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lunes, 16 de septiembre de 2019

Castillo del Morro San Pedro de la Roca: el guardián de la bahía




Por: Joel N. Mourlot Mercaderes y David Mourlot Matos

Uno de los más impactantes monumentos de Santiago de Cuba es el complejo Morro-La Estrella, conjuntos de baluartes defensivos en el cual predomina el Castillo del Morro San Pedro de la Roca, guardián principal de la bahía de Santiago, que fue construido hacia 1639. Su imagen recia, colosal, como surgida de las entrañas de la elevación en que se ubica, es de un atractivo y una significación extraordinarios, al punto de haber sido declarado Patrimonio de la Humanidad. Esta es su historia...

Casi inmediatamente después de su fundación, la villa de Santiago de Cuba (1515) se convirtió en el principal centro económico y político de la colonia recién establecida, desplazando en importancia a la Primada Baracoa y a la vecina Bayamo. Tanto es así, que la investigadora Olga Portuondo Zúñiga afirma que “durante la primera mitad del siglo XVI, la historia de Santiago de Cuba será la de toda la Isla.”

Este mismo auge, sin embargo, la convertía también en un objetivo más deseable a los ojos de filibusteros y otros enemigos de la Corona española. La intensa actividad de corsarios y piratas en el Caribe, así como la amenaza siempre latente de conflictos entre potencias —especialmente con Inglaterra—, hacían perentoria la fortificación de la ciudad y sus principales puntos de acceso. 

El entonces gobernador de la plaza de Santiago, Don Pedro de la Roca, encomendó la edificación de una fortaleza que custodiara la boca de la bahía santiaguera a Juan Bautista Antonelli, “El Mozo”, miembro de una familia de destacados ingenieros militares, quien había tenido a su cargo las obras del famoso Castillo de Araya, en Venezuela. Pero digamos, en aras de la justicia, que solo el diseño de este baluarte fue obra de Antonelli, pues la construcción, propiamente dicha, recayó en el trabajo forzado de cientos de hombres y mujeres —en su mayoría esclavos realengos o privados—, anónimos ante la historia.

Hay que decir, asimismo, que la fortaleza que hoy se aprecia no es precisamente la diseñada por Antonelli, la cual, según descripciones de la época, no era más que “un cuadrilátero abaluartado” y con una guarnición muy pobre. Cuando Christhofer Myngs, al mando de unos 800 ingleses, desembarcó por la zona de Aguadores, atacando y tomando la ciudad de Santiago de Cuba, en octubre de 1662, sus tropas volaron el castillo construido por Antonelli, también conocido como “Morro antiguo”.

Las labores de reconstrucción comenzaron de inmediato, llevándose a cabo sucesivas ampliaciones y reformas, a lo largo del siglo XVIII, las cuales convirtieron la fortaleza en el intrincado complejo de fuertes, revistas, baluartes y baterías que observamos en el presente. Este “Morro nuevo”, sin embargo, conservó el nombre de San Pedro de la Roca, y también características constructivas “antonellianas”, como el descenso en terrazas escalonadas, desde la cumbre de la elevación, hasta el mar. Era el punto clave de todo un sistema defensivo, complementado por los fuertes de La Estrella, Ciudamar, La Socapa y otros más distantes, como el de Aguadores y el de Sardinero, al este de la boca de la rada santiaguera, o las baterías de Cabañas — bahía cercana y pequeña ubicada al oeste.

No obstante, adentrándose en el siglo XIX, la fortificación del Morro fue perdiendo su protagonismo y aptitud para las funciones defensivas que fueron su razón de ser inicial. El tiempo no solo hizo viejos los grandes cantos y sillares de la fortaleza, sino obsoletos —por no decir casi inútiles— sus arsenales. Un norteamericano, ex brigadier de artillería en los ejércitos republicanos de Juárez, lo visitó en 1873 y dejó escrita su impresión:

“El Castillo del Morro [...] está incrustado en una pendiente rocosa, en el lado sur de la entrada a la bahía [de Santiago]. Es una obra ingeniera permanente de trazado irregular, perteneciente al estilo de arquitectura militar predominante en la primera parte del siglo pasado [s. XVIII]. Se han aprovechado los salientes de las rocas, para colocar los cimientos de unas murallas que fueron alguna vez formidables, pero ahora muestran signos de desmoronamiento y son inadecuadas para resistir el impacto de la artillería moderna. Sus armas son piezas viejas de agujero liso y pequeño calibre, generalmente de bronce. Vi algunos cañones de hierro de 24 libras y morteros de bronce de 13 pulgadas.”

En una nota positiva —como profetizando sus usos modernos—, el visitante afirma que las vistas desde las murallas del Morro están entre las más bellas que pudieran observarse en cualquier país del mundo.

Durante el resto del siglo XIX, el Castillo sirvió principalmente como prisión, y muchas fueron las personalidades de nuestra historia que en él estuvieron encarcelados. En mayo de 1873, el irlandés James J. O’Kelly, corresponsal del New York Herald, fue trasladado allí antes de ser enviado preso a La Habana, acusado de espiar para los insurrectos. 

