Trascendente,
por haber mostrado un cierto distanciamiento en el prontuario de sus
respectivos idearios políticos -en el de los tres más altos personajes de la
revolución iniciada-, La
Mejorana fue el primero de varios hechos que vendrían a
confirmar a Martí determinados indicios de una potencial disyunción en el
liderazgo del movimiento revolucionario…
Su propio Diario
de Campaña constituye fuente esencial para comprender cuanto hay de verdad
en dicho aserto, y tanto de mito –fruto de la devoción y lejos de los hechos-
en aquellas afirmaciones de su presunta elevación a la jefatura revolucionaria
de la guerra, durante la reunión del célebre trío, el 5 de mayo de 1895.
No ya
únicamente lo que escribió Gómez, correspondiente a esa fecha: “Después, y como a eso de las 4 de la tarde [Maceo] nos condujo a las
afueras de su campamento, en donde pernoctamos solos y desamparados, apenas
escoltados por 20 hombres bisoños y mal armados.”, sino lo reseñado por Martí en su diario, cuyo epílogo del día no puede ser más elocuente: “Por ahí se van Uds.[…] Y así,
como echados, con ideas tristes, dormimos.”
En efecto,
también, al cerrar su reseña del 7 de mayo de 1895, Martí escribió: “Se pelea mucho en Bayamo. Está en armas
Camagüey. Se alzó el Marqués [Salvador Cisneros Betancourt] y el hijo de
Agramonte._ Hiede”, que –como hemos dicho- no es una palabra fuera de
contesto, sino que “hiede” viene a ser un modo muy martiano de mostrar su
esguince, de decir lo que en el lenguaje coloquial criollo equivale a: “Esto
huele mal”, lo cual –a mi modesto juicio- no parece ser otra cosa que la
aparición en el panorama de una de las grandes figuras históricas de la Guerra Grande , quien, con sus
propias aspiraciones políticas y su legión de seguidores camagüeyanos (y hasta
villareños), surgía entonces como un aspirante de fuerza a la presidencia de la
república en armas que se pretendía organizar.
El día 9,
por otra parte, revela Martí otro aspecto de la cuestión: el rechazo de Gómez a
la casi natural y potencial postulación de Martí, por parte de las fuerzas de
Masó, como futuro primer magistrado del gobierno revolucionario que nacería. “No me le digan a Martí Presidente: díganle
General: él viene aquí como General: no me le digan Presidente”; oposición
que reveló más aguda, en sus apuntes del siguiente día:
“Y cuando
Gómez dice: ‘Pues lo tienen a usted bueno
con lo de Presidente. Martí no será Presidente mientras yo esté vivo’:_y en
seguida, ‘porque yo no sé qué le pasa a los Presidentes, que en cuanto llegan
se echan a perder […]’ ”
A la
oposición casi manifiesta de Maceo, y a la presunción muy fundada de las aspiraciones de Cisneros
Betancourt, se unía la descarnada posición de Gómez. Así pues, los escollos
eran enormes y reales. Es muy probable que fuera por esas razones -entre otras
posibles- que el 14 Martí subrayase en su diario: “Escribo, poco y mal, porque estoy pensando con zozobra y amargura”.
Se sabe que
le han pedido reiteradamente su retorno a la emigración, donde –tal vez con
plena razón; quizás con otras intenciones- se le asegura sería más útil a la
revolución.
“¿Hasta qué punto será útil a mi país mi
desistimiento? –se interroga a sí mismo, y hasta a la posteridad-, para
responder a ambos: “Y debo desistir, en
acto: llegase la hora propia, para tener libertad de aconsejar, y poder moral
para resistir el peligro de que años atrás preveo [¿El poder en manos de
los militares?], y en la soledad en que
voy, impere acaso, por la desorganización e incomunicación que en mi
aislamiento no puedo vencer […]”
Aún, en
fecha 16, escribió, en lo que puede verse como una referencia al general Máximo
Gómez: “Convicción de Pacheco, el Capitán: que el cubano quiere cariño, y no
despotismo: que por el despotismo se fueron muchos cubanos al gobierno [español]
y se volverán a ir: que los que están en el campo, es un pueblo, que ha salido
a buscar quien lo trate mejor que el español, y halla justo que le reconozcan
su sacrificio. Calmo –y desvío- sus demostraciones de afecto a mí, y las de
todos.”
Diana de
prevenciones y de celos, avizorando atormentado el inmediato porvenir de la
revolución, a Martí –como parte de la tropa libertadora- le sorprendió la
presencia de la columna española de Sandoval frente a la fuerza insurrecta;
sobrevino el combate de Dos Ríos, y su determinación de igualarse, en coraje y
riesgo, a cualquier otro jefe mambí, y la terrible desgracia: su heroica caída
en combate, el 19 de mayo de aquel propio 1895.
Doce fechas
después, Maceo auspició la Junta
de Bijarú, para dar inicio a la institucionalización de la revolución, con la
mirada puesta en un gobierno de corte militar, o uno civil que dejara en
completa libertad a los militares para hacer la guerra de independencia. En
cuanto al general Gómez, después del fatal suceso, dejó encontradas
valoraciones sobre Martí, que fueron de la exaltación pública a la íntima
censura, en correspondencias a dos personajes de la emigración cubana en los
Estados Unidos.
Para colmo,
la Asamblea
de Jimaguayú fue un verdadero homenaje a la memoria del Mayor Ignacio
Agramonte; a los generales Gómez y Maceo y al presidente electo Salvador
Cisneros Betancourt, no exento de reconocimiento a Bartolomé Masó Márquez, el
veterano jefe manzanillero.
A lo mejor
sería demasiado exagerado considerar que en aquella magna asamblea, Martí fue
olvidado o evitado; pero es indiscutiblemente cierto que no se le rindió la
debida deferencia y la merecida distinción por sus inmensos aportes a la lucha
por la independencia y la libertad de nuestro país, y la incuestionable gloria
que conquistó al ofrendar su vida en el empeño. No tardó mucho, en verdad; semanas
más tarde, se evocó su apostolado en buena parte de la manigua; un año después, en
los propios campos rebeldes de Dos Ríos, las fuerzas insurrectas le levantaron un
original monumento de piedra, y, en lo adelante, y por siempre, el pueblo
cubano todo ha reconocido su gran obra, ha albergado su fecundo ideario y
venerado su excelsa figura, otorgándole el título de Héroe Nacional de Cuba.
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