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sábado, 13 de septiembre de 2014

¿Quiénes, cuándo y por qué, hablaron mal de Maceo? (III)



De lo dicho por Matías Vega, José de Jesús Pérez, Juan Fernández Ruz y Bravo Santíe




En efecto, con las glorias sumadas en el Camagüey, a las ya conquistadas desde los albores de la insurrección, algunos –el diputado Ramón Pérez Trujillo entre ellos-, desde 1874, hablan en la manigua del inminente, conveniente y merecido ascenso a mayor general del brigadier Antonio Maceo. Sin mostrarse consecuente del todo con tales reclamos, pero evidenciando que tampoco era sordo a tales opiniones, el Ejecutivo nombró a Maceo jefe interino –entiéndase, también: accidental, provisorio, temporal- del 1. Cuerpo del Ejército Libertador.
Tamaño reconocimiento no solo trajo consigo el regocijo de quienes creían llegada la hora de esa u otra promoción de Maceo, sino también opiniones y conductas por determinados procederes del brigadier, que encubrían, en verdad, mortificaciones y opugnación por tanto adelanto del jefe mulato.

Veamos: el día 8 de mayo de 1875, el coronel Matías Vega Alemán escribió al doctor Miguel Bravo Santíe, y le dijo, entre otras cosas, que se rumoraba que Maceo había hecho creer a los hombres bajo su mando que el problema de Lagunas de Varona (movimiento sedicioso que exigía el cese del gobierno provisional del presidente Salvador Cisneros Betancourt) era una cuestión de razas, y que por eso se fue a entrevistar con Manuel “Titá” Calvar.
“No importa –le enfatiza Vega Alemán- nosotros esperamos muy pronto dejarlo sin el apoyo de la mayor parte de la fuerza”; y concluyó hablando sobre
“previsión contra la raza de color”, y que todo no hace más que probar lo necesario de ese “gran paso” que iba a realizarse en breve.[1]
Un día después, desde el mismo escenario donde escribió el coronel Vega (Cambute), el jefe de éste, el brigadier José de Jesús Pérez de la Guardia, dirigió su carta al general Vicente García, líder de los complotados en Lagunas de Varona:
No me pongo en marcha (para Tunas) por no convenir, teniendo que allanar inconvenientes que se presentan de parte del Gral. Maceo, quien niega al Ejército el derecho de pueblo, sosteniendo mil absurdos, pero quedará frustrado en sus pretensiones. El referido Maceo es hombre peligroso en la posición que ocupa; no soy más claro por no fiar en la pluma ideas diabólicas por él emitidas.[2]

