Una síntesis de la ideología
mambisa de su época
JOEL MOURLOT MERCADERES
El 25 de marzo de 1895, en la casa del
general Máximo Gómez Báez, en la localidad dominicana de Monrtecristi, se
concibió, para Cuba y América, un manifiesto-programa que resumió el carácter y
los objetivos de la revolución separatista que ya se había iniciado en la mayor
isla antillana, desde el 24 de febrero de ese propio año.
Suscrito “por la responsabilidad común
de su representación, y en muestra de unidad y solidez de la Revolución Cubana,
y como Delegado del Partido Revolucionario Cubano, y General en Jefe del
Ejército Libertador”; es decir, firmado por José Martí y Máximo Gómez, el
documento – contrariamente a lo que algunos autores han sostenido - resulta no
un prontuario martiano, sino una expresión de los conceptos básicos, en los que
concordaban los principales líderes del independentismo de la época, para dar
sustento ideológico a la revolución.
Esto es: si sumariamos aquella célebre
manifestación, podríamos distinguir ocho conceptos
esenciales contenidos y desarrollados en el documento. A saber:
1.- El nuevo estallido como una etapa
más de la revolución iniciada en Yara, el 10 de octubre de 1868; la guerra
emprendida por los cubanos no fue una opción caprichosa, sino resolución
ineludible.
2.- La guerra no era, en sí, contra los
españoles, sino contra la dominación española, y cuyo éxito podría alcanzar
“más fácil y amiga la paz en que han de vivir juntos padres e hijos”.
3.- En tal sentido, formula su dolor
por los españoles arrancados de su terruño para venir a morir a Cuba, y, más
que eso: los invita a pasarse al bando separatista.
4.- Enarbola la competencia de los
cubanos para obtener el triunfo en la lucha, salvar la patria y la República,
el derecho, el orden y la libertad.
5.- Proclama la revolución como
patrimonio de los cubanos todos, de negros y blancos, olvidados de odios.
6.- Proclama absolutamente que la raza
negra no es una amenaza en ningún sentido [como muchos aún la creían, fruto de
una propaganda aviesa y repetida por algunos interesados hasta la saciedad].
7.- El manifiesto compendia, además, las ideas
de que la guerra tiene por objeto dar una patria libre más adecuada al presente, a la
igualdad de las costumbres y a la paz del trabajo.
8.- Con esa patria conquistada en Cuba, a la vez, lograr “la confirmación de la república moral en América, y la creación de un archipiélago libre, donde las naciones respetuosas derramen las riquezas que a su paso han de caer sobre el crucero del mundo”
8.- Con esa patria conquistada en Cuba, a la vez, lograr “la confirmación de la república moral en América, y la creación de un archipiélago libre, donde las naciones respetuosas derramen las riquezas que a su paso han de caer sobre el crucero del mundo”
La unicidad de los movimientos
revolucionarios, desde el 68 hasta el 95, se observa con meridiana claridad en
el pensamiento de casi todos nuestros grandes próceres separatistas, como son
los casos de Gómez, en su expresión de “levantar nuevamente la revolución” –
más de una vez dicha -, y de Maceo, quien a sus manifestaciones de apoyo a reanudar
la lucha y ponerse “nuevamente al lado de la bandera de la Razón y el Derecho”,
agregó la simbólica partida de su gloriosa invasión desde los Mangos de
Baraguá, en clara señal del puente tendido entre una y otra contienda.
Identidad parecida se observa en el
menester de la vía violenta: “(...) el pueblo cubano (...) tiene necesidad de
buscar su verdadera paz por el camino de la guerra”, diría Gómez en 1894; “Bien
quisiera yo que existieran medios de efectuar cuanto digo sin los horrores de
la guerra”, señalaría Maceo, desde junio de 1881, para la cual llaman ambos a
los cubanos todos, sin embargo, a prepararla concienzudamente.
Concuerdan las ideas del Manifiesto de
Montecristi, además, en cuanto a la seguridad de la victoria: “(...) mis
esperanzas se fundan – diría Gómez – en el derecho y valor de los cubanos”, y
Maceo lo abreviaría más, al decir, desde noviembre de 1886: “Perseveremos y
Venceremos”, y también en la posición frente a los españoles, que para el
Generalísimo se simplifica en “!Españoles!: o quedaos con nosotros como
hermanos, o arreglad las maletas (nunca atacándolos)", y que Maceo lo expresara
así, desde los años 80s: “Vamos a hacer la guerra al Gobierno, no le tiraremos
a los españoles por el mero hecho de serlo, lo haremos con aquéllos que se
opongan a la realización de nuestros fines de libertad”, o: “Que concluya
aquello de españoles y cubanos, es decir que los hombres de una misma familia
se unan en los fraternales lazos de humanidad y origen”, o, también: “(...) no
habrá españoles y cubanos; la causa de la libertad se sobrepone a ese absurdo de otros tiempos”.
La revolución como cobija de todo el
que quisiera luchar por la independencia de Cuba y la libertad de su pueblo,
sin distinción ni supeditación de razas, es otra apreciable coincidencia del
pensamiento de estos adalides independentistas, múltiples veces señalados por
Maceo, Gómez y otros, y que se resalta en el Manifiesto de Montecristi, al
igual que el objeto de la guerra, que Maceo invoca con la frase ”La Patria
soberana y libre”, para, con ella, obtener “nuestros naturales derechos, la
dignidad sosegada y la representación de pueblo libre e independiente.”
Citas hay muchas más – que la brevedad
de este espacio imposibilita reseñar –Todas ellas abundan en la gran
concordancia del pensamiento del separatismo en esos temas y objetivos, que al
genio de Martí y Gómez seguramente no escaparon al momento de hacer esa
memorable manifestación, como un muestrario de los esenciales criterios
políticos y morales prevalecientes en la mayor parte del partido (bando) separatista
cubano; síntesis, pues, de la ideología mambisa de la época, que es lo que le
dio valor de primer programa de la revolución en marcha.
Las
rúbricas de José Martí y del general Máximo Gómez no son meras firmas para
adornar el documento, y expresan la intencionalidad de dar al contenido,
primero, la legitimidad para ser reconocido como una proclama de los mayores
arquitectos del movimiento independentista en marcha: el uno como Delegado del
Parido Revolucionario Cubano; el; el otro, en su calidad de Director de la
Guerra.
Como ya nos tiene acostumbrado Sr Mourlot,excelente analisis.Sus puntos de vista se aleja con creces de la retorica repetitiva de muchos historiadores de la isla.Felicitaciones Sr Mourlot
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