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jueves, 19 de septiembre de 2019

La Alameda: el más grande y bello parque de mi ciudad



Por: Joel N. Mourlot Mercaderes y David Mourlot Matos 
La Alameda de Santiago de Cuba es un verdadero privilegio para cualquiera de las personas que a ella concurren en busca de solazarse. Desde su creación, este gran parque-paseo ha deleitado a infinidad de visitantes, tanto por los elementos que componen su entorno formidable, como por la belleza de los escenarios que lo rodean.

En años recientes, ha cobrado especial importancia en la dinámica social de esta urbe; convirtiéndose en un espacio de visita obligada para santiagueros y peregrinos de todos lados. ¿Quién no ha llegado hasta su remozado malecón a saludar las tranquilas aguas de nuestra bahía? ¿Quién no ha reclamado su foto junto al gigantesco “CUBA”?


 

Apreciándola en su actual esplendor, es casi imposible imaginar que surgió, hace más de 180 años, de lo que era básicamente lodo y pantanos. 

Fue en 1833 que el entonces gobernador de la provincia, brigadier Juan de Moya, ordenó disecar las zonas pantanosas aledañas al puerto de la ciudad, dando lugar al nacimiento de una calle que nombró María Cristina, en honor de la reina regente, y, al mismo tiempo, marcando el modesto origen de lo que hoy conocemos como Alameda. 

No podría, sin embargo, tenérsele por tal hasta septiembre de 1840, cuando, a raíz de la insuficiencia de parques que traía consigo el crecimiento de la población, el Cabildo, bajo los auspicios del mariscal de campo don Juan Tello, ejecutó la construcción de Alameda de la Marina. Se plantaron árboles y se le dotó de verjas, bancos y una fuente central (fuente de Minerva). La Alameda (también conocida como “de Tello”), se convirtió en el espacio de recreo y diversión más solicitado por los santiagueros.




La Alameda a fines del siglo XIX


En 1893, el comerciante, benefactor y mecenas alemán Germán Michaelsen la remozó; más tarde, en 1908, le dio alumbrado eléctrico. Michaelsen fue además fundador del Club Náutico erigido desde la etapa colonial en esta misma área de la ciudad —que con el tiempo recibiría el nombre de “Alameda Michaelsen”.
Edificio de la Aduana 1915


Club Náutico 1915




Entre 1927 y 1929, en tiempos del polémico alcalde Desiderio Arnaz, volvió a remozarse totalmente, incorporándosele glorietas y arcos de bienvenida. También en este período se instala el famoso Reloj de la Alameda, donado por la Cámara de Comercio de la ciudad. 

Labores de construcción en la Alameda 1951


Finalización del parque central 1951

La cuarta remodelación tuvo lugar entre 1949 y 1951, impulsada por el alcalde Luis Casero Guillén. Esta, aunque mantuvo algunos elementos preexistentes, (tales como las fuentes decorativas y los monumentos en honor a Michaelsen, el filántropo germano; al almirante Sir Lawton Lorraine, quien impidió prosiguieran los españoles las infames ejecuciones de expedicionarios y marinos del vapor Virginius, en noviembre de 1873; a nuestro Héroe Nacional, José Martí, y a la norteamericana Clara Barton, fundadora de la Cruz Roja Internacional), dio una imagen más actualizada a este formidable y concurrido espacio —de hecho, es el aspecto con el que hoy en día estamos familiarizados.
 
La Alameda desde la calle Princesa 1955
Vista como el complejo monumentario único que es actualmente, la Alameda se compone de tres áreas principales:

La primera, adyacente al mar, va desde la calle General Lahera, hasta el gran almacén contiguo al edificio de la Aduana. El espacio fue sometido a una amplia remodelación, como parte del Plan Maestro de la Oficina del Conservador de la Ciudad, en saludo a los 500 años de la ciudad. Comprende los parques Infantil (con implementos para el disfrute de los más pequeños) y Martí; seguido este último de las áreas deportivas frente al Club Náutico (hoy restaurante especializado en pescados y mariscos) y una zona verde dotada de bancos. Completan esta parte de la Alameda, el malecón —ampliado hasta los 400 m de extensión— y el llamado “Parque Azul”, espacio lúdico que destaca por su diseño innovador. Esta porción ha ganado gran popularidad en los últimos cuatro años.
Vista del "Parque Azul" al caer la tarde
 Pero la Alameda es, sobre todo, el grande y oblongo parque central —separado de aquella primera área por una calle vehicular interior—, ese paseo de unos 450 m de longitud por unos 40 de ancho, con sus bancos que emergen de las dos verjas que limitan del ámbito de estar y sus dos espaciosos parterres laterales, en los que añejos almendros se levantan para dar sombra y frescor al visitante. Ese recinto de piso amplio, hermoso, escaqueado, con sus dos fuentes ornamentales, pobladas de peces y sirenas metálicos. Sitio de esparcimiento infantil y citas de enamorados.

Si el observador se coloca de espaldas al mar, entonces no solo podrá admirar el lado este de la Alameda, con su pintoresca arquitectura y su ya famosa cervecera “Puerto del Rey”; sino que también experimentará el embrujo urbanístico de Santiago de Cuba, cual ciudad anfiteatro, con los seductores balcones naturales y las portentosas calles que se derraman desde las alturas hacia la bahía…

Ya sea como espacio de recreo, como escenario de singulares y multitudinarios actos políticos y religiosos (50 000 personas se reunieron allí para la ceremonia de coronación de la Virgen de la Caridad del Cobre, en 1936), o como centro de festejos populares tradicionales (piénsese en la Quema del Diablo, cada 9 de julio), la Alameda de Santiago de Cuba ha sido y sigue siendo uno de los lugares predilectos de la sociedad santiaguera: el más grande y bello parque de nuestra ciudad.


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