Refutando un
dolo reciente
sobre
Mariana Grajales Cuello
Con
sospechosa persistencia, un mensaje sobre Mariana Grajales Cuello –Mariana
Maceo, para los países de habla inglesa- se está haciendo presente últimamente
en no pocas “pc” cubanas y de otros lares, supongo…
Por lo
pronto, son ya muchas las personas -entre historiadores, periodistas y amigos tocados en su
curiosidad- que nos han contactado con el fin de saber si el correo de marras
-atribuido a un denominado sitio “La Cuba Religiosa en la Red ”- responde a la verdad o
no; o saber, cuando menos, nuestra opinión acerca de las siguientes
aseveraciones:
-Que los
restos de Mariana Grajales Cuello fueron exhumados el pasado 24 de septiembre,
en el cementerio Santa Ifigenia, de Santiago de Cuba, por decreto de la Arquidiócesis de
esta provincia, después de dos años de trámites y gestiones entre el Vaticano y
el gobierno cubano.
-Que, tras
su fallecimiento, el 27 de noviembre de 1893, en Kingston (Jamaica), fue
enterrada en dicha ciudad [En el
cementerio católico de esa urbe, agregaríamos nosotros], donde permaneció
sepultado su cadáver por espacio de 30 años, hasta que, en abril de 1923, fue
conducido al campo santo santiaguero.
-Que, al
proceder al desenterramiento en Jamaica, “su cuerpo se encontraba totalmente
incorrupto”, por lo que “se le pidió al entonces presidente de la república
Alfredo de Zayas y Alfonso interceder con El Vaticano, pero éste se negó,
alegando que 30 años no eran suficientes para denominar de milagro el que el cuerpo
se encontrase perfectamente conservado.
-Que, ahora
[Tras 118 años de fallecida, y a 88 de su
segundo enterramiento, precisamos] los presuntos autores de la referida
segunda exhumación, en el cementerio de Santa Ifigenia, se encontraron con que
el cuerpo de Mariana Grajales Cuello se encontraba en perfecto estado de
conservación; quiero decir: como si no le hubiese pasado el tiempo.
-Que un
cuerpo incorrupto de tal forma se considera un milagro, y que una tal Carmen
Soler, supuesta vocera de la
Archidiócesis santiaguera, informó que ya está en proceso una
evaluación del caso por el Vaticano, a la vista de tal “milagro”…
-Así pues,
que de cumplirse todos los requisitos [¿?], Mariana Grajales Coello se
convertiría en la primera santa cubana.
SOBRADOS GAZAPOS
Los
dislates de esta nota del presunto sitio “La Cuba Religiosa en la Red ” son muchos y,
evidentemente, dolosos, en su inmensa mayoría.
Es forzoso
advertir – no obstante parecer fácil obviedad, que no lo es para quienes no son
muy duchos en la historia de las guerras de independencia de Cuba, ni muy
conocedores de la cronología de la primera contienda (de 1868 a 1878)-, primero: que
el fin de la Guerra Grande
no precedió al Pacto del Zanjón, sino al revés; segundo: que Antonio Maceo no
recibió un indulto, propiamente dicho, sino permiso del Gobierno español (el 8
de mayo de 1878) para salir al exterior, sabedor este –aunque convencido de su
imposibilidad material- de que el jefe rebelde iba de comisión del gabinete
provisional cubano en busca de apoyo para continuar la lucha; tercero: que las
familias de los jefes insurrectos –incluida la de Maceo- sí recibieron
indultos, desde abril de ese año 78, pero que Mariana no fue para Jamaica, sino
que quedó viviendo en Santiago de Cuba, como he demostrado documentalmente en
artículo publicado en el periódico Sierra
Maestra.
Ahora,
vayamos con los dolos por parte:
1.- Resultan
falsos, a todas luces, los supuestos “trámites y gestiones”, por dos años,
entre el Vaticano y el gobierno cubano (2009-2011), lo mismo que un presunto
decreto de la
Archidiócesis de Santiago de Cuba dictado para el
desenterramiento de Mariana Grajales Cuello, a tenor de que:
a) El
cementerio de Santiago de Cuba es entidad laica desde fines del siglo XIX, y
propiedad del Estado cubano, bajo administración del gobierno del país, el cual
no precisaría de autorización para realizar un acto como ese.
b) Mariana
Grajales Cuello –aunque fiel devota y practicante católica- no era una
personalidad eclesiástica, en ningún sentido, que hubiese podido determinar una
intervención del Vaticano, o de la Archidiócesis del territorio, en un caso como
ese, o al gobierno cubano –aunque fuese por deferencia- ceder tal prerrogativa.
