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sábado, 15 de noviembre de 2014

¿Quiénes, cuándo y por qué hablaron mal de Maceo (VIII)



De Martí a Ignacio Belén Pacheco, pasando por Máximo Gómez, Federico Incháustegui, Mariano Torres, Lamadrid y Serafín Sánchez


Así pues, todo hace indicar que, en los preparativos de la nueva guerra (la de 1879-1880) era a Maceo a quien estaban apartando, al menos, hasta que tres factores hicieron indispensable procurar el concurso de Maceo y de sus seguidores de dentro y de fuera de la Perla Antillana:
1- La oleada de detenciones de las autoridades españolas en la isla, por la cual sometieron y deportaron a la mayor parte de los directivos de la raza blanca del movimiento conspirativo en Cuba (Pedro Martínez Freire, Flor Crombet, Mayía Rodríguez, Pablo Beola, José Antonio Aguilera, Silverio del Prado -con algunos de sus hijos- y Vicente Miniet); 2- las presentaciones de Bonachea, en Las Villas, y de Ignacio Díaz y Francisco Estrada, en Bayamo-Manzanillo, y 3- el que muchos comprometidos con los planes de alzamiento renunciaran a seguir participando.
De hecho, el Comité Revolucionario había recibido del general Goyo Benítez, desde Cuba, la información de que el brigadier Guillermón “Moncada trabaja por Maceo”, que “en [Santiago de] Cuba cuentan hoy con Maceo, y que la mayor parte de los jefes de Cuba se comunicaban con él”[1]. En esta propia dirección, le llegó la información de José Luis Péñez, quien le comunicó al citado comité: “El pueblo espera [que], de un momento a otro, venga Cecilio [González] o Maceo, y de seguro que crecerá el entusiasmo y podremos contar con más recursos que ahora [...]”[2]
Por tan poderosas razones –que amenazaban azarar el  proyecto insurreccional-, después de un intercambio epistolar entre ambos, el 5 de agosto de 1879,  se reunió el general Calixto García con el general Antonio Maceo, en Kingston, Jamaica, donde ambos acordaron trabajo común en importantes asuntos, como un plan de operaciones conjuntas y el envío de comisionados, conjuntos también, a Santiago de Cuba y Camagüey.[3]

Más tarde, sin embargo, por considerar que eso podría dar pábulo  a la idea de una guerra de raza, Calixto García envió al brigadier Goyo Benítez como jefe de la vanguardia expedicionaria a Oriente, pasando por encima de Maceo, y en detrimento del movimiento revolucionario, y de lo cual escribió Maceo, posteriormente:
                                [...] en una entrevista que tuvimos en mi casa [Calixto] me
                                dijo, entre otras cosas, compañero, ya he dispuesto la sali-
                                da de Benítez ( antes que) la de V. Porque  como los espa-
                                ñoles han dado en decir....que la guerra es de raza y aquí
                                los cubanos blancos tienen sus temores, no he creído con-
                                veniente que V. vaya primero porque acreditaría lo supues-
                                to [...]
                                He aquí con qué envolvía Calixto toda su siniestra intención
                                de que yo (no) fuese primero que él a Cuba, no creo que 
                                fuese por temor al oscurecimiento de sus glorias, pues 
                                siendo la suya una de las más grandes, no es posible cre-
                                yera que el que no tiene ninguna, fuese a empañar la su-
                                ya, en cuyo caso debemos creer o que o le ha guiado úni-
                                camente la maldad o el odio (a) los de color [...][4]
Después del fracaso de la denominada Guerra Chiquita, y menguadas, de momento las opciones del separatismo revolucionario en la cuestión cubana, muchos veteranos luchadores cubanos se fueron a otros lares, buscando restauración económica, rehabilitación familiar y el momento propicio para recomenzar las acciones por la independencia del país. Entre esos cubanos, estaba Maceo, quien viajó a Jamaica –posterior al intento de su expedición, en junio-julio de 1880-, y de allí a Honduras, en julio de 1881, donde permaneció hasta 1884.
Fue un período en que se acallaron las censuras y toda la variedad de ataques personales en su contra. Mas, comenzado el plan conspirativo conocido como Plan Gómez-Maceo (1884-1886), se reanudaron los juicios adversos..
En efecto, en octubre del año 84, en carta dirigida a Máximo Gómez, por el choque  tenido con éste, José Martí no sólo fustiga con su verbo encendido al  gran dominicano, sino que enjuicia a Maceo del siguiente modo:
                                  Domine Vd., General, esta pena, como dominé yo el sá-
                                  bado el asombro y disgusto con que oí un importuno 
                                  arranque de Vd. y una conversación que provocó a propó-
                                  sito de él el General Maceo, en la que quiso -¡ Locura ma-
                                  yor!- darme a entender que debíamos considerar la gue-
                                  rra de Cuba como una propiedad exclusiva de Ud., en
                                  la que nadie puede poner pensamiento ni obra sin come-
                                  ter profanación, y la cual ha dejarse si se la quiere ayudar,
                                  servil y ciegamente en sus manos.[5]
¿Servil, Maceo?, ¿ciego, sin advertir, prevenir ni discrepar?
