecedor relato grabado a
esa ancianita, que con palabras de pueblo, llanas y fulminantes -a partir de la narración oral de su madre-, habló de los miles de guardias que poblaron
de momento aquel lugar, del horrible estruendo de los enfrentamientos, de los
miedos sentidos y de los cerdos alimentándose de los cadáveres de muchos
rebeldes, y que así resumió, sin pretenderlo, buena parte de lo que los estudiosos del
tema tomaron meses y años en escudriñar, y no pocas horas en exponer; palabras
que se alojaron en muchas almas durante aquel sencillo acto, y que se me
antojaron una tarja más grande y honorífica, que aquella de bronce, modesta y
justa, allí colocada.
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