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viernes, 15 de septiembre de 2017

¿El más bravo, el más valiente de los Maceo?

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Miguel Maceo en el 165 aniversario de su natalicio
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El 16 de septiembre de 1852 nació en la jurisdicción santiaguera Miguel Maceo Grajales, quinto hijo -al parecer- de la familia formada por Marcos Maceo y Mariana Grajales Cuello, y uno de los más corajudos oficiales del Ejército Libertador de Cuba en la Guerra de los Diez Años (1868-1878).
Sobresaliente por su inteligencia natural, su valentía sin aparentes límites y su alta disposición física, fue Miguel un chico muy adaptado y admirado, tanto en la barriada de Santo Tomás, donde radicaba la casa familiar en Santiago de Cuba, como en el exigente ámbito del campo; lo mismo en la ciudad y algo más allá que en los predios de Majaguabo, donde mayormente vivió y se desarrolló...
Es casi nada lo que se sabe de la vida de Miguel en su infancia y pubertad; pero resulta imaginable al niño y al mozalbete cooperando con su padres y sus hermanos mayores en las labores de aseguramiento del hogar y en otras más rústica, con la esteva y la yunta de bueyes; sus juegos de a pie y a caballo, que le valieron ser experticia para su temprana vida de revolucionario.
En efecto, apenas había cumplido los 16 años de edad, cuando Carlos Manuel de Céspedes -secundado por un grupo de hacendados y campesinos de la zona de Manzanillo, y, seguidamente, por patriotas de varias jurisdicciones de Oriente-, se alzó en armas contra España, marcando el objetivo de obtener la independencia de la Isla, la abolición de la esclavitud y la completa libertad del pueblo.
A esa clarinada –se sabe-, respondieron los Maceo-Grajales todos, bajo sagrado juramento de luchar por que se cumplieran esas metas en su país: Marcos, el padre, y los jóvenes Justo Germán, Antonio de la Caridad, José Marcelino, Rafael y Miguel, el menor de esa hornada; a quienes siguieron: la madre heroica, Mariana Grajales, la joven Baldomera, y los vástagos más pequeños: Julio, José Tomás, Dominga y Marcos.
Desde entonces, Miguel se distinguió de modo extraordinario, en los combates de La Caridad, Saladillo y Cauto el Paso, en el raid por cafetales ingenios, desde Santiago de Cuba hasta Tacajó, asalto a Jiguaní, Maniabón, San Agustín de Aguarás, Las Chivas, ingenio Santa Cruz, Charco Seco, Hondón de Majaguabo, Majaguabo Arriba y Arroyito (donde fue herido), y de los cuales ya emergió como teniente el jovencito Miguel Maceo.
Se distinguió, posteriormente, en otras acciones, incluidas todas las de la Invasión a Guantánamo (julio de 1871 a 1872), tras las que ya luce sus grados de capitán del Ejército Libertador de Cuba.
La tradición oral –registrada en algunos relatos– lo recuerdan como uno de los tres Maceo retado por Policarpo Pineda Rustán, cuando éste llegó al campamento en que reponían fuerzas, tras un enfrentamiento con el enemigo, y preguntó que dónde estaban esos que se dicen tan valientes: los Maceo.”! “¡Aquí estamos!”, le respondieron José, Rafael y Miguel, y se fueron a coger “panchos” por el cocote, y los cuatro regresaron heridos.
Herido en el camino de Tiguabos a Guantánamo, el 11 de agosto de 1872, recibió de nuevo otro impacto de bala enemiga, en el camino real del caserío de Jamaica, el 2 de noviembre de ese año.
La quinta herida, Miguel la sufrió sólo nueve días más tarde, en Los Peladeros de Guantánamo.
Se batió con denuedo en Rejondón de Báguano, Samá, Guisa y Holguín, y, como saldo de su comportamiento heroico en todos esos combates,  ganó la estrella de comandante del Ejército Libertador.
Se distinguió, asimismo, en los posteriores combates de El Zarzal, de Santa María de Ocujal -al punto de recibir obligada mención en el parte de guerra del general Calixto García-, y notable fue, también, su participación en Cuatro Camino de Chaparra y asalto a Manzanillo (entre otros librados en 1873); al igual que en Melones (enero de 1874) y en los combates de la Invasión a Occidente, en el contingente que encabezaba su hermano, el brigadier Antonio Maceo, especialmente en los combates de Potrero de Naranjo, Las Guásimas de Machado, el asalto a San Miguel de Nuevitas y, por supuesto, en el de Cascorro, donde, por su valor temerario, fue derribados por las balas enemigas. A resulta de las heridas de ese su último combate, falleció de tétano, pocos días después del combate, cuando, con sólo 23 años de edad, ya ostentaba las estrellas de teniente coronel del Ejército Libertador cubano y casi diez cicatrices en su cuerpo, honrosas medallas de plomo, condecoraciones de gloria.
Los que le vieron combatir solían destacar en él su serenidad, su sangre fría en los momentos de más peligro, y su ardor cuando mucha gente de pelo en pecho mostraba algo de flaqueza. Era, de natural, un temerario...
Decía Máximo Gómez que el más bravo de los Maceo, era José; decía éste que lo fue Rafael (Cholón); sostenían casi todos los generales españoles – y muchos cubanos, también – que el más valiente de los insurrectos cubanos era Antonio Maceo. Este último, sin embargo, sostuvo siempre que el más corajudo, el más guapo, el más bravo, el más valiente de todos los Maceo, era Miguel…

2 comentarios:

  1. Excelente trabajo Sr Mourlot como siempre nos tiene acostumbrado.Felicidades una vez mas y exhortarlo a que nos siga deleitando y ensenando con sus trabajos.

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  2. Muy buen trabajo. Muchas gracias Mourlot

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