No es ocioso, primeramente, reparar en la forma imprecisa e impersonal como el coronel Vega lanza su acusación de que Maceo es un “manipulador” de la opinión de las fuerzas que le estaban subordinadas: “...se rumora que...”, con lo que intenta salvar la imagen de cierta de objetividad, u ocultar la fuente de información; o dígase mejor: dejar rodar esa especie que envuelve la insinuación de que el general mulato era portador de prejuicios raciales, y la intención evidente de crearle  a éste un ambiente negativo.
Pero, yendo a la médula del asunto: ¿fue cierto que Maceo empleó tales argumentos para buscar el favor de su tropa para la oposición a Laguna de Varona? y, también, de paso: ¿fue real que Maceo negó el derecho de pueblo (de ciudadano) al Ejército, como afirmó Pérez de la Guardia?.
La revisión del acta de la reunión de Dos Ríos –punto de la geografía jiguanicera- y llevada a cabo el 18 de abril de 1875, nos da mucha luz en los dos sentidos; es decir, por un lado, indica que las iniciales intenciones del movimiento de Laguna de Varona les fueron expuestas a los coroneles Arcadio Leyte Vidal, Francisco Estrada Céspedes y Juan Rius Rivera, no por Maceo, sino por correspondencias de varios jefes de los subdistritos de Bayamo y Tunas (generales Vicente García y Francisco Javier de Céspedes; coronel Belisario Grave de Peralta y otros), en los cuales, los invitaban a una asamblea de jefes y oficiales en Laguna de Varona, Las Tunas.
Por tales noticias, asimismo, se reunieron en el campamento de Dos Ríos, los jefes (un coronel, ocho tenientes coroneles y un comandante, además de varios oficiales de menor graduación) de la división holguinera, para analizar el contenido de esas correspondencias, y resolvieron no acudir a la junta convocada en Laguna de Varona, sino asistir con una comisión de los tres destinatarios de las cartas (Leyte-Vidal, Estrada Céspedes y Rius Rivera), a fin de que estos, luego, informaran al pleno de la oficialidad los pormenores del movimiento.[3]
El 11 de mayo de 1875, esa comisión informó al pleno de jefes y oficiales lo sucedido en Tunas, y, el más fervoroso oponente que hubo allí a la reforma, en ese mismo sitio, el teniente coronel puertorriqueño Juan Rius Rivera,[4] propuso elevar una protesta contra aquellos que, en Laguna de Varona, se arrogaron la representación de todo el pueblo, y enviarla tanto a dichos participantes como al gobierno, todo lo cual fue apoyado por el teniente coronel Salvador Rosado Lorié, y aprobada, al cabo, por 31 votos a favor, 9 en contra y 4 abstenciones.
Ahora bien, entre los votos contrarios estuvieron hombres como Fernando Cortiña, José Francisco Lacret Morlot y Pablo Beola; y entre las abstenciones: Arcadio Leyte Vidal, Leonardo del Mármol y Miguel Santa Cruz Pacheco, todos, los 6, muy cercanos a Maceo.[5]
Maceo, por lo visto, no indujo a tales reuniones en Dos Ríos, ni las prohibió, ni participó en ellas; tampoco, a diferencia de la asamblea de Alcalá, convocada por él, y en la que si tomó parte, a título de ciudadano, el 18 de junio de 1875, y que –a juzgar por el acta levantada allí- demuestra fehacientemente que no hizo creer a sus fuerzas que Laguna de Varona era asunto de razas, ni negó él “derecho de pueblo al Ejército”, como lo afirmaron Vega Alemán y Pérez de la Guardia. Helo aquí:

Con exacto conocimiento de los acontecimientos políticos, que últimamente han tenido lugar en el punto denominado “Laguna de Varona” (Tunas) con objeto de armonizar los intereses de la República; estando de acuerdo con los principios proclamados por aquella agrupación de patriotas, aunque no con la forma que han adoptado para ponerla en ejercicio, deseando un nuevo orden de cosas a la administración del estado de la interinatura en que se halla, ponga fin y concilie las actuales dificultades y sea a la vez la salvaguarda de nuestras libertades y derechos el remedio a nuestras perturbaciones y trastornos: Reunidos en el campamento de Alcalá (Holguín) a 18 de junio de 1875, los ciudadanos del pueblo de Cuba que suscriben, convocados por el C. José Antonio Maceo...[6]
Es decir, “de acuerdo con los principios y no con la forma”, pues esta tomó la figura de sedición, y enervó la fuerza de empuje de la revolución en aquél año, dentro y fuera de la Isla.
Acerca de esta reunión de Alcalá, por cierto, parece referirse el brigadier José de Jesús Pérez de la Guardia, el 8 de septiembre de 1875, cuando, en carta al general Vicente García, la calificó “de burrada de la segunda división”[7].
Desmentidas quedan, pues, las dos acusaciones contra Maceo, y demostradas quedan, a la par, la animadversión contra este general y la conspiración para destituirlo de méritos y del puesto que ocupaba; así como también, al descubierto, el racismo visceral de estos acusadores, al menos en aquellos momentos.
Pero  Matías Vega y  José de Jesús Pérez de la Guardia no fueron los únicos que, en esos días, hablaron mal de Maceo. A ellos se unió, además, el entonces brigadier Juan Fernández Ruz, tunero de nacimiento, levantado en armas el 10 de Octubre, en Manzanillo, y a la sazón jefe del subdistrito de Bayamo.

