El 26 de abril de 1905 - cuarenta años
después de haber estado en esta ciudad por primera vez -, llegó el Generalísimo
Máximo Gómez a Santiago de Cuba, donde la noche no fue obstante para que
familiares, amigos y una representación del pueblo santiaguero le diera la
bienvenida.
El ilustre viajero, quien vino con su
esposa, Bernarda del Toro y su hija Clemencia, se hospedó en casa de la actual
calle Hartman (San Félix) n. 463. Intenso programa el del viejo prócer, quien –
al decir de algunos testimoniantes de la época, aunque sin demostración alguna
– se hizo una pequeña llaga en la mano, a causa de los reiterados saludos, y de
la cual contrajo una infección, estado que afectó más aún la noticia acerca de
la muerte de su entrañable compañero de la Guerra Grande, el brigadier
Rafael Rodríguez.
Por una razón u otra, es lo cierto que
el 3 de mayo, el gran estratega de la guerra separatista enfermó aquí, en esta
ciudad caribeña, donde fue atendido, inicialmente, por su ilustre compatriota,
el Dr. Francisco Henríquez Carvajal.
El día 17, llegó a la ciudad el
secretario de Hacienda del Gobierno, mayor general del Ejército Libertador Juan
Rius Rivera, encargado por el gabinete para
cerciorarse del estado del general Gómez,
por lo cual vino acompañado de los eminentes doctores habaneros Jacobsen y José
Pereda.
El día 19 de mayo, la situación era tal
que el alcalde de la ciudad, don Emilio Bacardí Moreau suspendió – y también
por la fatal coincidencia de la gravedad de María Cabrales, viuda de Maceo -
los actos conmemorativos por el tercer aniversario del nacimiento de la República.
Tres fechas más tarde, se unieron a los
dos médicos de la Capital,
los doctores Felipe Martínez Ferrer y Urbano Guimará, a fin de auxiliar a los
dos anteriores galenos en la atención al enfermo, quien aparenta estar fuera de
peligro, con poca fiebre y estado muy conversador.
En la cabecera, están sus hijos Máximo
y la esposa de éste, la hija del general, Clemencia y toda la familia Calá
Antúnez, que mora la casa.
El 7 de junio, a las 12 del mediodía,
el gobierno de la República
fletó un tren especial para trasladar al Generalísimo para la ciudad de La Habana, a los familiares y
a los doctores Pereda y Jacobsen.
El noble guerrero, momentos antes de
partir el tren, estrechó las manos del ilustre santiaguero, el alcalde Emilio
Bacardí, y le dijo: “Así me despido del pueblo de Santiago.”, como presintiendo
su muerte pronta...
Aquí en la ciudad, después de esperar
con tanta paciencia como entereza, a la partida del Generalísimo hacia La Habana, el Dr. Henríquez
Carbajal dio a conocer que se retiró del caso de su amigo y gran paisano,
porque el Dr. Pereda se opuso a que asistiese a la consulta con el Dr.
Jacobsen.
“Eso ha sido todo”, dijo el médico - y
luego presidente de la
República Dominicana
(1915-1916): “Una proposición absurda y ofensiva del Dr. Pereda, formulada por labios de los
hijos del General. Hora es ya de decir muy alto que en torno del General Máximo
Gómez ha habido una intriga grosera y mezquina, en la cual se ha querido
especular con el nombre del ilustre libertador.”
El 17 de junio de 1905 se supo la
infausta nota del fallecimiento del gladiador extraordinario, del héroe de
tantos combates y de la emigración, de los grandes preparativos de revoluciones
y de los primeros años de vida republicana de Cuba.
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