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sábado, 29 de noviembre de 2014

¿Quiénes, cuándo y por qué, hablaron mal de Maceo? (Final)


De Lamadrid a Salvador Cisneros, pasando por otras personalidades




LAMADRIZ: UNA ACUSACIÓN Y UNA RECTIFICACION

Esta década de inculpaciones contra Maceo, la cierra el patriota José Francisco Lamadrid, veterano luchador independentista, presidente que fue del Comité Revolucionario Cubana de New York, tras el general Calixto García; fundador de la Convención Cubana y de la Liga de los Independientes de Tampa y Cayo Hueso, lo mismo que, luego, del secreto Club Luz de Yara y del Partido Revolucionario Cubano.
Lamadrid, en efecto, el 15 de junio de 1888, escribió a Máximo Gómez una carta en la que afirmaba que el plan insurreccional de 1884-1886 fracasó “por la conducta incalificable de Maceo”

Un año y dos meses después, en el acta de constitución de la Liga de Independientes de Key West, se dice que ésta se fundaba para continuar los trabajos que había comenzado la organización que le antecedió, “para evitar que quedaran sin auxilios ni protección los trabajos que se habían ordenado organizar en Cuba y que habían tomado gran incremento y actividad en los días en que Gómez y Maceo [...] trataban de llevar grandes recursos ofrecidos [...]”, y /con espíritu plenamente rectificador- agrega el documento que “hubieron de fracasar debido a la campaña que en New York hubiera de hacerles José Martí por no estar conforme con el carácter dictatorial y la jefatura de Máximo Gómez, toda vez que como extranjero carecía de la personalidad necesaria para dirigir los trabajos del pueblo de Cuba, cuando existían cubanos tan caracterizados o más que él, a quienes el pueblo seguiría en sus anhelos de libertad”. Y precisan, los constituyentes de dicha liga: “Equivocado estaba ese señor (Martí), desconociendo el grado de alcance que había tenido en Cuba la gestión del general Gómez como Jefe del Ejército Libertador en 1873-1878, y el apoyo que tenía en los trabajos de Las Villas, organizados en las principales ciudades de ese estado desde 1883(...)”[1]
Y suscriben tal declaración, entre otras personalidades: el propio Lamadrid, que las encabeza; José Dolores Poyo, Carlos Recio, José Rogelio Castillo Zúñiga, Fernando Figueredo, Gerardo Castellanos, Teodoro Pérez y Ángel Loño Pérez.
HERMINIO LEYVA Y SU VISION DE MACEO
En 1893, Herminio Leyva Aguilera, sobresaliente autonomista holguinero, publicó su libro La Guerra Chiquita, en el que, entre otros aspectos muy rebatibles, sostuvo dos formulaciones incriminatorias contra Antonio Maceo Grajales, sorprendentes, si se quiere, por su exposición a tantos años de los sucesos –cuando ya había bastante esclarecimiento al respecto-, y sin argumentación alguna para justificarlas.
La primera es –dice Leyva Aguilera- que Maceo tenía el propósito de crear una república negra en el departamento oriental de la Isla, para lo cual –según este autor-, después de la Guerra de los Diez Años, contaba con sus hombres agrupados en El Cobre, Botija y Hongolosongo (tres puntos muy cercanos uno del otro); así como también en Banabacoa (Dos Caminos de San Luis) y Santa Rita (entre Palma Soriano y San Luis); que Maceo tenía organizada la
revolución (o sea, el levantamiento) para marzo de 1879.[2]
¿Cómo hacer una república negra en tales sitios?
Por medio de uno de dos procedimientos -“imposibles, por demás-, y tras derrotar a los españoles: el primero sería supeditar absolutamente a toda la población blanca del territorio; el otro: eliminando esa numerosa población blanca. De manera que la acusación que Herminio Leyva hizo en su libro contra Maceo, implicaba, ni más ni menos, el propósito de promover una guerra racial, entre blancos y negros.
Sabido es que el general Maceo pidió a su gente, al término de la Guerra Grande, solicitaran a Martínez Campos autorización para constituir especies de comunidades agrícolas, que, en el fondo, eran células para un futuro ejército revolucionario, constituido por las mismas fuerzas que le siguieron después de la Protesta de Baraguá. Pero de ahí a la promoción de una república negra –que ni Maceo deseaba, ni era necesaria, ni posible en Cuba-, hay un trecho gigantesco.
¿Por qué, entonces, tal acusación?
Por los aprestos de guerra muy evidentes en la Isla, hacia 1892 y 1893 – ocasión en que se publicó el libro -; por las intenciones de los autonomistas de contrarrestar la propaganda revolucionaria con viejos miedos (el “coco” negro), y por el ofrecimiento de la “panacea” de un plan reformista para Cuba, como el que, meses después, esbozó el ministro de Ultramar Antonio Maura.
El brigadier Flor Crombet (Odoniel) hizo referencia en su carta a Calixto García sobre las primeras juntas de Maceo, después de concluida la campaña del 68 al 78, para reiniciar la lucha, y que fueron reuniones con Gómez, Calvar, Manuel Codina y parte de su oficialidad veterana, la mayor parte de las cuales eran blancos. Sus coordinaciones internacionales, igualmente, fueron con líderes cubanos blancos de la emigración, y algunos líderes extranjeros “de color”, como Gregorio Luperón, nada sospechoso de racismo negro. No hay motivo real alguno, pues, para tan criminal sospecha y tan vil infundio, como tampoco lo hay en el ideal maceísta, claramente antirracista y armoniosamente conjugado con su abierta y justa defensa del adelanto de la denominada gente del color.[3]