Hay varias cartas de Maceo a varios líderes cubanos de la emigración – incluyendo a los máximos pilares del mambisado- en las que éste da claras muestras de que –a pesar de su elevado espíritu de conciliación-, nada le era más ajeno que esos defectos que le atribuyó Martí en aquel momento de honda pasión y encontrados sentimientos en la mente de quien un día se ganaría el título de  Apóstol de la Independencia de  Cuba. Entre esas cartas, precisamente, hay seis dirigidas a Máximo Gómez, entre el 19 de agosto y 8 de septiembre de 1886, que son un rotundo mentís a las consideraciones que, sobre Maceo, hizo Martí a Gómez, en la referida misiva de octubre de 1884. Son partes de una aguda, lamentable, pero interesante polémica, en cuyos textos pueden extraerse frases como éstas:
.- “A consideración, respeto y subordinación bien entendida nadie me gana.”
.- “Cuando aquí, allá y acullá le han visto mal, ¿quién ha sido el primero en levantar su voz? (para defenderlo).
.- “Mis amigos y (los) de Ud. saben que he influido con todos para sostenerlo en su puesto, y para conseguirlo me he negado a aceptar las indicaciones que en distintos sentidos me han hecho los que nunca han tenido fe en Ud. Y los que la han perdido por virtud de nuestras desgracias.”
.- “Para exigir respeto y consideraciones, es necesario empezar guardándolos. ¿Quería Ud. que le suplicara?. Eso es propio de los reptiles que lo roen a Ud. elogiando su vanidad.”
.- “Tanto debe Cuba a  Ud., como Ud. a ella. Allí nos hemos conquistado amparo social, y por eso quiero se me respete; eso nada más quiero.”
.- “Yo tengo el valor moral de mis convicciones para decir con honrada franqueza lo que pienso.”
Y: “[...] todos tenemos el derecho de favorecer la causa de nuestras simpatías, y sobre todo, cuando es dentro de lo legalmente constituido.”[6]
Inverosímil, improbable, a todas luces, que un hombre con tales convicciones –que de modo similar las expuso a Estrada Palma, Cisneros Betancourt, Vicente y Calixto García y otros adalides de la Revolución, como a otros jefe de menor categoría, por entonces; a enemigos como Martínez Campos y Polavieja-; que un hombre de tales ideas sea un servil y ciego subordinado; venga de quien venga tal juicio...
A propósito de esa confrontación Maceo-Gómez, este, en su Diario de Campaña, asentaría otras opiniones negativas más sobre Mace:
-“Se [ha] acrecentado en él [en Maceo] un amor propio mal entendido y quizás ha podido creerse que goza de inmunidades ante los intereses de la revolución – y de ahí su conducta altanera en asunto de poca monta.”; y lo califica de “hombre sin inteligencia política”, para finalizar su comentario con un “En el caso presente, y tratándose de Maceo, nada me queda esperar por este jefe que no sea una oposición a todo lo que yo disponga.”[7]
La ofensa inferida por Gómez a Maceo fue real: primero, en la reunión del 16 de julio, en Kingston, presidida por el primero, en la cual –porque el General Antonio opinó necesario de posponer los planes y reorganizar el movimiento-, fue fustigado irreverentemente, hasta el punto de insinuársele “cobardía”, lo que –digamos, de paso– provocó la concertación de un duelo a muerte entre Maceo y Flor Crombet, el ofensor., y sin que Gómez impusiera su autoridad para llamar al orden[8]; segundo, por la contestación que dio Gómez a la Sra. Limonta, dueña de un hostal en que Maceo y otros cubanos pernoctaron, unos días, espera de su invasión a Cuba, trasladando el cobro de los gastos de Maceo y los otros combatientes revolucionarios , colocados allí por disposición del propio Gómez; esto es: que tales gastos los pagase el propio Maceo de su peculio, a pesar de que no tenía dinero alguno.
Y no sólo ese injusto proceder, sino por los términos empleados por el Gómez en su comunicación a Maceo: áspero y dejándolo muy mal parado, cual un mentiroso y, peor todavía: un timador, ante la Sra. Limonta, y humillado ante sus subordinados.[9]
Lo de falto de inteligencia política parece un ex abrupto, pues la vida y la obra pública de Maceo, así como también el examen del conjunto de sus escritos - especialmente su notable correspondencia-; así como también, los juicios de sus contemporáneos, autorizan a  considerar todo lo contrario de lo que en esa ocasión apuntó Gómez sobre Maceo.
En cuanto a que Maceo iba a ser en lo adelante un opositor suyo (de Gómez), no fue nunca así, y desde el epílogo de su epístola del 31 de agosto de 1886, le advierte: “[…] suplícole no confunda la causa con nuestras personalidades.”[10]
El 16 de septiembre de ese año, a Lorenzo Mercado, Maceo le diría: “Las disposiciones que acaba de comunicarnos el general Gómez, me parecen acertadísimas y buenas, van rodeadas de la oportunidad del caso y demuestran la firme resolución  de llevar a Cuba las armas redentoras.”[11]
Y, entre muchos ejemplos más, forzoso es citar su carta-manifiesto del 1. de noviembre de 1886, a José A. Rodríguez, director de El Imparcial, de New York, el mejor exponente de la equivocación de Gómez, en este sentido, en relación con Maceo, cuando, refutando a todos cuantos propalaban el miedo a la presunta tiranía que inauguraría Gómez en una Cuba independiente, por sus métodos dictatoriales (de concentración del poder en una sola mano), el general Maceo expuso:
                                 (....) yo desearía, para mi país, un hombre que tenga la
                                 virtud de redimir al pueblo cubano de la soberanía espa-
                                 ñola, sin haber tiranizado a sus redimidos, y que no am-
                                 bicione más fortuna que la conquistada por ese medio. El
                                 que tal haga, llegará a la suprema gloria y completa dicha.
                                 Nada más grande ni honroso para un mortal que inmorta-
                                 lizar su nombre con la bendición de todo un pueblo; pero
                                 desgraciadamente, las perfecciones humanas están muy
                                 lejos de nosotros (...) pero yo, entre la tiranía española que
                                 sufrimos y cualquiera otra que venga para destruir ésta,
                                 estoy por la última; la acepto con todos sus horrores y con-
                                 secuencias. El día después de nuestra independencia,
                                 repararemos las faltas e inconvenientes que ella deja tras
                                 de sí: remplacemos, pues, el gobierno español con la so-
                                 beranía nacional de nuestro pueblo.[12]

 

INCHÁUSTEGUI-MACEO

En un episodio aparentemente aislado, en el mes de octubre, o de noviembre, de 1885, el coronel Dr. Federico Incháustegui, publicó en El Tribuno, una carta en la insertó juicios de un tal Señor Lara (o Lanza), que Maceo calificó de calumniosos, en su respuesta al médico insurrecto del 19 de noviembre de ese mismo año 1885. En ella,  Maceo le dice, además: “Ahora bien, en cuanto a las impremeditadas frases que Ud. me dedica, debo hacerle observar, por si se ha olvidado de mi conducta pasada y presente, que mi reputación de caballero, de hombre de honor y honrado, es tan conocida en todo el mundo como bien definida en política.”. Y agrega Maceo:”Hay un campo de honor para Ud. y para mí, yo voy a él. Lo demás que Ud. hace resaltar en su carta queda contestado con el silencio que merece su contenido.”[13]
 Es probable, en alto grado, que mucho –o algo siquiera- tenga que ver en estas imputaciones no precisadas, pero harto graves, del Dr. Incháustegui contra Maceo en el 85, aquella actitud de este último, cuando, el 13 de marzo de 1878, intentó el médico, jefe de Sanidad de las fuerzas villareñas, entrevistarse con Maceo para explicar el porqué habían aceptado allí la capitulación del Zanjón, y a lo que Maceo respondió acremente:
                                    (...) debo manifestarle que es de todo punto de vista
                                    inútil y aún peligrosa para Ud. la entrevista que solicita.
                                    En el concepto de que fuera para descargar su concien-
                                       cia del peso que a estas horas debe abrumarle, la
                                       Patria tendrá oportunamente, y acaso en no lejano
                                       día, su tribunal donde le será fácil hacerlo.
                                       Si desea ponerme al corriente de la situación de Las
                                       Villas, estoy enterado de ella por quien corresponde,
                                       Y tengo corrientes las vías de comunicación con los
                                        patriotas que aún permanecen en su puesto de honor.
                                        Deseo que ésta sirva de contestación a la que me diri-
                                        ge Serafín Sánchez de Sancti Spíritus.[14]
Tal vez haya tenido mucho que ver, en fin, esa actitud de Maceo entonces, con las acusaciones de sus más agudos detractores en esta etapa; casi todos veteranos de las fuerzas de Las Villas -o, históricamente vinculados a las fuerzas insurrectas de aquel territorio-; es decir, con aquella posición de intransigencia revolucionaria de Maceo, tras el Zanjón, y en vísperas de la Protesta de Baraguá; acusaciones que, también, parecen aprovechar la ocasión de la sonada controversia Maceo-Gómez, en 1886, dado que era este último general el destinatario de casi todas esas imputaciones contra Maceo.
El primero de ellos –en el orden de las censuras, descontando al teniente coronel Ángel Pérez, ya citado antes-- fue el entonces teniente coronel Mariano Torres Mora, holguinero, que durante los últimos años de la Guerra Grande peleó a las órdenes de Carlos Roloff, en Las Villas.
Efectivamente, el 19 de septiembre de 1886, Torres Mora escribió al General en Jefe de los cubanos lo siguiente:
.- Que cuando Martínez Campos inició su campaña en Las Villas, cayó en poder de ese jefe español una carta, del entonces coronel Cecilio González, al brigadier Antonio Maceo, en la cual aquél le decía que era tiempo de tomar la revancha contra los pocos blancos que quedaban en la Revolución.
.- Que Maceo ayudó al fracaso de lo de Calixto (la Guerra Chiquita), con su “apartamiento”.
.- Que quién iba a decir que Ramón Leocadio Bonachea iba a quedar mejor que Maceo (al venir a Cuba con una expedición), y que él (Mariano Torres) lo sabía de antemano. [15] 
De la supuesta carta caída en poder de los españoles –hasta donde sabemos- sólo tuvo conocimiento Mariano Torres, y es notorio de que este jefe insurrecto no haya ni siquiera albergado una mínima duda de su autenticidad, sobre todo porque su divulgación provenía del enemigo, y, también, porque era un arma de la inteligencia enemiga echar especies de cualquier tipo que pudiera coadyuvar a la división de los cubanos.
En cuanto a que Maceo contribuyó al fracaso de los planes de Calixto durante los preparativos y desencadenamiento de la Guerra Chiquita, los argumentos y pruebas citados en este trabajo anteriormente, bastan para desmentir dicho aserto. Y con respecto a la aventura de Bonachea y del comité que auspició su viaje a Cuba, fue Maceo quien, con franqueza absoluta, le vaticinó su fracaso, e invitándolo – como lo hizo también con Limbano Sánchez- a formar parte del plan que Gómez y él encabezaban por aquellos años.

SERAFIN SANCHEZ-ANTONIO MACEO
También en ese año de 1886, igualmente después de la señalada disputa de Maceo con Gómez, apareció un escrito de Serafín Sánchez -el indiscutible héroe cubano de Sancti Spíritus-, abundante de imputaciones contrarias a Maceo[16]. A saber:
.- Que Maceo abandonó a sus fuerzas, después del Zanjón
.- Que Maceo ofendió a Martínez Freire, cuando éste advirtió de la inutilidad de los sacrificios para continuar la guerra; información que –según Serafín- se la dio Paquito Borrero, quien, a su vez, se la oyó a Francisco Pérez Garoz.
.- Que Maceo mandó a capitular desde Jamaica.
.- Que Maceo perdió tiempo en Jamaica, cuando la Guerra Chiquita, que recogió 4 000 pesos allí, en Santo Domingo y Haití, y, al cabo de once meses, recaló en Islas Turcas, para fracasar en su intento de ir a Cuba.
.- Que cuando Antonio Maceo regresó de Santo Domingo a Puerto Plata, sabía ya de las presentaciones de Moncada, José y las fuerzas de éstos; de la sumisión de Calixto, y el embarque al extranjero de él (Serafín), Carrillo y Emilio Núñez.
.- Que así y todo, se fue a Islas Turkas, donde dejó abandonados a sus hombres, que aún (en esa fecha del escrito) lo acusaban.
.- Que durante el Plan Gómez-Maceo recogió 14 000 pesos (luego lo eleva a 20 000).
.- Que cuando mandó a sus comisionados a Guantánamo y Santiago de Cuba, Maceo denunció sus planes a las autoridades españolas, y por eso prendieron a ambos.
.- Que cuando Gómez cayó preso en República Dominicana, Maceo tomó el mando, sin que nadie se lo hubiera dado.
Sería innecesaria redundancia analizar la primera acusación, después de tantos testimonios que la refutan cabalmente, y de la supuesta ofensa a Martínez Freire, pues, aparte de ser un “dicen que dicen”, no concuerda con testimonio alguno sobre ese hecho, del cual escribió el Dr. Figueredo, sin embargo, diciendo que, después que combatieron “las terribles palabras del teniente coronel; Martínez Freire, por unanimidad se aceptó seguir la guerra, para protestar firme y solemnemente contra todo lo pactado [...]”[17]; o sea, tal debate  no tuvo necesariamente que ser ofensivo, y más cuando Freire acató la decisión de la mayoría, y fue, por cierto, de los que con más fervor continuó la contienda bélica, y el último en capitular.
Ahora, en cuanto a la tercera imputación, cabe interrogarse: ¿mandó Maceo a capitular desde Jamaica?
Según el entonces teniente coronel Lacret Morlot, ayudante del general desde 1875, sí, [18] encomendándole a él la misión, en un aparte que hicieron ambos de todos los restantes integrantes de la comisión. Según Maceo, no, lo cual confirmó el brigadier Arcadio Leyte-Vidal, jefe de Estado Mayor de Maceo, a pregunta específica de éste, aunque Lacret recusa a Arcadio como testigo, pues –asegura- no estaba junto a ellos al momento de la orden.
Según Guillermón Moncada, de los “autorizados labios” de Lacret recibió el consejo que –conforme éste– le envió Maceo de que tratara de contribuir a que no se siguiera sacrificando hombres, después de convencerse de que no iba a recibir auxilios verdaderos para apoyar la continuación de la guerra.[19]
Así, por lo pronto, se lo dice en carta al presidente Calvar, aunque, de acuerdo con esa propia misiva –ya parcialmente reproducida en este trabajo-, fueron las continuas y masivas presentaciones de los mambises a los españoles, más que el susodicho consejo, las que lo persuadieron de gestionar que el gobierno pactase.
En relación con el dinero que Maceo recogió para invadir a Cuba, entre 1879 y 1880, no existe, en verdad, un estado de cuentas; pero eso no obsta para se vea claramente la imposibilidad de los montos que Serafín Sánchez afirma...
Por ejemplo, está probado que la mayor parte del dinero recaudado en Jamaica, Dominicana y Haití, y que Maceo había depositado en Cabo Haitiano, le fue incautado, reclamado y, más tarde, devuelto a quienes lo habían dado, al decir de Fernando Figueredo, en carta de éste a Maceo. [20]
Las privaciones sufridas –incluso, hambre- por Maceo y sus expedicionarios en Islas Turcas, y las peticiones de Maceo al Comité Revolucionario Cubano, finalmente de, aunque fueran, 500 pesos y lo demás en materiales de guerra, para dirigirse a Cuba, demuestran la carencia casi absoluta de dinero que él como jefe afrontaba[21]
¿Que cuando el Plan Gómez-Maceo recaudó 14 000 pesos, y que luego se elevó la cifra a 20 000?. No hay duda de que esos dígitos son exagerados; pero hay huellas claras de cómo se invirtió el dinero recolectado, revisando las cartas de Maceo al coronel Fernando López Queralta  (entre enero y abril de 1886), a Máximo Gómez, del 10 de abril de ese mismo año, y a Justo M. Párraga, del 22 de ese mes y año, todas las cuales revelan detalles de los gastos en los preparativos de la expedición, y de otros gastos que deben concebirse.[22]
El incidente con Gómez por el débito a la Sra. Limonta, y el trabajar con dos contratas, desde enero de 1887, en el Bas Obispo y en Emperador (Panamá)[23], en un clima tan malsano, lo mismo que los limitados envíos de dinero a María y otros familiares, indican, primero, estrecheces; segundo, que no hubo apropiación personal, como sugieren las imputaciones de Serafín y otros –como veremos-, y, tercero, cuál fue la fuente real de su relativo bienestar en 1887.
¿Que Maceo perdió tiempo en Jamaica? Eso sólo lo puede decir quien no supo de todos los obstáculos, artificialmente creados, que tuvo que sortear para preparar su expedición. De tal suerte que sólo pudo salir de Jamaica, el 12 de noviembre de 1879, rumbo a Haití, donde vivió peligros tremendos; salió para Santo Thomas, el 4 de enero de 1880, día en que fue para Islas Turkas, y casi un mes después, el 1. de febrero, llegó a Puerto Plata (Dominicana), donde pudo, al cabo de varias semanas, organizar su expedición, la cual –como es sabido- abandonó Puerto Plata el 12 de junio de 1880, pero el buque los dejó en Isla Turkas,[24] donde  el gobernador de ese territorio quiso entregarlo a los españoles, y donde tuvo, incluso, que sostener un combate frente a un fuerte grupo de marineros enemigos, que fueron contra él con la intención de capturarlo o matarlo.[25]
Hay otras falsedades en las aseveraciones de Serafín Sánchez, como esa que asegura que cuando Maceo abandonó Puerto Plata, el día 12 de junio de 1880 –según María Cabrales-, sabía de las presentaciones de Moncada y de su hermano José, así como también de la sumisión de Calixto García y el embarque del mismo Serafín, Carrillo y Emilio Núñez.
Hay varias cartas de personajes de consideración –como fueron los casos de Ezequiel Rojas, comisionado de Moncada a Santo Domingo, a mediados de abril de 1880; de Leandro Rodríguez, de los principales dirigentes del Comité Revolucionario Cubano de New York;  José Luis Péñez, desde Santo Domingo, y Juan Bellido de Luna, también importante líder de la emigración cubana en Estados Unidos-, que dirigidas a Maceo dan a éste noticias buenas y malas de la guerra; pero ninguna dice de la capitulación de Guillermón y José.[26]
En cuanto a la rendición de Calixto, no fue posible, porque ésta ocurrió el 4 de agosto; como tampoco la salida de los villareños, que igualmente fue entre fines de julio y principios de agosto de 1880.
Con respecto a presunto abandono de su fuerza expedicionaria que hizo Antonio Maceo en Islas Turkas, forzoso es recordar que él estuvo allí desde el 12 de junio hasta el 26 de septiembre, cuando – bajo el peso del deseo del gobernador de ese territorio, Robert Baxter, de entregarlo a los españoles; del ataque de un grupo de marinos, el intento de asesinato de José Ramón Verdespino, la labor de zapa del espía José Conradi Toledo, el apresamiento de su secretario y de otro expedicionario, así como la separación de otros tres, por maniobras propagandísticas del enemigo-, en fin, por todas esas causas, se vio obligado a tomar una fragata inglesa para salir ileso de allí hasta Jamaica. De modo que no hay razón alguna para imputarle abandono de su gente.
Lo relativo a que Maceo delató sus planes con el envío de Manuel Dueñas y Lino Marshall como sus comisionados a Santiago de Cuba y Guantánamo, realmente no tiene fundamento, por cuanto fue Serafín uno de los que informaron a Maceo que Dueñas resultó ser un pillo e informante de los españoles; o sea, que él no lo sabía con antelación, y con respecto a que Maceo usurpó la jefatura del movimiento, al caer preso Gómez en Dominicana, a principios de 1886, es aún una acusación de menos seriedad, ya que aquél figuró, desde el principio del plan, como segundo de Gómez, cual lo demuestran, entre otros : el acta de constitución de la organización auxiliadora de Cayo Hueso, en 1884[27], y la carta que Gómez dirigió al propio Maceo, en 18 de junio de 1886, en la cual le dice: “Esta fuera de duda que sobre mí y V., sobre todo sobre mí, recaerá la responsabilidad por el desgraciado procesos que nos ocurra.”[28]

IGNACIO BELEN PEREZ VS. MACEO
Las aseveraciones de Serafín contra Maceo no pasan de ser acusaciones sin base alguna que las sustenten, y, por el contrario, los hechos y los documentos las refutan. Más lejos va otro distinguido espirituano (Las Villas), conspirador contra el yugo español desde la época de Narciso López: el abogado Ignacio Belén Pérez, emigrado desde la Guerra de los Diez Años en República Dominicana y el Istmo de Panamá.
En carta del 29 de octubre de 1886 a Máximo Gómez –no es ocioso insistir en varias coincidencias: proceden del mismo territorio, hacen similares acusaciones, al mismo destinatario, en ocasión en que éste y Maceo están  abiertamente enfrentados-; en dicha carta, pues, escribió Ignacio Belén: “(...) Antonio Maceo, hombre ambicioso sin límites, vano hasta donde lo puede ser el más tonto del mundo, astuto como un salvaje de América, envidioso como lo es un hombre que nota su inferioridad ante los talentos y facultades de todos los que él quiere ser superior, sediento de dinero a cualquier costo, como hombre que cree que el lujo y la ostentación elevan al hombre y quiere ser mayor que todos los demás.”[29]
Lo acusa, igual, de vanidoso, de creerse “que va a ser rey, como si Cuba fuera Africa”, y de ser capaz de denunciar la expedición que se organice para ir a Cuba, por dinero, y hasta llega a decir: “Yo no lo quiero ni de soldado razo [sic][30]
No bastaron esos dardos; en otra misiva –esta vez del 6 de marzo de 1887-, insinuó a Gómez: que el capitán de un buque español se esforzó, en una oportunidad, en hablar exclusivamente con Maceo (como para decir que Maceo era un hombre de confianza para los españoles), y con los mismos procedimientos habituales de las especies echadas a rodar, dice: “Hay opinión de que se entendió con el gobierno español, vendió la expedición y mató la causa”, y agregaba, como prueba irrefutable: “Vean su modo de vivir que dirá si cuenta con los recursos de no tiene porqué tener [sic]”[31]
Tampoco bastó; en otra de junio del propio año 87, Ignacio Belén Pérez señaló a Gómez:
.- Que muchos le volvieron la espalda, por tener a Maceo de segundo.
.- Que el haber querido tener algunos jefes “la Patria para sí” fue lo que causó el Zanjón.
Y se explaya así de este modo contra Maceo: “Maceo, hombre de odio, venganza y discordia; enemigo de todo lo blanco en la Isla, que aspira a la presidencia de Cuba, lo cual sería la mayor calamidad de Cuba, mayor que el gobierno de España.”
Con ceguera absoluta, juzga:” El será buen guapo, pero no un general (...), que es lo mismo que decir es un guapo estúpido”, y finaliza diciéndole a Gómez que el gran negocio de Maceo es que Cuba jamás sea libre, para obtener dinero “a cuenta de ir en expediciones y de otros servicios de semejante naturaleza; sólo le agrada la buena vida y ya Cuba le dio cuanto pudo (él) quitarle.”[32]
¿A qué Antonio Maceo se referirá Ignacio B. Pérez?, ¿de quién homónimo hablaría?
El retrato hecho por Ignacio Belén Pérez sobre Maceo es tan completamente opuesto al que de éste dieron la inmensa mayoría de sus contemporáneos, de la imagen que el propio Maceo tenía de sí, de lo que indica la obra misma del Héroe; va tan más allá del que hicieron sus más caros enemigos, que debía haber planteado a Ignacio Belén un mínimo esfuerzo siquiera para demostrar sus deletéreos asertos; lo que nunca hace...
Aún así, merecen un análisis para determinar qué grado de veracidad poseen.
¿Era Maceo un ambicioso?
Si por ambición  entendemos las aspiraciones desmedidas de una persona, en cuyo afán de materializarlas, ésta no repara en emplear cualquier medio, los hechos desmienten al acusador espirituano, pues, desde el principio mismo de su vida revolucionaria, no sólo abandonó su finca, que era su medio de subsistencia, sino que entregó 255 pesos oro, caballos y otros útiles para la guerra, sin nada material a cambio; en junio de 1872, cuando Céspedes depuso a Gómez como jefe de la División Cuba, tuvo que forzarle a aceptar esa jefatura, de modo provisional, por su reiterada oposición; en el 75 y en el 77, se puso del lado más resquebrajado –por ser el correcto: el del orden y la disciplina; en fin, el de la Ley-; es decir, cuando el río revuelto prometía elevados destinos apoyando la sedición; igual, cuando se constituyó el Gobierno Provisional, en marzo de 1878, se dio un papel secundario, para favorecer la unidad con otros jefes celosos de puestos y mandos; lo mismo que estuvo dispuesto a hacer en el 84-86, para que Vicente García se integrara al movimiento.
Durante su tiempo de emigrado en Panamá, desempeñándose como contratista en la construcción de viviendas en la zona del canal,  con sus haberes y las ganancias de otros negocios públicos, hizo buena cantidad de dinero, al decir de José F, Echeverría, su secretario particular por aquellas fechas, y quien cuenta: “[...] muchas veces le vi recorrer a sus necesitados compatriotas y aun a los que no lo eran [...], como fue el caso del coronel José Medina, el venezolano, que se iba enfermo a su país.[33]
Lo mismo le vieron hacer Enrique Loynaz, Alberto Boix y otros –como fue el caso de Eloy Alfaro-, en San José de Costa Rica y en Nicoya, colonia fundada por él, que, en pleno momento de auge, abandonó para invadir a Cuba y pelear por la independencia del país y la libertad de su pueblo. De hecho, tales y otros ejemplos niegan rotundamente lo de sed de dinero, como el testimonio de su secretario Echeverría revela las fuentes de los ingresos del General Antonio en Panamá: “[...] quien había logrado reunir una regular suma de dinero, con la que estableció en la Sección de Bajo Obispo una importante Casa de comercio y merced a su construcción y hábil manejo le dio pingues ganancias en muy poco tiempo."[34]
Mas, el acto de mayor desprendimiento, que niega el “San Benito” de ambicioso, que algunos le quisieron colgar, es el de su rechazo tajante a la proposición que querían hacer los representantes de Oriente a la Constituyente de Jimaguayú, de él como General en Jefe, en detrimento de Máximo Gómez, y a la pretensión de considerar un cargo de Lugarteniente General del Ejército Libertador, como un puesto exclusivo para Maceo, a lo que este respondió: “Yo deseo vivamente que ningún derecho o deber, título, empleo o grado alguno exista en la República de Cuba como propiedad exclusiva de un hombre, creado especialmente para él e inaccesible por consiguiente a la totalidad de los cubanos.”[35]
No se hizo rico, aunque pudo lograrlo por el camino de la abyección; no publicó artículos ni memorias, ni quiso dar datos para que lo biografiaran, por considerar –equivocadamente, a mi juicio- que lo que había hecho era sólo cumplir con su deber. ¿Era eso ambición?
Ahora bien, si por tal se tiene a quien aspiraba legítimamente a alcanzar lo que, por derecho de hombre y de ciudadano, concedía esa República por la que luchó como el que más, y lo que con derechura moral obtuvo como saldo de su valor y talento, “de sus méritos e idoneidades probados” – como una vez dijo a su hermano José-, entonces sí lo fue...
Tampoco pudo ser tonto quien se elevó desde la categoría de un menestral                                  a la estatura de un estadista, con su propio esfuerzo, y procurando con humildad la ayuda de todos cuantos podían auxiliarle, y sin que nada autorice a pensar que usó métodos reprochables para ascender. No lo pudo ser, además, quien conocía bien “todas sus grandezas” –- como tiempo después le diría Martí-, sus debilidades y condiciones adversas; en fin, sus limitaciones en el panorama político y social de su tiempo. No pensaba ser rey, porque nunca fue monárquico, ni presidente, puesto que, por un lado, no se sentía preparado para cumplir tal fin, y, por otro, sabía que muchos de su propio bando no lo aceptarían, no ya por sus condiciones, sino por el color de su piel
Amante del lujo y la ostentación, no lo era, sino de ser limpio, elegante y discretamente perfumado; vanidoso, tampoco, sino altivo, orgulloso tal vez –aunque eso dolía mucho a gente como Ignacio B. Pérez- de no sentirse menos que cualquier blanco.
Maceo propendió al respeto y a la captación hasta de los enemigos para el campo de la Revolución; es decir, de soldados españoles y de voluntarios y guerrilleros; procuró estrechos lazos entre los cubanos blancos y los cubanos de la llamada raza del color. “No es una política de odio la mía”, dijo al general Polavieja, el 14 de junio de 1881, en carta memorable[36] . Al Dr. Moreno, años más tarde, dijo: “Que concluya aquello de cubanos y españoles, es decir, que los hombres honrado de una misma familia se unan por los fraternales lazos de humanidad y origen.” [37].
Contrario a lo que sostuvo I.B. Pérez, denunció algún complot de racismo negro en la manigua, durante la Guerra Grande; llamó a los cubanos de su raza, a unirse a los blancos, para bajo la dirección de éstos alcanzar la libertad y sus derechos plenos[38], como también había expresado, el 9 de octubre de 1879: “Los cubanos no tienen más que una bandera, la de la Independencia, que cobija a todos los hombres de cualquier origen o raza que sea (...)”.[39]Su Estado Mayor, en una y otra campaña, confirman esas palabras. Así pues, es imposible que siendo Maceo alguien de miras tan unionistas, pudiera ser un hombre de odio.
En lo tocante a si era un general o un guapo estúpido, las opiniones del generalato español –que llegó a considerar a Maceo, como el mejor general español nacido fuera de España-, hacen irrelevantes las palabras de Ignacio Belén Pérez en tal sentido, y demuestran quién, en realidad, rezuma verdadero odio y auténtica envidia.




[1]  DPSHGCH.; tomo I, p.133.
[2]  Papeles de Maceo; tomo I, p. 169.
[3]  DPSHGCH, tomo II, p.179.
[4]  Papeles de Maceo, tomo I, pp. 120-122.
[5]  La muerte de José Martí: versiones y discrepancias, p. 14. Ediciones Noticias de Artes; New York, 1994.
[6]  Ideología Política. Vol. I; pp. 340- 349.
[7]  Máximo Gómez: Diario de Campaña, pp. 215-216. Edición Centenario; Inst. Cubano del Libro; La Habana, 1968.
[8]  Ideología Política. Vol. I, pp. 333-334.
[9]  Ibidem, pp.337-338.
[10]  Ibidem, p. 346..
[11]  Ibidem, p. 349
[12]  Ibidem, p. 356.
[13]  Epistolario de Héroes, p. 248. Editorial  Ciencias Sociales; La Habana, 1996.
[14]  Ideología Política. Vol. I,p.99.
[15]  ANC. Fondo Máximo Gómez. Leg. 2 n. 277.
[16]  Ibidem. Leg. 2  n. 244.
[18]  Papales de Maceo, tomo I, pp. 156-157.
[19]  ANC. Fondo Donativos y Remisiones. Leg. 475 n.. 78.
[20]  Papeles de Maceo, tomo I, p. 241.
[21]  Ideología Política. Vol. I, pp 169-170 y 171-172.
[22]  Ibidem, pp. 291-292, 298-300, 304-305, 305-306 y 308-309.
[23] Ibidem, pp 343 y 366
[24]  ANC. Fondo Donativos y Remisiones. Leg. 97 n. 287.
[25] Papeles de Maceo, tomo II, p. 240.
[26]  Ibidem, tomo I , pp. 220-221, 223, 231-232 y   244-245.
[27]  En Gazapos de Historia de Cuba ( inédito), del autor del presente trabajo.
[28]  Antonio Maceo: apuntes para una historia de su vida, tomo I, p. 307.
[29]  ANC. Fondo Máximo Gómez. Leg. 2 n. 264.
[30]  Ibidem.
[31]  Ibidem.
[32]  Ibidem.
[33]  Antonio Maceo: Recopílación (...), p.116.
[34]  Ibidem,.
[35]  Ideología Política. Vol. II, p. 76.
[36]  Ideología Pol´tica. Vol. I, p. 202.
[37]  Ibidem, pp. 241-242.
[38]  Ibidem, p. 139.
[39]  Ibidem, p. 138.
 

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