Remito a Ud. –dice en una carta a Vicente García, del 10 de junio de 1875- copia de una circular que me pasa con un propio el nunca bien ponderado Maceo.
¿Dígame, General, este señor acabaremos de confesar lo que es o no? Permítame calificarle a mi entender: Llamémosle Hicotea, pues al figurar que pudiera quedar como jefe del Cuerpo se olvidó de su compromiso con nosotros y según la circular se unió con el que creyó más fuerte...

Y agrega Ruz que Maceo lo llamó a conferenciar, en carta personal, y lo halagó ofreciéndole la jefatura de la 1. División, y él (Ruz) lo rechazó diciéndole que sólo obedecía a Vicente. [8]
Démosle a Ruz un voto de veracidad; al amparo del acta de Alcalá, ya que, como expresa este documento, Maceo estaba perfectamente de acuerdo con los principios sostenidos por los reformistas, pero –a juzgar por la obediencia a la ley y los poderes legalmente constituidos, de que siempre dio muestra este último jefe, y de los criterios por él mismo vertidos alrededor de todo este asunto–, dudoso en extremo es que su compromiso llegase a la sedición. Por otra parte; Maceo sabía que su nombramiento como jefe del 1. Cuerpo era provisional, que tal jefatura, en propiedad, correspondía a un mayor general, cuando él sólo era brigadier, sin perspectiva de ascenso inmediato. Sabía, asimismo, que los adeptos a Laguna de Varona eran muy numerosos y abarcaban los territorios de Las Tunas, Bayamo, Manzanillo, buena parte de las fuerzas de Holguín y aun algunas de Santiago de Cuba-Guantánamo; y que, a esa altura, Salvador Cisneros Betancourt se tambaleaba en la presidencia interina. Por tanto, no se unió con el más fuerte, sino al bando más resquebrajado: al del orden, la disciplina y la defensa de la verdadera puja necesaria; esto es: al de la lucha armada, activa, generalizada y exitosa contra el dominio español en Cuba.
Y, en relación con que le ofreció la jefatura de la 1. División a Ruz, parece muy poco posible, pues, no tenía facultad para ello, tanto porque su cargo era provisorio como porque esos nombramientos estaban en la esfera del Presidente de la República de Cuba en Armas.
En otra comunicación interesante de Fernández Ruz a Vicente García, ésta del 12 de agosto de aquel tormentoso año mambí, el primero  advierte acerca de la necesidad de hacer cambios de jefes y oficiales que han sido ganados por la política observada “por los más astutos”, y acusa, en otra de ese propio día, al coronel Jacinto Durán (de las fuerzas de Bayamo-Manzanillo) de recibir órdenes directas de Maceo, y le revela a García, además, que ha tenido que someter a prisión a varios de su fuerza por “malhechores”, que “pensaban presentarse al enemigo” [9]
He aquí una muestra más de que no había que ser genio, sino tan sólo consecuente con el ideal que llevó a los cubanos a la guerra, para percatarse del enervamiento y de la desmoralización que trajeron como consecuencia lo mismo la sordera del gobierno –que desoyó justos reclamos- que, sobre todo, la forma sediciosa del movimiento reformista, culpable de  la inacción, el arbitrario relevo de jefes y oficiales y los intentos y logros de presentaciones al enemigo.
En otras dos últimas cartas que citaremos de Juan Fernández Ruz a Vicente García-, le dice aquél a este, el 18 de junio 1875, que los “calvaristas” (los seguidores del general manzanillero Manuel Titá Calvar), estaban confundiendo a los que apoyaban al general Vicente García, haciendo correr el rumor de que en Las Tunas sólo había un motín, que todo se iba a arreglar sin necesidad de ir a Las Tunas, y que Maceo se iba a llevar toda la fuerza a Cuba. Además, habla de una discusión entre el teniente coronel Guillermo Cardet y Maceo, porque éste quería pasar por encima de la consulta del pueblo, y que  Cardet le dijo que no, que, en los países libres, cada hombre sólo podía responder por sí sólo. [10]
