Sobre una
superficie de unos 300 metros cuadrados ,
poco más o menos; justo en un recodo de la antigua y siempre populosa Calle de
las Enramadas (que aún nadie nombra por su designación oficial: José A. Saco),
entre las señaladas otrora como Calle de la Carnicería (hoy Pío
Rosado) y la de San Bartolomé (Quintín Banderas), con el segmento de fondo del
Callejón del Carmen; en fin, en uno de los puntos más céntricos que pudieran
señalarse en la ciudad, se halla este animado y sombreado recinto de Santiago
de Cuba…
sábado, 30 de junio de 2012
“De Labra”, o “Parquecito Serrano”: recodo palpitante de mi ciudad
Santiago de Cuba y su monumentalidad (V)
domingo, 24 de junio de 2012
Sagarra: el más grande héroe civil
206
aniversario del natalicio
del gran educador santiaguero
A pesar de
no haber librado ningún combate militar, ninguna exitosa campaña política,
aunque no ocupó un lugar entre los afamados escritores de su tiempo ni contarse
entre los célebres de la ejercitación física; así como tampoco, de estar entre
quienes han protagonizado alguna acción espectacular para salvar la existencia
de algún ser; sin embargo de todo eso, Juan Bautista Sagarra Blez es un héroe
verdadero, de los más grandes que dio una ciudad de héroes antonomásticos, como
es Santiago de Cuba, de los indiscutibles, de los que, cuando uno se asoma a
sus biografías, siente elevación de ánimo y el deseo de imitarlos; en fin, de
los más necesarios en la vida de cualquier pueblo…
domingo, 17 de junio de 2012
La muerte de Máximo Gómez
17 de junio:
107 años de un triste suceso
El 26 de abril de 1905 - cuarenta años
después de haber estado en esta ciudad por primera vez -, llegó el Generalísimo
Máximo Gómez a Santiago de Cuba, donde la noche no fue obstante para que
familiares, amigos y una representación del pueblo santiaguero le diera la
bienvenida.
El ilustre viajero, quien vino con su
esposa, Bernarda del Toro y su hija Clemencia, se hospedó en casa de la actual
calle Hartman (San Félix) n. 463. Intenso programa el del viejo prócer, quien –
al decir de algunos testimoniantes de la época, aunque sin demostración alguna
– se hizo una pequeña llaga en la mano, a causa de los reiterados saludos, y de
la cual contrajo una infección, estado que afectó más aún la noticia acerca de
la muerte de su entrañable compañero de la Guerra Grande , el brigadier
Rafael Rodríguez.
jueves, 14 de junio de 2012
Maceo ante las prevenciones
167
aniversario del natalicio
del general
Antonio Maceo
Puede
decirse con entera certeza que el líder independentista cubano que más elogios
cosechó y, a la vez, quien más tuvo que enfrentar prevenciones y vituperaciones
gratuitas, fue, sin duda, el general Antonio Maceo Grajales.
En la
medida en que su nombre y figura se fueron haciendo más populares en la manigua
–y hasta en el exterior-; tan pronto como fue escalando los grados más elevados
del Ejército Libertador y, por consiguiente, su influencia potencial iba
creciendo en los ámbitos de la insurrección y de los emigrados revolucionarios,
Maceo fue blanco de todo tipo de celebraciones y, también, de las más bajas
especies, que él reseñaría, entre otras, de las siguientes maneras: ----“Que de
mucho tiempo atrás, si se quiere, ha venido tolerando especies y
aseveraciones”.
-“[…]
víctima de propaganda atrabiliaria del Gobierno de usted [general Polavieja] y
de algunos cubanos.”
-“Estoy
decepcionado, hasta mis más amigos me hacen sufrir cosas horrorosas, sólo por
Cuba podría yo soportar tales crueldades.”
-“Tengo
bastante con los desengaños recibidos y con el desencanto que producen las
miserias humanas, que han sido para mí una plaga de toda mi vida.”
lunes, 11 de junio de 2012
“Mayía”: el grande y noble cubano
Contaba apenas 19 años de edad, casi un niño, cuando Carlos Manuel de Céspedes y sus heroicos seguidores dieron el grito de independencia, y cuando, respaldada por otros hacendados orientales levantados en armas, la revolución separatista comenzó a expandirse hacia el este. Los rebeldes tomaron Palma Soriano (1. noviembre), El Cobre (24 de noviembre) y muchos puntos estratégicos cercanos a Santiago de Cuba.
