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martes, 17 de septiembre de 2019

La Plaza de Dolores y Aguilera


Por: Joel N. Mourlot Mercaderes y David Mourlot Matos

Plaza Dolores 1925, vista desde la parte noroeste de la misma
La Plaza de Dolores es, hoy por hoy, uno de los complejos monumentales más impresionantes y emblemáticos de la ciudad de Santiago de Cuba. Aunque ha perdido algunos de sus atributos originales  -y ganado otros,¿por qué no?-, conserva aún en su bello y “retocado” escenario esa combinación de edificios significativos y  esculturas notables, que hacen de este lugar un punto atractivo y apreciable, para propios y extraños…


Faltan –es preciso advertir- en su remodelado segmento norte, las casonas distintivas que fueron moradas de los marqueses de la Candelaria de Yarayabo y de los condes de Santa Inés, en cuyas estructuras interiores, o en su solar, se erigen actualmente varios de los restaurantes más apreciados de la ciudad, a los que antecede un amplio bulevar destinado al servicio gastronómico.

Taberna Dolores
Frente, en la acera sur, conservando aún el viejo timbre de sus pasadas glorias, se alzan las edificaciones antiguas de lo que es ahora La Taberna Dolores (“El Bodegón”, para todos los santiagueros) y de lo que fue la imponente vivienda del prócer bayamés Francisco Vicente Aguilera, huellas airosas de los siglos XVIII y XIX, que con sus recios e invitadores balconajes se muestran victoriosas sobre algunos edificios de épocas recientes. 



Émulas, en fin, de la vetusta iglesia de Nuestra Señora de los Dolores (hoy sala de conciertos “Dolores”), que a sus casi 300 años de existencia, conserva prácticamente exacta su imagen externa, sobresaliente en extremo cuando los primeros rayos de sol irradian sobre la ciudad. Contiguo al templo, su efectivo guardián, se aprecia la gigante figura del ya centenario Colegio de Dolores (hoy preuniversitario Rafael María de Mendive).
Sala de conciertos Dolores  y  preuniversitario Rafael M. Mendive (derecha)
Cubren la línea del oeste: la antigua casa de Antonia Santa Cruz Pacheco, la rica abuela de los Portuondo Tamayo (actualmente restaurante Matamoros); un exponente biplanta de la arquitectura de las primeras décadas republicanas y lo que fuera la distinguida tienda de ropas exclusivas “Clubman”, que se extiende hacia la calle Enramadas.

Sin embargo, lo verdaderamente culminante en la plaza es el conjunto monumental en homenaje Francisco Vicente Aguilera Tamayo. En el centro de su oblongo parque, relativamente pequeño, pero abundante de árboles y bancadas, destinados al solaz de los transeúntes y visitantes, se levanta desde fines de 1912 -aunque su inauguración fue en 1913-, una gran base forrada de mármol e incrustada por leyendas en bronce, que son resúmenes muy sucintos del pensamiento y de los datos de natalidad y muerte del Héroe, a todo lo cual se anticipa una imagen femenina con algunos atributos que invocan la patria.

Monumento en honor a Francisco Vicente Aguilera
Y sobre aquel alegórico y estirado pilar, de unos 7 o más metros de altura, a cuerpo entero -invocando más las ideas que albergó y divulgó, que las acciones mismas que protagonizó-, se alza la figura egregia del insigne patriota bayamés; inmortalizada, se dice, por el italiano Ugo Luisi (algo que no hemos podido comprobar, pero que tampoco nos extraña, pues fueron muchas las  que este célebre escultor acometió en Santiago de Cuba por esa época).

Muy merecido homenaje a quien fuera uno de los pioneros del separatismo cubano, desde mediados del siglo XIX; líder principal de la conspiración que desembocó en la primera guerra cubana por la independencia de España en 1868. Al virtuoso revolucionario que supo supeditar sus propios y legítimos intereses a los de la patria –incluido el de liderar la revolución-. Al jefe militar y vicepresidente de la primera República de Cuba en Armas. Al misionero de la revolución, que fue al exilio como unificador de las corrientes emigradas que allá se opugnaban, y como mendicante patriótico, para allegar recursos a sus hermanos en armas. Aquel a quien lloraron, cuando el 22 de febrero de 1877 murió víctima de un cáncer en la garganta, todos los cubanos dignos, en especial los negros, que le tuvieron siempre como defensor desinteresado, y cuantos le conocieron en Cuba, Norteamérica y Europa, que lo supieron aquilatar siempre como un hombre cabal, producto que Cuba brinda a la ejemplaridad universal.

Hoy, bajo su imagen patriarcal, cientos de santiagueros y visitantes conversan, ríen, cantan y bailan -o simplemente meditan y sueñan-; pues es la Plaza Dolores uno de esos espacios mágicos que definen a la ciudad de Santiago de Cuba.


 

1 comentario:

  1. Quizas faltó decir que en el entorno se ecuentra la cafetería Isabelica en donde tengo entendido en siglos atrás se vendieron excelentes bombones y que además, aunque no estoy muy seguro, pertenecía al dueño de la Isabelica ubicada en La Gran Piedra.

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