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miércoles, 5 de diciembre de 2012

El hombre de excepción de Cuba

Las muchas grandezas de Antonio Maceo 

Siempre hay riesgos de que al enjuiciar a un personaje extraordinario, las valoraciones que se den sobre él –por muy precisas que sean, por muy apegadas que estén a hechos concretos, a testimonios objetivos- puedan dejar sabor a ensalzamiento exagerado…
La exactitud y la justicia, también, pueden aparentar apología recargada. Es el “campo minado” por el que debe transitar quien quiera escribir –por ejemplo- de los grandes protagonistas de nuestra historia, como es el caso del general Antonio Maceo Grajales, de quien puede decirse -con el mayor apego posible a la verdad- que fue el cubano de mayores y más disímiles grandezas en la historia patria.
Maceo –pongamos por caso inicial- fue el adalid criollo que más duro y complejo camino tuvo que vencer para transitar desde el estatus de un oficial subalterno al de un general audaz, talentoso culto y ponderado en la guerra, y, a la vez, desde la posición de un común menestral al de un estadista de amplia estimativa, sin duda.
Fue, asimismo, el luchador independentista cubano con los récords más impresionantes en los 30 años de campañas contra el yugo colonial español. A saber: no sólo fue uno de los jefes mambises que en más acciones bélicas tomó parte activa en las guerras contra dicho dominio tiránico –fueron cientos-, sino, además, el que participó en más combates trascendentales en dichas contiendas, como fueron: la defensa de Bayamo (enero de 1869), Cauto Abajo y Majaguabo Arriba (1870), Loma de la Galleta, cafetales La Indiana y Dos Amigos (1871), Rejondón de Báguano (1872), El Zarzal, Santa María de Ocujal y asalto a Manzanillo (1873), Melones, Potrero de Naranjo-Mojacasabe y Las Guásimas de Machado (1874), Loma La Redonda (1875), San Felipe, Hato del Medio, Cayo Rey, Sabanilla y Baracoa (1876-1877), Juan Mulato y San Ulpiano (1878), Jobito, Peralejo, Sao del Indio, Mal Tiempo y Calimete (1895); así como también: Rubí, Lomas de Tapia, Ceja del Negro y Cacarajícara (1896), entre otros muchos relevantes en su palmarés.
Fue el único jefe libertador que peleó en todas las antiguas y las actuales provincias de Cuba; el único, igual, que participó en las 5 invasiones territoriales más importantes de las contiendas separatistas cubanas; es decir: 1. Invasión a Guantánamo, con el general Donato del Mármol (1869), 2. Invasión a Guantánamo, con el general Gómez (1871), 1. Invasión a Occidente, con el propio Gómez, en 1874, Invasión a Baracoa, dirigida por él mismo (1876-1877), y la portentosa hazaña de la gran marcha a Occidente, conjuntamente con Gómez (1895), en la cual, sin embargo, fue el único que hizo la ruta de 324 leguas (unos 1 720 km), desde Oriente hasta Mantua, Pinar del Río, en solo 3 meses, evadiendo o enfrentando, en casi 30 oportunidades, a miles soldados de élites.
Solo él combatió frente a los españoles fuera de la Isla (julio de 1880); justo en una de las 12 veces en que los jefes colonialistas intentaron asesinarle; o sea: 1870 y 1874, en la manigua; 1879, en la capital haitiana; 1880 (4 veces: en su buque expedicionario; en las Islas Turkas, y en Santo Domingo y Puerto Plata); en 1881, en Jamaica; en Centroamérica, después, el complot de un resentido cubano y cónsules españoles; camino de Nicoya a Puerto Plata, en Costa Rica (1892 o 1893), en que hirieron su caballo; a la salida del teatro Novedades, de San José (1894), con Maceo herido en la espalda, y plan español para envenenarlo, solo días después.
Cuenta que podría incluir la orden de asesinato que, en forma de comentario, diera el presidente del Consejo de Ministros español, Antonio Cánovas del Castillo, en 1896, cuando dijo: “Bastan dos balas para acabar la guerra en Cuba”. Una, se sabe, era para el general Gómez; la otra, por supuesto, para el general Maceo.”
Doce intentos de asesinato,  y casi igual cantidad de pujas para comprarlo, para sobornarlo, desde las 50 onzas de oro que le ofreció el general Valmaseda, en 1870, pasando por los ofrecimientos monetarios de los general Martínez Campos y Camilo Polavieja, y de varios cónsules españoles en el Caribe, complementados con los esfuerzos de inteligencia para vigilarlo constantemente, y, también, diplomáticos, para que los gobiernos de los países donde residió Maceo lo entregaran,  expulsaran o, al menos, lo mantuvieran alejado de las costas. He aquí la razón:
 “[…] había permanecido desde la terminación de la segunda campaña, unas veces en los Estados Unidos, otras en Jamaica o Santo Domingo, vigilado siempre por agentes españoles, por ser notorio que estaba en constante correspondencia con los bandoleros [¿?] y con los antiguos insurrectos, animándoles siempre con la esperanza de una inmediata revolución.”