Imantado por la enorme bandera cubana que flameaba en la cima de una de las lomas que circundan esta urbe caribeña, se fue Mayía a ingresar en las huestes de aquellos libertadores; y fue tal su determinación, que no valieron las razones argüidas por el padre para regresarlo al hogar. “Si me hace pasar por esa humillación y ese deshonor, me suicido”, dijo a su progenitor. Se iniciaba así una de las carreras militares más sobresalientes en la historia de Cuba.
José María Rodríguez y Rodríguez fue el segundo de los dos varones –de siete hijos en total- que tuvo el matrimonio de José María Rodríguez Jiménez y Carmen Rodríguez de los Espejos; una rica familia, propietaria del ingenio Oriente (de más de 220 hectáreas y 27 esclavos de dotación), así como también de varias viviendas en la ciudad de Santiago de Cuba, incluida la de San Tadeo (hoy Aguilera) n.26, donde nació el Mayía, 13 de junio de 1849.
Ambiente de enfática moral católica y holgada economía, de cultivo del saber, fue el que prevaleció en aquella vivienda. Pequeño era cuando pudo haber comenzado a sufrir la familia los efectos de las altas imposiciones tributarias, razón por la que, al parecer, vendió el padre su fábrica de azúcar y su plantación cañera -hacia 1854-, tomando empleo en el ayuntamiento de la ciudad.
Pero estos factores no serían un obstante en la educación del joven Mayía, que cursó sus estudios primarios y secundarios en el reputadísimo Colegio Santiago, de su ciudad natal, cuyo claustro profesoral en aquellos años, era comprable con los más célebres y rigurosos de su tipo en Cuba -y allende los mares.
Como hemos dicho, muy joven se unió Mayía a la Revolución, y fue tan extensa y brillante su trasyectoria, que el espacio de este trabajo sólo nos permite enumerar brevemente sus muchos servicios a la patria.
Primero, estuvo a las órdenes del generales Donato del Mármol Tamayo, que lo hizo uno de sus ayudantes, desde fines del año 68 y lo elevó al rango de capitán, por sus méritos de guerra e inteligencia. Sirvió, luego, bajo el mando de los generales dominicanos Luis Marcano Álvarez y Máximo Gómez Báez; sin excluir a otros jefes como el temerario coronel Policarpo Pineda y el general Antonio Maceo Grajales -con quien sufrió Mayía sus dos primeras heridas en combate: el 29 de noviembre de 1869 y el 29 de enero de 1870.
Hizo la Invasión a Guantánamo (1871), con el general Gómez, durante la cual se destacó en combates como , Loma de la Galleta y el Cafetal La indiana.
Formó parte del contingente destinado a la Invasión de Occidente (1874-1876) –también bajo el mando del general Gómez. En el combate de Potrero de Naranjo (febrero de 1874) una bala le destrozó la rodilla derecha. El médico que lo atendió le preguntó cómo quería que le recolocase la extremidad, y Mayía le dio estas palabras por respuesta: “Que me sirva para seguir montando a caballo”.
En septiembre de 1877, ya como teniente coronel, salvó la vida del general Antonio Maceo, cuando éste, con múltiples heridas en su cuerpo, estaba punto de ser capturado o aniquilado por una considerable fuerza española.
Fue de los que, junto a Maceo, protestó en Baraguá, en rechazo al Pacto del Zanjón, y a favor de continuar la lucha, por lo que recibió su ascenso a coronel del Ejército Libertador. Cuando cubanos tan dignos tuvieron que capitular –porque el país y la emigración les dio la espalda-, quedó en su Santiago de Cuba natal, donde pocos meses después era uno de los principales organizadores de una nueva conflagración independentista. Por esta razón, fue apresado y enviado a prisiones en islas del Mediterráneo español, junto al brigadier Flor Crombet y los coroneles Pedro Martínez Freire, Pablo Beola y Antonio Aguilera, entre otros patriotas.
Al obtener su libertad, se fue a vivir a la República Dominicana, donde fundó con la joven Manuela Pou una familia de tres hijos, y fomentó una pequeña colonia cañera de algo menos de 1 caballería.
Enterado, en octubre de 1893, que el general Máximo Gómez era el jefe militar del nuevo movimiento que se organizaba para hacer la independencia de las islas de Cuba y de Puerto Rico, escribió de inmediato a su jefe, compadre y amigo, recordándole: “Yo no soy hombre de vacilaciones ni [de] inconvenientes cuando se trata de cumplir con el deber”.
Así fue: en noviembre de 1894, Gómez lo envió junto a Martí para ultimar los detalles del proyecto de invasión conocido como Plan de Fernandina. Cuando fracasó dicho plan, en enero de 1895, al descubrir las autoridades estadounidenses las armas de los cubanos, consoló y alentó a Martí, y lo apoyó en la decisión de llevar a cabo el levantamiento en la segunda quincena de febrero, pese a las pérdidas y el desaliento de muchos.