Tras fracasar su expedición, en diciembre 1884, el general Ramón Leocadio Bonachea fue apresado, y más tarde fusilado, en el Castillo del Morro, junto a cuatro compañeros de aventura revolucionaria. 

Personajes tales como: Emilio Bacardí Moreau —en 1879 y 1895—, el licenciado Urbano Sánchez Hechavarría, Federico Pérez Carbó, Dominga Moncada —la madre del legendario general insurrecto Guillermón Moncada—, y un grupo numeroso de mambises, entre los que destacan los generales del Ejército Libertador de Cuba Bartolomé Masó, Flor Crombet, Periquito Pérez, Lacret Mourlot y José Medina Prudente, penaron también en sus calabozos.

El año 1898 marcó la entrada de los Estados Unidos de América a la conflagración que, desde hacía algo más de tres años, los cubanos venían librando por independizarse de España; dando inicio a la guerra Hispano-Cubano-Norteamericana.

En este contexto, el gobierno colonial intentó revitalizar el antiguo baluarte, fortaleciendo en lo posible su poder de fuego con piezas artilleras de la flota de almirante Pascual Cervera, autoencerrada en la bahía de Santiago. No obstante, poco o nada pudieron hacer para contrarrestar el alcance de los cañones instalados en las naves norteamericanas, dispuestas en son de guerra frente al litoral.

Desde sus muros se divisó el vapor Merrimack, que los propios norteamericanos planeaban hundir en la boca de la bahía, para bloquear la salida de los buques españoles a mar abierto. Frustrada esta intentona, quedó listo el escenario para la Batalla Naval de Santiago de Cuba, ocurrida el 3 de julio de 1898, e iniciada frente al Morro. 

Aquella jornada aciaga para los ibéricos marcaría, de hecho, el fin la dominación colonial española en América. Ese mismo día, quedó destruida la escuadra de Cervera y fueron derrotados los españoles en las batallas de El Viso (El Caney) y de la famosa loma de San Juan —con importante concurso de las fuerzas libertadoras cubanas. Durante el período de ocupación norteamericana que siguió, el Morro sirvió de cuartel a las tropas interventoras —las del Regimiento H, específicamente. 

Con el advenimiento del siglo XX, sin embargo, quedó en desuso; trocando la otroraimagen majestuosa de sus muros, puentes y atalayas en un lúgubre edificio abandonado. Su deterioro causó desazón entre los amantes y defensores de las reliquias de esta añeja ciudad. 

Estado del Castillo del Morro en 1910

Pero no sería hasta la década de 1960, tras años de desidia, que el profesor catalán Francisco Prat Puig y su equipo auxiliar comenzarían las labores de restauración de la fortaleza y sus alrededores. Como resultado de aquel grande esfuerzo, esta joya monumental de nuestra ciudad es considerado el exponente más completo y mejor conservado de la ingeniería militar española, basada en los principios del diseño italo-renacentista.

Razón por la que, el 6 de diciembre de 1997, la UNESCO declaró al sitio histórico Castillo del Morro San Pedro de la Roca, Patrimonio de la Humanidad. Desde ese mismo año y hasta la actualidad, radica entre sus murallas un museo que recoge no solo la evolución constructiva del Castillo, en sus etapas de fortaleza y prisión, sino otras temáticas como la piratería en el Caribe o la Batalla Naval de Santiago de Cuba. Así, el cancerbero de antaño se ha trocado en ujier distinguido, ofreciendo su imponente bienvenida a cruceristas y visitantes de todo el mundo.

Fuentes consultadas:
José María Callejas: Historia de Santiago de Cuba. Imprenta “La Universal”; La Habana, 1911.
Oficina del Historiador de la Ciudad: Santiago de Cuba en su 485 aniversario. Poder Popular Municipal, Santiago de Cuba, 2000.
Omar López Rodríguez: La cartografía de Santiago de Cuba. Una fuente inagotable. Oficina del Conservador de Santiago de Cuba y Junta de Andalucía; Santiago de Cuba y Sevilla, 2005.
Juan de la Cuevas Toraya: 500 años de arquitectura en Cuba. Editorial Chavín; La Habana, 2001.
“Juan Bautista Antonelli”, en enciclopedia colaborativa Ecured (https://www.ecured.cu/Juan_Bautista_Antonelli). Consultado 15-09-2019.
Fortaleza San Pedro de la Roca”, en enciclopedia colaborativa Ecured (https://www.ecured.cu/Fortaleza_San_Pedro_de_la_Roca). Consultado 15-09-2019.
“Museo Castillo del Morro San Pedro de la Roca”, en enciclopedia colaborativa Ecured(https://www.ecured.cu/Museo_Castillo_del_Morro_San_Pedro_de_la_Roca). Consultado 15-09-2019.



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