Guillermón
en el 117
aniversario
de su muerte
En los
elogios que habitualmente prodigamos a nuestros grandes próceres de las luchas
independentistas de los cubanos frente al yugo español, en los méritos que –sin
confirmar verdaderas pertenencias- repartimos a unos y otros, el mayor general
Guillermo Moncada Veranes suele ser uno de los grandes perjudicados…
En efecto, porque
no obstante el hecho de que todos en Cuba le reconocen a Guillermón el título
genérico de ser uno de los grandes de la patria; cuesta trabajo ciertamente
encontrar revelaciones concretas de su extraordinaria y justa gloria en pasados
y muy relevantes hechos patrióticos, conspirativos y de guerra, en los cuales
fue él figura central, lo mismo en la
Guerra de los Diez Años que en la Segunda Campaña.
Cuesta,
ciertamente, hallar el justiprecio de su figura y de su obra en los seis años
prisionero en mazmorras colonialistas por el Mediterráneo, o en los 8 años
posteriores como horcón del independentismo en Oriente (Cuba), y, especialmente,
como la verdadera autoridad militar y moral que –cuando menos en la zona
oriental de la Isla-
organizó la conspiración y coordinó el alzamiento separatista, que desembocara
en la Guerra
de Independencia de 1895 en la
Isla.
Pocos saben
-y menos son los que lo reconocen, a pesar de saberlo- que, sobre la red
formada de anteriores gestas, en cuya arquitectura tuvo él participación
destacada, fue Moncada quien reestructuró, desde diciembre de 1894, la red de
comités revolucionarios en Oriente, con vistas a la nueva contienda bélica separatista;
es decir, el desiderátum, la añeja y
continua previsión de los grandes jefes veteranos mambises y de la emigración
revolucionaria, entonces abonada con la gran labor del Partido Revolucionario
Cubano, en varios órdenes organizativos.
Así
ocurrió: fue él, Moncada, quien, por medio de emisarios y comisionados
–conjuntamente con otros enviados por los generales Antonio Maceo, Flor Crombet
y Máximo Gómez, así como también por el Delegado del PRC, José Martí-, dio vida
a aquel patriótico convite, y lo mantuvo vivo, cohesionado y listo, cual
demuestran los testimonios de Saturnino Lora, José Figueredo, Moisés Sariol,
Juan Saborit, Tomás Bueno y muchos combatientes más, en los que se dan noticias
de sus diligencias ante Periquito Pérez, Lora y Salcedo, los Sartorio, Capote
Sosa e, incluso, ante Joaquín Castillo López, en Sancti Spíritus.
Fue él,
asimismo, quien salvó el movimiento de la represalia gubernamental, cuando el
complot quedó prácticamente al descubierto; fue él quien supo establecer a
tiempo la más estricta clandestinidad para todos los líderes de las futuras
acciones, y quien logró poner a buen recaudo todos los recursos de guerra de
que disponían por entonces; él -quien herido de muerte por la tuberculosis- dio
la orden de alzamiento, se levantó en armas, y mantuvo la permanencia de casi
todos los rebelados y la mínima cohesión indispensable en el seno de aquel
contingente insurrecto, frente al desaliento de algunos y a la gestión enemiga,
que con las armas, las comisiones pacificadoras y la propaganda, intentó
enervar el movimiento…
En medio de
su cruel enfermedad, debilitado su cuerpo en cada jornada por el esfuerzo y la
lluvia, echando en cuajos sus pulmones, iba Moncada muriendo fecha tras fecha,
pero, con cada trozo de su existencia, iba, también, insuflando vida a la
insurrección incipiente, y cuando ya sintió que no podía más, que el trágico
fin personal estaba cercano, tuvo fuerzas aún para, el 17 de marzo de 1895, en
Sabana la Burra ,
delegar el mando de todas las partidas orientales en el coronel de la Guerra Grande Bartolomé Masó
Márquez, el líder de la
Revolución en Manzanillo, jefe de mayor jerarquía militar en
todo Oriente, después de él.
Murió en
Mucaral (punto geográfico entre los actuales municipios de
San Luis y
Segundo Frente, en la provincia de Santiago de Cuba), el 5 de abril de 1895,
pero sólo después de haber cumplido tan sacratísimas misiones, aquel ébano
colosal que tantos episodios espectaculares protagonizó en las tres guerras
separatistas de los cubanos contra la dominación española; aquel hidalgo que
tanto amor sin cuento derrochó por Cuba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario