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sábado, 17 de noviembre de 2012

¿Comunero en París? Héroe de Cuba

Demetrio Rafael Castillo Duany

Hijo del hacendado (dueño de fincas e industrias) casateniente y prestamista, Demetrio Castillo Villamedio, y de María Guadalupe Duany Repilado, una joven descendiente de la rica familia formada por Rafael Duany Castillo y Ursula Repilado.
Abolengo opulento, pues; pero igual, también, liberal, y hasta separatista, por la línea materna, cuyos hermanos todos (Ambrosio, Andrés, Calixto, Diego, Pablo José, Octaviano y Juan Duany Repilado) fueron miembros de la primera hornada de revolucionarios independentistas de la ciudad; varios de ellos condenados a muerte en rebeldía, otros deportados o huidos al exterior...
De cuna holgada, Demetrio Rafael nació en la capital oriental el 17 de noviembre de 1856, y tras cumplir su enseñanza elemental y parte de la secundaria, fue enviado a completar sus estudios en el Liceo de Burdeo (Francia).
Vivió allá, no sólo su mundo estudiantil, sino la singularísima experiencia de la Comuna de París (marzo de 1870) -en la que hay elementos para considerar que participó-, así como también del sucesivo colofón de la guerra franco-prusiana, por lo que –se da por hecho-, tras la derrota revolucionaria, desde Francia, él y Joaquín pasaron a los Estados Unidos de Norteamérica; país en el que habrían de realizar otros estudios…
Regresó a su tierra natal, entre 1878 y 1879, como perito en cuestiones agrícolas y comerciales, aval con el cual se dedicó a los negocios familiares; pero que no le eximió de afrontar las exigencias políticas de su patria.
Se da por cierto –algo del todo probable- que estuvo complotado en el movimiento separatista de 1879, razón por la que se vio forzado a salir de la Isla con su inseparable hermano Joaquín, y que ambos estuvieron radicados otra vez en Estados Unidos, hasta 1885, en que Joaquín se graduó de médico-cirujano, y él incursionó en el mundo de la minería.
Nuevamente en Santiago de Cuba, Demetrio y Joaquín se emplearon, precisamente, en las minas de hierro del este de la jurisdicción santiaguera, propiedad de una compañía estadounidense; el primero como intendente; el segundo, como médico; pero ya ambos involucrados en el intento separatista conocido como Plan Gómez-Maceo (1884-1886); senda que siguieron cuando el general Antonio Maceo lideró en 1890, dentro de la propia Cuba, su fracasado movimiento insurreccional. Precisamente, fueron Demetrio y Joaquín quienes ofrecieron el célebre banquete a dicho héroe independentista en el hotel Venus, de dicha ciudad; famoso no tanto por ser pieza clave en la conspiración, como por la impactante respuesta de Maceo al joven escritor José Joaquín Hernández, cuando en un brindis este señaló la posibilidad de que Cuba fuese una estrella más de la constelación norteamericana, a lo que el general reparó: “Aunque improbable, joven, esa sería la única ocasión en que mi espada se pondría al servicio de España.”
Justo en aquella reunión de homenaje y complot revolucionario, los Castillo Duany ofrecieron apoyo total a Maceo, y se comprometieron a que, durante el levantamiento, construirían barricadas en puntos clave de la ciudad, al estilo de la Comuna de París que ellos vivieron.
Malograda aquella gesta, por la expulsión urgente de Maceo por parte del general Camilo Polavieja, Demetrio y Joaquín siguieron siendo representantes personales del general cubano en la región santiaguera y, por ende, no pudieron ser remisos a la clarinada del 24 de febrero de 1895.
No salieron aquel día al monte rebelde, porque recibieron la misión de permanecer en su puesto, dentro de la compañía minera, para garantizar suministros varios a las fuerzas rebeldes, hasta mayo de ese mismo año, en que se integraron al Ejército Libertador, bajo las órdenes de los generales Antonio y José Maceo, con quienes hicieron historia, juntos hasta el 22 de octubre de ese propio año 95, cuando Joaquín tomó el camino de la invasión a occidente, y él, Demetrio rafael, quedó bajo el mando del también glorioso general José, con quien libró de decenas de acciones y misiones militares, y  ascendió desde puestos inferiores hasta el generalato mambí, con ganada reputación de ser uno de los jefes jóvenes más valientes, audaces e inteligentes de la insurrección, o, como lo presagió el general Antonio Maceo: “Demetrio Castillo Duany es uno de los jefes del porvenir”.
Muertos en combate los dos hermanos Maceo, pasó a formar parte del cuadro de mandos del nuevo jefe del Departamento Oriental y Lugarteniente del Ejército Libertador, general Calixto García Íñiguez, con quien –igual que con aquellos dos paladines- llenó con muchas glorias las exigencias de dicho jefe, en decenas de acciones, lo mismo bajo el mando directo de este, que comandando Demetrio sus propias fuerzas.
Fue el autor del plan de desembarco de las fuerzas de los Estados Unidos por Daiquiri-Juraguá-Siboney, en julio de 1898, y tuvo, con su brigada, una participación destacada, tanto en la limpieza previa de esa zona destinada para invasión marítima de las tropas estadounidenses, como en los dos grandes combates de la guerra hispano-cubana-americana: San Juan y El Viso.
Fue jefe del Regimiento Rosado (luego Baracoa), jefe de la 1. Brigada 1. de la 1. División  y de la 1. Brigada de la 2. División del 1. Cuerpo. Teniente coronel, el 12 de agosto de 1895; coronel, el 13 de agosto de 1896;  brigadier, el 14 de julio de 1897; general de división, el 18 de agosto de 1898
La espontánea asamblea de pobladores y combatientes mambises lo eligieron gobernador de Oriente, en 1898; y fue, luego, designado gobernador civil de Oriente, por los interventores.
Fundó, junto con su hermano Joaquín, el Partido Republicano de Oriente, en 1901, por el cual se presentó a elección popular para gobernador, en 1901, pero fue derrotado por su paisano Francisco Sánchez Hechavarría. Se opuso a la reelección de Tomás Estrada Palma, como presidente, por lo que fue detenido en 1906.
En 1909, fue designado jefe nacional de penitenciarías, y, en 1921, secretario de Guerra y Marina, en el gobierno de Alfredo Zayas, cargos todos de los que se retiró con pruebas absolutas de honradez.
Era –a pesar de su excesiva modestia- gran perito de la agricultura y de economía. Murió el 27 de noviembre de 1922, cuando reciente había cumplido los 66 años de edad.
 

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