En efecto, Maceo fue el líder separatista cubano que en más planes revolucionarios estuvo involucrado, durante la llamada “tregua fecunda” (1880-1895), con su plan de alzamiento de 1879, de invasión propia, en julio de 1880; el proyecto organizativo de 1883, que desembocó en el Plan Gómez-Maceo (1884-1886); la Sociedad Cooperativa Cubana, en Panamá (1887) con Gómez, y muchos cubanos radicados allí; el movimiento nacional de 1890, dirigido por él dentro de la Isla, y, con toda seguridad –por los muchos comisionados que vinieron en su nombre, y los delegados permanentes que tenía en la isla-, en las conspiraciones orientales de 1893 y 1894, y, por supuesto, en la última encabezada por José Martí, Gómez y él mismo, de fines de 1894 a febrero de 1895.
Fue figura cimera en dos de los hechos más trascendentales de los 30 años de lucha para abolir la esclavitud y lograr la independencia de Cuba: la Protesta de Baraguá y la ya señalada Invasión a Occidente. Fue, asimismo, el mambí que más heridas sufrió, en sus 28 años al servicio de la causa cubana: para unos, 24; para otros, 27; según mi cuenta, 31, y que El Heraldo de Madrid elevó aún más, al decir que el Mariscal Oudinot tuvo 32 heridas en su cuerpo y Napoleón, por ello, lo hizo mariscal, pero que en el de Maceo había más cicatrices que en el del héroe francés.
Maceo fue –ahí están las numerosas anécdotas, testimonios, correspondencias y otros hechos, que así lo confirman- un verdadero apóstol no sólo de la independencia de Cuba, sino también de la libertad plena, de la igualdad (no del igualitarismo, vale aclarar), de los derechos y de la fraternidad humanos; de la integración racial y de la democracia, y -tal como se ha demostrado - fue la personalidad cubana más universal de su tiempo, evidenciado con la repercusión apoteósica mundial por su muerte.
Quienes fueron sus adversarios, y pudieran justificar hasta un sentimiento de odio hacia él; sin embargo de todo, lo alabaron.
El general Arsenio Martínez Campos, por ejemplo, vio en Maceo a hombre de “mucho valor y mucho prestigio y que bajo su ruda corteza esconde un talento natural […]”; otro general español, en “Los hombres y los días”, de Camín, dice de Maceo:
“Todos los generales cubanos eran buenos […] los generales como Máximo Gómez se dan siempre, […] donde quiera que haya ejército, pero Maceo era único, porque mientras los demás peleaban, u ordenaban pelear, Maceo metía el pecho de su caballo entre las filas españolas, obligándonos a pelear.
El general Rafael Primo de Rivera, a su vez, dijo en una ocasión: “Yo, general del ejército español, hijo de generales, sobrino de generales, tengo a mucha honradez haber sido herido en combate frente a Antonio Maceo, el más grande de los generales españoles nacido en Cuba.”
El difunto biógrafo de Maceo, José Luciano Franco, contó que, en 1929, en Barcelona (España), preguntó a un general español si era cubano y si había peleado en la Isla. Su respuesta fue la siguiente: _Sí…, cubano dice, sí; yo peleé en mi tierra, en Cuba, pero en Pinar del Río, frente a Antonio Maceo, que ése sí era un general_.
Valeriano Weyler, quien gobernó la Isla entre 1896 y 1897, y a quien Maceo estigmatizó por su crueldad, primero calificó a Maceo, en vida de este, como el más peligroso de todos los jefes insurrectos cubanos; incluso más que Máximo Gómez, al cual tenía por viejo y achacoso. Luego, a la muerte de Maceo, sentenció: “Es la mayor desgracia de la Revolución”. Incluso más: el general mambí rafael Montalvo cuenta que, estando en Madrid, le presentaron a Weyler, y este, tras presentación formal, le preguntó por cómo en Cuba se había honrado la figura de Maceo. Montalvo respondió que con la estatua ecuestre en el malecón habanero, y el mausoleo de El Cacachual, cerca de donde cayó combatiendo.
Weyler ripostó: _Eso está muy bien; pero creo que es poco. Maceo debe tener una estatua en cada una de las capitales de provincia de Cuba, y en comunidades de población importante, porque él ha sido el más grande general que ha dado Cuba en su lucha por la independencia_.
Resumen bien todo lo dicho, el criterio José Martí de que Maceo era un hombre de muchas grandezas, y, más aún, lo que una vez dijera la gran poetisa cubana Dulce María Loynaz (Premio Cervantes), patriota fervorosa y “furibunda martiana”: “Cada día me convenzo más que el hombre de excepción de Cuba es [Antonio] Maceo…”

2 comentarios:

  1. Senor Mourlot,parafrasiando a la Senora Loynaz,cada dia me convenzo mas que usted es el mejor historiador de las Guerras de Independencia que he conocido.Excelente trabajo.Comparto el criterio de muchos que el Titan deberia ser nuestro Heroe Nacional, bien ganado se lo tuvo.

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  2. Magnífico trabajo, como de costumbre.
    En cuanto a lo dicho por Dulce María Loynaz, pues, me parece increible que alguien pudiera intentar negarlo.

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