Miguel
Maceo en el 165 aniversario de su natalicio
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El 16 de
septiembre de 1852 nació en la jurisdicción santiaguera Miguel Maceo Grajales,
quinto hijo -al parecer- de la familia formada por Marcos Maceo y Mariana
Grajales Cuello, y uno de los más corajudos oficiales del Ejército Libertador
de Cuba en la Guerra
de los Diez Años (1868-1878).
Sobresaliente
por su inteligencia natural, su valentía sin aparentes límites y su alta disposición física,
fue Miguel un chico muy adaptado y admirado, tanto en la barriada de Santo Tomás,
donde radicaba la casa familiar en Santiago de Cuba, como en el exigente ámbito
del campo; lo mismo en la ciudad y algo más allá que en los
predios de Majaguabo, donde mayormente vivió y se desarrolló...
Es casi nada lo
que se sabe de la vida de Miguel en su infancia y pubertad; pero resulta
imaginable al niño y al mozalbete cooperando con su padres y sus hermanos
mayores en las labores de aseguramiento del hogar y en otras más rústica, con
la esteva y la yunta de bueyes; sus juegos de a pie y a caballo, que le
valieron ser experticia para su temprana vida de revolucionario.
En efecto, apenas
había cumplido los 16 años de edad, cuando Carlos Manuel de Céspedes -secundado
por un grupo de hacendados y campesinos de la zona de Manzanillo, y,
seguidamente, por patriotas de varias jurisdicciones de Oriente-, se alzó en
armas contra España, marcando el objetivo de obtener la independencia de la Isla , la abolición de la
esclavitud y la completa libertad del pueblo.
A esa
clarinada –se sabe-, respondieron los Maceo-Grajales todos, bajo sagrado
juramento de luchar por que se cumplieran esas metas en su país: Marcos, el
padre, y los jóvenes Justo Germán, Antonio de la Caridad , José Marcelino, Rafael
y Miguel, el menor de esa hornada; a quienes siguieron: la madre heroica,
Mariana Grajales, la joven Baldomera, y los vástagos más pequeños: Julio, José
Tomás, Dominga y Marcos.
Desde
entonces, Miguel se distinguió de modo extraordinario, en los combates de La Caridad , Saladillo y Cauto
el Paso, en el raid por cafetales ingenios, desde Santiago de Cuba hasta
Tacajó, asalto a Jiguaní, Maniabón, San Agustín de Aguarás, Las Chivas, ingenio
Santa Cruz, Charco Seco, Hondón de Majaguabo, Majaguabo Arriba y Arroyito (donde fue herido), y de los cuales ya emergió como teniente el
jovencito Miguel Maceo.
Se distinguió, posteriormente, en otras
acciones, incluidas todas las de la
Invasión a Guantánamo (julio de 1871 a 1872), tras las que ya
luce sus grados de capitán del Ejército Libertador de Cuba.
La tradición oral –registrada en
algunos relatos– lo recuerdan como uno de los tres Maceo retado por Policarpo
Pineda Rustán, cuando éste llegó al campamento en que reponían fuerzas, tras un
enfrentamiento con el enemigo, y preguntó que dónde estaban esos que se dicen
tan valientes: los Maceo.”! “¡Aquí estamos!”, le respondieron José, Rafael y
Miguel, y se fueron a coger “panchos” por el cocote, y los cuatro regresaron
heridos.
Herido en el camino de Tiguabos a
Guantánamo, el 11 de agosto de 1872, recibió de nuevo otro impacto de bala
enemiga, en el camino real del caserío de Jamaica, el 2 de noviembre de ese
año.
La quinta herida, Miguel la sufrió sólo
nueve días más tarde, en Los Peladeros de Guantánamo.
Se batió con denuedo en Rejondón de Báguano,
Samá, Guisa y Holguín, y, como saldo de su comportamiento heroico en todos esos
combates, ganó la estrella de comandante
del Ejército Libertador.
Se distinguió, asimismo, en los posteriores
combates de El Zarzal, de Santa María de Ocujal -al punto de recibir obligada
mención en el parte de guerra del general Calixto García-, y notable fue, también,
su participación en Cuatro Camino de Chaparra y asalto a Manzanillo (entre
otros librados en 1873); al igual que en Melones (enero de 1874) y en los
combates de la Invasión
a Occidente, en el contingente que encabezaba su hermano, el brigadier Antonio
Maceo, especialmente en los combates de Potrero de Naranjo, Las Guásimas de
Machado, el asalto a San Miguel de Nuevitas y, por supuesto, en el de Cascorro,
donde, por su valor temerario, fue derribados por las balas enemigas. A resulta
de las heridas de ese su último combate, falleció de tétano, pocos días después
del combate, cuando, con sólo 23 años de edad, ya ostentaba las estrellas de
teniente coronel del Ejército Libertador cubano y casi diez cicatrices en su
cuerpo, honrosas medallas de plomo, condecoraciones de gloria.
Los que le vieron combatir solían destacar en él su serenidad, su sangre fría en los momentos de más peligro, y su ardor cuando mucha gente de pelo en pecho mostraba algo de flaqueza. Era, de natural, un temerario...
Decía Máximo Gómez que el más bravo de
los Maceo, era José; decía éste que lo fue Rafael (Cholón); sostenían casi
todos los generales españoles – y muchos cubanos, también – que el más valiente
de los insurrectos cubanos era Antonio Maceo. Este último, sin embargo, sostuvo
siempre que el más corajudo, el más guapo, el más bravo, el más valiente de
todos los Maceo, era Miguel…
Excelente trabajo Sr Mourlot como siempre nos tiene acostumbrado.Felicidades una vez mas y exhortarlo a que nos siga deleitando y ensenando con sus trabajos.
ResponderEliminarMuy buen trabajo. Muchas gracias Mourlot
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