A tal discusión se refirió, meses más tarde, el doctor Miguel Bravo Santíe, en carta al general Vicente García, el 13 de enero de 1876, como veremos más adelante.
La discusión, lamentablemente, está reflejada trunca, porque faltan dos elementos esenciales, para entenderla y justipreciarla: uno, lo que dijo Maceo; dos, la reunión, al fin, de Alcalá, donde el pueblo fue consultado, y este condenó la forma adoptada por el movimiento reformista. Pero, así y todo, salta a la vista la debilidad de esas imputaciones...
Ruz supone a Maceo ambicioso del puesto que ocupa, al equipararlo con Cisneros Betancourt: “General: las interinaturas tienen el gran inconveniente de que los poseedores de los destinos (puestos) le tomen cierto amor y luego le es doloroso desprenderse del puesto que ocupó aun cuando sea por mera casualidad y circunstancias imperiosas”. [11]
Se torna interesante, en este sentido, la carta del brigadier Maceo al presidente Cisneros, escrita desde el campamento de Bío, el 29 de junio de 1875, por lo mucho que puede aclarar sobre esos sucesos. Señalaba Maceo: “Los perturbadores del orden público se aprovechaban de la crítica situación para ocasionar nuevos males al país, arrastrando (a) las masas a que deserten de las filas del Ejército para engrosar las del movimiento revolucionario”[12], y para contrarrestar esa destructora influencia, y no por negar el derecho del pueblo, como no lo negó a su gente en Bío, confiesa él, al hasta entonces Presidente: “(...) y a fin de evitar la desmoralización que ya empezaba a cundir, el 18 del corriente en el punto llamado Alcalá [sostuvo una junta], de la que resultó que debíamos elevar y elevamos una respetuosa exposición a la Cámara de RR pidiendo armonizar en lo posible los intereses de la patria. [13]
Y confiesa más en la misiva: que se valió “de cuantos medios estaban en sus facultades, ya distrayéndoles fuerzas en operaciones, ya, en fin valiéndome de otros miles (de) medios. Pero en vano eran mis esfuerzos, y los perturbadores del orden, que por todas partes andan, hacían casi infructuosos mis esfuerzos. Por fin se llegó a decir que todos se marcharían a unirse al general García. [14]
Y para demostración de que no se unió al lado fuerte –y sin importarle cómo pudiera tomarse tan severo criterio- le dijo, también, a Salvador Cisneros Betancourt: “Ud. en parte es culpable de semejante trastorno, pues como recordará, me ofreció dejarme marchar con el contingente [que iba para Las Villas, al que dieron por jefe al coronel Paquito Borrero, y que fue paralizado y disperso en Laguna de Varona], cosa que no cumplió, y de seguro de que habérmelo cumplido, ni el contingente hubiera sido detenido ni tuviéramos que lamentarnos hoy. [15]
Este fragmento, asimismo, indica cuál era realmente la intención manifiesta de Maceo en los primeros meses de 1875, que no era el quedarse de jefe del 1. Cuerpo del Ejército Libertador, por no llenar algún que otro requisito en aquella oportunidad, sino el de ir junto a Máximo Gómez en el plan invasor a occidente.
Vayamos ahora a la anunciada carta de Bravo Santíe a Vicente García, del 1. de enero de 1876.  En ella, Bravo Santíe sostiene que Maceo obtuvo la firma de la “protesta anti reformista”, diciendo a sus jefes y oficiales, que los reformistas iban a separar de sus puestos a todos, empezando por él, para poner al general José Miguel Barreto, en su lugar, y a los coroneles Ismael y Ricardo Céspedes, por Leonardo de Mármol y Emilio Nogueras, que “el teniente coronel Cardet se había portado dignamente, en consonancia con sus compromisos políticos”; acusa de marioneta de Estrada Palma a Maceo, y que éste había mandado al coronel Emilio Nogueras al campamento de Jacinto Durán para que los hombres de éste firmaran, “por grado o por fuerza” la protesta anti reformista; que Durán se negó, y por eso hubo tensión.[16]