2.- Que -aparte
de ser desconocida la aludida gestión del gobierno de Zayas ante el Vaticano,
en 1923- es absolutamente contradictorio el hecho de que la propia nota
considere que factores naturales hayan incidido en la entonces presunta
conservación del cuerpo –“que no era el primer caso conocido de un cuerpo preservado
en su totalidad en dicho cementerio”- y, a la vez, ya se le haya dado al
supuesto hecho la categoría de “milagro”.
3.- Que por
lo mismo, pese a que se pudiera considerar –si fuese real- algo poco común, el
mantenerse un cuerpo incorrupto por 118 años no significa que sea por una
acción de origen divino, o que no sea explicable por las leyes naturales, pues,
se sabe que casos iguales a ese atribuido al cadáver de Mariana se han
conservado a causa de factores físicos, ambientales y hasta por efecto de la
ingestión habitual de determinados medicamentos; de modo que no puede ser
considerado obra de un milagro.
4.- Que,
incluso, suponiéndolo tal -sin serlo, en verdad-, eso no daría razón ninguna
para que Mariana fuese declarada “santa”
por la iglesia católica, pues ese acontecimiento –nada verídico, repetimos- no
constituiría, en sí, uno de los varios requisitos que se deben cumplir para que
un mortal humano pueda ser venerado por los católicos universalmente.
5.- Que,
según se puede comprobar, no existe ninguna persona con el puesto de “vocero”
de la Archidiócesis
de Santiago de Cuba, como tampoco existe en esta entidad, incluso, la
mencionada Carmen Soler
6.- Que ni
funcionarios administrativos ni historiadores de la necrópolis de la capital
oriental de Cuba han corroborado –más bien desconocen- las afirmaciones sobre
la exhumación del cuerpo de Mariana, el pasado 24 de septiembre, como tampoco
antes o después.
7.- Que
resulta adicionalmente indicioso de la falsedad de esa versión, el que, en el
presunto desenterramiento de los restos de Mariana Grajales Cuello, no hubiere presencia
de autoridad partidista y gubernamental alguna de Cuba, ni cobertura
periodística consiguiente, a lo que debería haber sido tan importante suceso, el
cual, por tanto –sólo dando remota suposición de que hubiese sucedido-, se
habría realizado en absoluto secreto, sin que nada ni nadie lo justifique; acto
al que, por cierto, sólo tuvo acceso -¡vaya otra rareza!- el desconocido e
increíble sitio “La
Cuba Religiosa en la
Red ”.
Otra cosa:
si bien es cierto que el 24 de abril de 1923 fueron inhumados los restos de
Mariana en el cementerio de Santa Ifigenia -tras gestión de repatriación por
parte de personalidades santiagueras, del consiguiente popular recibimiento y
de su velatorio en el Ayuntamiento de la ciudad, que el autor (o autores de la
nota) no señalan-, son varias las fuentes que al reseñar las honras fúnebres y
última inhumación de Mariana en Santiago de Cuba, ese día, no sólo no hablan
nunca de cadáver conservado,
sino, por el contrario, como lo escribe Nidya Sarabia, en su libro Historia
de una familia mambisa: Mariana Grajales: “En una urna fueron depositadas
las cenizas mientras se mantuvo en capilla ardiente en la casa Consistorial”.
Resumidas
las cuentas: el mensaje de “La Cuba
Religiosa en la
Red ” se me antoja –ni más ni menos- una tomadura de pelo,
irreverente, harto grosera, que en oculta identidad esconde, también, su leit
motiv…
Mariana
Grajales Cuello no fue, no es -ni tiene por qué ser-otra cosa que lo que fue y
es: una mujer de virtud y fe, la matrona fructuosa de una pléyades de héroes
sin cuento; grande y auténtica heroína, ella misma, de nuestras luchas por la
abolición de la esclavitud y la independencia nacional y -con la aquiescencia
de su pueblo, pues- la Madre
de la Patria.
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