En la orden de alzamiento de 24 de febrero, junto a las rúbricas de Martí y del representante de los revolucionarios de la zona occidental de Cuba, Enrique Collazo, aparece la suya, firmando a nombre del general Gómez.
Luego, se dio a la tarea de organizar su propia expedición, en la cual se enrolaron recios veteranos, como los coroneles Francisco Pérez Garoz y Fernando Cortiña, y el teniente coronel Buenaventura Beatón, entre muchos otros, con el fin de desembarcar en Oriente, y unirse al general Maceo para hacer la ya proyectada Invasión a Occidente. Por desgracia, defectos insuperables de su embarcación lo obligaron a sumarse a la expedición de los generales Carlos Roloff y Serafín Sánchez, con quienes desembarcó en Tunas de Zaza (Sancti Spíritus), el 24 de julio de 1895.
En los campos de Cuba Libre, se desempeñó como Jefe de Estado Mayor de Roloff, hasta la llegada a Las Villas del general Gómez -por entonces en el Camagüey. Organizó las fuerzas villareñas, comprendidas las del territorio de Colón (actual provincia de Matanzas). Fue, sucesivamente, jefe del 3. Cuerpo y del Departamento Oriental del Ejército Libertador –esto último por breve tiempo, pues al descubrir que era maniobra turbia del presidente del Consejo de Gobierno contra José Maceo, renunció a dicha investidura.
Absuelto de un consejo de guerra, al que lo sometió Gómez por presunta desobediencia, marchó -cumpliendo una orden de este mismo jefe- rumbo a occidente, con 200 hombres y 70 000 tiros, en cuya ruta fue sorprendido y herido en la rodilla izquierda.
Ya con los grados de mayor general, y muerto el general Maceo, Mayía fue nombrado, a propuesta de Gómez, jefe del Departamento Occidental del Ejército Libertador -convirtiéndose, de este modo, en el único cubano que ocupó la jefatura de los dos departamentos del Ejército Libertador, en la Guerra del 95.
Venciendo severos choques y reveses, logró, al fin, llevar su pequeña fuerza hasta los predios de la provincia habanera, donde asentó su jefatura, y concluyó la guerra con grandes aciertos, que le ganaron la reputación de ser un táctico sólo superado por Gómez y Maceo.
Receloso de las intenciones norteamericanas de perpetuar su dominación en Cuba, fue de los generales mambises que exigieron la retirada de las fuerzas interventoras, toda vez que ya estaba cumplida su misión en la Isla; y de los que estuvo dispuesto al sacrificio mayor, si tan funesto presagio se hacía realidad.
Quienes le conocieron con mayor intimidad, afirmaron de él: “Tanto como mandar, sabía obedecer… Fue un hombre íntegro, honrado a carta cabal, sereno en el juicio y en la conducta, de extensa cultura, sencillo, modesto y desprendido en cuanto a lo material.”
Murió sumido en una gran pobreza; él, que fuera hijo de holgada familia, que llegó a ser el tercer en jerarquía dentro del Ejército Libertador, que tanto luchó por la independencia patria, la libertad del pueblo de Cuba y la concordia y la fraternidad de todos los cubanos; él, a quien Martí calificó como “el más virtuoso de los compañeros”.
La Plazoleta Bacardí
Santiago de
Cuba y
Su
monumentalidad (V)
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Plaza y museo Bacardí |
La plaza
Bacardí es, en verdad, un encanto: está entre los parques Céspedes y Aguilera, como
si pretendiese ocultarse entre sus significativas edificaciones; así pues, solo
la descubre quien, desde uno u otro punto de la ciudad, o quien, desde la calle
Heredia a Enramadas, o viceversa, transita la calle de la Carnicería y desemboca
en ella.
viernes, 1 de junio de 2012
Cuando Maceo quiso formar el gobierno
El verdadero antecedente de
Cerraba
mayo de 1895, y el general Antonio Maceo Grajales aún permanecía en Bijarú,
víctima de una grave indigesta, cuyos interesantes pormenores nos han llegado por
los relatos del doctor puertorriqueño Guillermo Fernández Mascaró, médico
personal del héroe.
Allí, en
medio de su franca recuperación, se enteró Maceo de la caída heroica de José
Martí, en Dos Ríos, y creyó impostergable el proceso de institucionalizar la
revolución, que ya sobrepasaba sus tres meses de vida.
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