La falsedad de que Maceo manipuló a  sus jefes y oficiales, ya no con cuestiones de raza –como sostuvo Matías Vega Alemán-, sino por la perspectiva de ser separados él y sus jefes de brigadas y de regimientos, se advierte, desde el momento mismo en que –quienquiera que revise la nómina de su fuerza- cae en la cuenta de que estaba compuesta de muchos hombres de valor y saber, gente de principios, de honor, que sabían todo lo relativo al movimiento reformista, y que, si hubieran simpatizado con Laguna de Varona, lo hubieran expuesto, y se hubieran negado a firmar la protesta contra este movimiento, independientemente de que los hubiesen apartado de sus puestos o empleado otras represalias...
De que estos eran hombres de convicciones propias y libres de optar, lo demuestra el discurso de Juan Rius Rivera en Laguna de Varona, donde, en el lado absolutamente minoritario, y en medio de un ambiente muy hostil, fustigó  aquella reunión por no reunir “las condiciones legales indispensables de la propia república”, y por lo inconveniente que era para la Revolución, por lo cual, además, dijo: “(...) esos machetes (...) que cuelgan tranquilamente envainados –en la reunión- deberían ser blandidos en nuestras manos allá en Las Villas en estos momentos supremos en que la Patria a [sic] fiado su independencia a la conquista de aquel terreno”[17].
El voto contrario del teniente coronel Mariano Torres Lora; la abstención del coronel Arcadio Leyte-Vidal, o el voto favorable de Francisco Leyte-Vidal, Cayetano Duvergel y Teodoro Laffite, entre otros jefes subalternos de Maceo, en Laguna de Varona, dicen a las claras que aquellos jefes y oficiales eran hombres de convicciones propias y conocedores del problema, y que hubieran denunciado el supuesto engaño de Maceo.
Lo relativo a que “Cardet se portó dignamente...”, es oportuno saber que Cardet votó en contra de la propuesta de Rius Rivera de condenar la usurpación que hicieron los concurrentes a Laguna de Varona de la absoluta representación de todo el pueblo de Cuba; pero que, en cambio, votó a favor de condenar la forma adoptada por el movimiento reformista, al firmar el acta de Alcalá.
En cuanto a la acusación de “marioneta de Estrada Palma” que hace a Maceo, por más que ofensiva, es irrelevante, y no toma en cuenta que caracteres como el del general Antonio no se ajustan al perfil del sumiso, ni al actor que requiere de un consueta para desempañar su rol; algo de lo que dio muestra sobrada a lo largo de su existencia. Sus cartas a Salvador Cisneros Betancourt, del 29 de junio de 1875 –aquí ya citada-, y al general Vicente García González, en 1877, rechazando una invitación al movimiento de Santa Rita; lo mismo que sus posteriores polémicas con Máximo Gómez, en los 80s, y con José Martí y Salvador Cisneros ( en el 95); así como su censura a Estrada Palma, por la falta de auxilio al cuerpo invasor, y otros hechos más, son pruebas suficientes para desmentir ese aserto de Bravo Santíe.



[1] Archivo Nacional de Cuba (ANC), Fondo Donativos y Remisiones, Legajo 478, n.39.
[2] ANC, Fondo Donativos y Remisiones, Legajo 476, n,40.
[3] ANC, Fondo Donativo y Revisiones, Legajo 462, n 4.
[4] Acta de Lagunas de Varona, ANC, Fondo Donativos y Remisiones, Legajo 462, n 5.
[5] V. Marrero: Vicente García, leyenda y realidad, pp. 387-390. Edit. Ciencias Sociales, La Habana, 1992.
[6] Ibidem, p. 394.
[7] ANC, Fondo Donativo y remisiones, Legajo 476, n, 40
[8] ANC, Fondo Donativo y Remisiones, Legajo 470, n, 37
[9] Ibidem, p.
[10] Ibidem,
[11] Ibidem
[12] Ideología Política. Vol. I, pp. 31’32.
[13] Ibidem
[14] Ibidem.
[15] Ibidem.
[16]  Copia manuscrita. (Archivo del autor). (¡Ojo!)
[17] ANC. Fondo Donativos y Remisiones. Leg. 462 n. 5.
 

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