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martes, 15 de mayo de 2012

Martí: De La Mejorana a Dos Ríos

En el 117 aniversario de su caída en combate



Trascendente, por haber mostrado un cierto distanciamiento en el prontuario de sus respectivos idearios políticos -en el de los tres más altos personajes de la revolución iniciada-, La Mejorana fue el primero de varios hechos que vendrían a confirmar a Martí determinados indicios de una potencial disyunción en el liderazgo del movimiento revolucionario…
Su propio Diario de Campaña constituye fuente esencial para comprender cuanto hay de verdad en dicho aserto, y tanto de mito –fruto de la devoción y lejos de los hechos- en aquellas afirmaciones de su presunta elevación a la jefatura revolucionaria de la guerra, durante la reunión del célebre trío, el 5 de mayo de 1895.
No ya únicamente lo que escribió Gómez, correspondiente a esa fecha: “Después, y como a eso de las 4 de la tarde [Maceo] nos condujo a las afueras de su campamento, en donde pernoctamos solos y desamparados, apenas escoltados por 20 hombres bisoños y mal armados.”, sino lo reseñado por Martí en su diario, cuyo epílogo del día no puede ser más elocuente: “Por ahí se van Uds.[…] Y así, como echados, con ideas tristes, dormimos.”
En efecto, también, al cerrar su reseña del 7 de mayo de 1895, Martí escribió: “Se pelea mucho en Bayamo. Está en armas Camagüey. Se alzó el Marqués [Salvador Cisneros Betancourt] y el hijo de Agramonte._ Hiede”, que –como hemos dicho- no es una palabra fuera de contesto, sino que “hiede” viene a ser un modo muy martiano de mostrar su esguince, de decir lo que en el lenguaje coloquial criollo equivale a: “Esto huele mal”, lo cual –a mi modesto juicio- no parece ser otra cosa que la aparición en el panorama de una de las grandes figuras históricas de la Guerra Grande, quien, con sus propias aspiraciones políticas y su legión de seguidores camagüeyanos (y hasta villareños), surgía entonces como un aspirante de fuerza a la presidencia de la república en armas que se pretendía organizar.
El día 9, por otra parte, revela Martí otro aspecto de la cuestión: el rechazo de Gómez a la casi natural y potencial postulación de Martí, por parte de las fuerzas de Masó, como futuro primer magistrado del gobierno revolucionario que nacería. “No me le digan a Martí Presidente: díganle General: él viene aquí como General: no me le digan Presidente”; oposición que reveló más aguda, en sus apuntes del siguiente día:
“Y cuando Gómez dice: ‘Pues lo tienen a usted bueno con lo de Presidente. Martí no será Presidente mientras yo esté vivo’:_y en seguida, ‘porque yo no sé qué le pasa a los Presidentes, que en cuanto llegan se echan a perder […]’ ”
A la oposición casi manifiesta de Maceo, y a la presunción muy  fundada de las aspiraciones de Cisneros Betancourt, se unía la descarnada posición de Gómez. Así pues, los escollos eran enormes y reales. Es muy probable que fuera por esas razones -entre otras posibles- que el 14 Martí subrayase en su diario: “Escribo, poco y mal, porque estoy pensando con zozobra y amargura”.
Se sabe que le han pedido reiteradamente su retorno a la emigración, donde –tal vez con plena razón; quizás con otras intenciones- se le asegura sería más útil a la revolución.
¿Hasta qué punto será útil a mi país mi desistimiento? –se interroga a sí mismo, y hasta a la posteridad-, para responder a ambos: “Y debo desistir, en acto: llegase la hora propia, para tener libertad de aconsejar, y poder moral para resistir el peligro de que años atrás preveo [¿El poder en manos de los militares?], y en la soledad en que voy, impere acaso, por la desorganización e incomunicación que en mi aislamiento no puedo vencer […]”
Aún, en fecha 16, escribió, en lo que puede verse como una referencia al general Máximo Gómez: “Convicción de Pacheco, el Capitán: que el cubano quiere cariño, y no despotismo: que por el despotismo se fueron muchos cubanos al gobierno [español] y se volverán a ir: que los que están en el campo, es un pueblo, que ha salido a buscar quien lo trate mejor que el español, y halla justo que le reconozcan su sacrificio. Calmo –y desvío- sus demostraciones de afecto a mí, y las de todos.”
Diana de prevenciones y de celos, avizorando atormentado el inmediato porvenir de la revolución, a Martí –como parte de la tropa libertadora- le sorprendió la presencia de la columna española de Sandoval frente a la fuerza insurrecta; sobrevino el combate de Dos Ríos, y su determinación de igualarse, en coraje y riesgo, a cualquier otro jefe mambí, y la terrible desgracia: su heroica caída en combate, el 19 de mayo de aquel propio 1895.
Doce fechas después, Maceo auspició la Junta de Bijarú, para dar inicio a la institucionalización de la revolución, con la mirada puesta en un gobierno de corte militar, o uno civil que dejara en completa libertad a los militares para hacer la guerra de independencia. En cuanto al general Gómez, después del fatal suceso, dejó encontradas valoraciones sobre Martí, que fueron de la exaltación pública a la íntima censura, en correspondencias a dos personajes de la emigración cubana en los Estados Unidos.
Para colmo, la Asamblea de Jimaguayú fue un verdadero homenaje a la memoria del Mayor Ignacio Agramonte; a los generales Gómez y Maceo y al presidente electo Salvador Cisneros Betancourt, no exento de reconocimiento a Bartolomé Masó Márquez, el veterano jefe manzanillero.
A lo mejor sería demasiado exagerado considerar que en aquella magna asamblea, Martí fue olvidado o evitado; pero es indiscutiblemente cierto que no se le rindió la debida deferencia y la merecida distinción por sus inmensos aportes a la lucha por la independencia y la libertad de nuestro país, y la incuestionable gloria que conquistó al ofrendar su vida en el empeño. No tardó mucho, en verdad; semanas más tarde, se evocó su apostolado en buena parte de la manigua; un año después, en los propios campos rebeldes de Dos Ríos, las fuerzas insurrectas le levantaron un original monumento de piedra, y, en lo adelante, y por siempre, el pueblo cubano todo ha reconocido su gran obra, ha albergado su fecundo ideario y venerado su excelsa figura, otorgándole el título de Héroe Nacional de Cuba.

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