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sábado, 25 de marzo de 2017

El Manifiesto de Montecristi (25 de marzo de 1895)




Una síntesis de la ideología

mambisa de su época


JOEL MOURLOT MERCADERES
El 25 de marzo de 1895, en la casa del general Máximo Gómez Báez, en la localidad dominicana de Monrtecristi, se concibió, para Cuba y América, un manifiesto-programa que resumió el carácter y los objetivos de la revolución separatista que ya se había iniciado en la mayor isla antillana, desde el 24 de febrero de ese propio año.
Suscrito “por la responsabilidad común de su representación, y en muestra de unidad y solidez de la Revolución Cubana, y como Delegado del Partido Revolucionario Cubano, y General en Jefe del Ejército Libertador”; es decir, firmado por José Martí y Máximo Gómez, el documento – contrariamente a lo que algunos autores han sostenido - resulta no un prontuario martiano, sino una expresión de los conceptos básicos, en los que concordaban los principales líderes del independentismo de la época, para dar sustento ideológico a la revolución.
Esto es: si sumariamos aquella célebre manifestación, podríamos distinguir ocho conceptos esenciales contenidos y desarrollados en el documento. A saber:

1.- El nuevo estallido como una etapa más de la revolución iniciada en Yara, el 10 de octubre de 1868; la guerra emprendida por los cubanos no fue una opción caprichosa, sino resolución ineludible.
2.- La guerra no era, en sí, contra los españoles, sino contra la dominación española, y cuyo éxito podría alcanzar “más fácil y amiga la paz en que han de vivir juntos padres e hijos”.
3.- En tal sentido, formula su dolor por los españoles arrancados de su terruño para venir a morir a Cuba, y, más que eso: los invita a pasarse al bando separatista.
4.- Enarbola la competencia de los cubanos para obtener el triunfo en la lucha, salvar la patria y la República, el derecho, el orden y la libertad.
5.- Proclama la revolución como patrimonio de los cubanos todos, de negros y blancos, olvidados de odios.
6.- Proclama absolutamente que la raza negra no es una amenaza en ningún sentido [como muchos aún la creían, fruto de una propaganda aviesa y repetida por algunos interesados hasta la saciedad].
7.- El manifiesto compendia, además, las ideas de que la guerra tiene por objeto dar una patria libre más adecuada al presente, a la igualdad de las costumbres y a la paz del trabajo. 
8.- Con esa patria conquistada en Cuba, a la vez, lograr “la confirmación de la república moral en América, y la creación de un archipiélago libre, donde las naciones respetuosas derramen las riquezas que a su paso han de caer sobre el crucero del mundo”
La unicidad de los movimientos revolucionarios, desde el 68 hasta el 95, se observa con meridiana claridad en el pensamiento de casi todos nuestros grandes próceres separatistas, como son los casos de Gómez, en su expresión de “levantar nuevamente la revolución” – más de una vez dicha -, y de Maceo, quien a sus manifestaciones de apoyo a reanudar la lucha y ponerse “nuevamente al lado de la bandera de la Razón y el Derecho”, agregó la simbólica partida de su gloriosa invasión desde los Mangos de Baraguá, en clara señal del puente tendido entre una y otra contienda.
Identidad parecida se observa en el menester de la vía violenta: “(...) el pueblo cubano (...) tiene necesidad de buscar su verdadera paz por el camino de la guerra”, diría Gómez en 1894; “Bien quisiera yo que existieran medios de efectuar cuanto digo sin los horrores de la guerra”, señalaría Maceo, desde junio de 1881, para la cual llaman ambos a los cubanos todos, sin embargo, a prepararla concienzudamente.
Concuerdan las ideas del Manifiesto de Montecristi, además, en cuanto a la seguridad de la victoria: “(...) mis esperanzas se fundan – diría Gómez – en el derecho y valor de los cubanos”, y Maceo lo abreviaría más, al decir, desde noviembre de 1886: “Perseveremos y Venceremos”, y también en la posición frente a los españoles, que para el Generalísimo se simplifica en “!Españoles!: o quedaos con nosotros como hermanos, o arreglad las maletas (nunca atacándolos)", y que Maceo lo expresara así, desde los años 80s: “Vamos a hacer la guerra al Gobierno, no le tiraremos a los españoles por el mero hecho de serlo, lo haremos con aquéllos que se opongan a la realización de nuestros fines de libertad”, o: “Que concluya aquello de españoles y cubanos, es decir que los hombres de una misma familia se unan en los fraternales lazos de humanidad y origen”, o, también: “(...) no habrá españoles y cubanos; la causa de la libertad se sobrepone  a ese absurdo de otros tiempos”.
La revolución como cobija de todo el que quisiera luchar por la independencia de Cuba y la libertad de su pueblo, sin distinción ni supeditación de razas, es otra apreciable coincidencia del pensamiento de estos adalides independentistas, múltiples veces señalados por Maceo, Gómez y otros, y que se resalta en el Manifiesto de Montecristi, al igual que el objeto de la guerra, que Maceo invoca con la frase ”La Patria soberana y libre”, para, con ella, obtener “nuestros naturales derechos, la dignidad sosegada y la representación de pueblo libre e independiente.”
Citas hay muchas más – que la brevedad de este espacio imposibilita reseñar –Todas ellas abundan en la gran concordancia del pensamiento del separatismo en esos temas y objetivos, que al genio de Martí y Gómez seguramente no escaparon al momento de hacer esa memorable manifestación, como un muestrario de los esenciales criterios políticos y morales prevalecientes en la mayor parte del partido (bando) separatista cubano; síntesis, pues, de la ideología mambisa de la época, que es lo que le dio valor de primer programa de la revolución en marcha.
Las rúbricas de José Martí y del general Máximo Gómez no son meras firmas para adornar el documento, y expresan la intencionalidad de dar al contenido, primero, la legitimidad para ser reconocido como una proclama de los mayores arquitectos del movimiento independentista en marcha: el uno como Delegado del Parido Revolucionario Cubano; el; el otro, en su calidad de Director de la Guerra.
 

1 comentario:

  1. Como ya nos tiene acostumbrado Sr Mourlot,excelente analisis.Sus puntos de vista se aleja con creces de la retorica repetitiva de muchos historiadores de la isla.Felicitaciones Sr Mourlot

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