Con respecto a que Maceo, al no tener resultado con los blancos, entró a formar parte de la Liga Antillana, en contacto con el héroe dominicano Gregorio Luperón, forzoso es preguntarse: ¿eran negros Lamadriz, Leandro Rodríguez, Juan Bellido de Luna y Fernando Figueredo, con quienes concertó su expedición para venir a Cuba en 1880, lo mismo que la mayor parte de los integrantes de su pequeña fuerza?
Además, Leyva echa mano a la diabólica invención de Camilo Polavieja, en complicidad con su espía Jean Baptiste Charon, un negro ex sargento del Ejército Libertador; creación, en fin, de un pretexto para, --después de deportar  a cientos de prisioneros insurrectos, participantes en la Guerra Chiquita, así como también de otros jefes veteranos y líderes civiles del separatismo- eliminar del panorama a esa masa de pardos y morenos, en la que el reaccionario jefe español veía la gran reserva de un ejército de Maceo y de otros amenazadores adalides mambises que se movían por países vecinos.
No hay un solo documento auténtico de la tal Liga Antillana, ni una carta verdadera de algún presunto integrante, ni una sola memoria de uno de sus miembros, ningún mínimo papel que nos hable de su estructura, bases, estatutos, proyecciones, asuntos de su interés, líderes locales demostrados, que no sea el bodrio presentado por el general Polavieja.
En cuanto al movimiento antillanista que inspiró Luperón, nada tuvo que ver con aspecto racial, y menos con filiación negra, pues, incluso, excluía a Haití, promoviendo la unión de Dominicana, Puerto Rico y Cuba Libre e Independiente, y es interesante saber que Luperón dio a conocer, primero, su solidaridad con la Revolución Cubana, a la vez que la esencia de sus sueños antillanistas, no a Maceo, sino a Manuel Fernández Rubalcaba, Francisco de Paula Bravo, a Miguel Aldama y, a través de éste, a Carlos Manuel de Céspedes y Salvador Cisneros Betancourt -blancos todos, por cierto-, desde 1870, muy distante del momento cuando conoció al general Maceo.
Falsas, por ende, tendenciosas y bajas fueron esas imputaciones del Sr. Leyva Aguilera contra Maceo, preñada de un oportunismo político deplorable.
SERAFIN-FLOR-FRANK AGRAMONTE VS MACEO
Aunque  Costa Rica dio a Maceo la oportunidad envidiable –esa es la expresión exacta- de sentir la simpatía de un mundo de personalidades: cubanos, ecuatorianos, panameños, nicaragüenses, mexicanos y ticas, naturalmente, incluidos gobernantes y otros políticos de altura; en fin, a pesar de haberse granjeado el mayoritario cariño y reconocimiento, siempre encontró algunas voces  -“viejas” y nuevas- acusadoras;  voces ocultas, mayormente, que intentaron dañarlo material y espiritualmente.
Le imputaron fomentar una colonia que dañaba a productores del territorio de la Matina; propalaron que su proyecto era un gran fracaso, de magros resultados en su  primera etapa; todo lo cual resultó obra de las bajas pasiones.
Mas, los verdaderos dardos procedieron de algunos cubanos, en ese período: de Flor Crombet, de Serafín Sánchez y de Frank Agramonte...
Flor, envió al gobierno costarricense una carta-denuncia contra Antonio
Maceo sobre los manejos y problemas de la colonia Maceo; que tanto las investigaciones e informes del gobierno de Costa Rica como el descargo propio de Maceo refutaron. Sin embargo, al salir de la colonia, Flor no tuvo a menos solicitar la ayuda personal del general Antonio Maceo, quien, no obstante las inconstancias del brigadier Crombet, le extendió la mano.
Fue, luego, el brigadier Serafín Sánchez el autor de los más dicaces  cargos, y quien en cartas al general Máximo (entre 1892 y 1893), intentó inculcar a éste  las siguientes ideas:
1.- Que Maceo no podía ser favorable a los planes del Partido Revolucionario Cubano, porque quería ser el Jefe de la Revolución.
2.- Que ningún sentimiento  de patriótica bondad cambiaría en Maceo su ciego empeño de favorecer el predominio de la raza negra.
3.- Que Maceo no se conforma con la igualdad republicana y democrática, sino que quiere la venganza del negro contra el blanco, por medio de la represalia bárbara, a fin de lograr el predominio absoluto.
4.- Que él (Serafín Sánchez) lo ha  defendido públicamente, pero convencido de que, en el fondo, Maceo sigue pensando eso.
5.- Que sería mejor que Maceo  no fuese a Cuba y, en su lugar,  que fueran: Flor Crombet, Paquito Borrero, Agustín Cebreco y otros, de todas las clases sociales.[4]
Fue justamente Martí, quien dio cumplida respuesta a Serafín Sánchez -de un modo indirecto, al menos-, cuando, en carta a Máximo Gómez, del 29 de agosto de 1893, explicó que Maceo no le creó ningún obstáculo, y aceptó los planes para levantar la Isla y el papel que Gómez le consideró como natural para él.[5] Martí hizo, también, un retrato público del Héroe de Baraguá, que es una de las caracterizaciones físicas y etológicas más detalladas, completas y elogiosas que se hayan hecho de Maceo, en quien el Apóstol vio –muy al contrario de lo que quiso hacerle ver el brigadier espirituano- un hombre que “ni rebaja con celos y venganzas su persona”, y a quien, “por sobre personalidad de juicio [está] la Patria”, y a la cual “con el pensamiento la servirá, más aún, que con el valor”[6]
Todavía –no obstante cartas amistosas cruzadas con Antonio Maceo-, a la llegada del Dr. Frank Agramonte, comisionado de Martí a Costa Rica, a fines de febrero de l895, el brigadier Crombet –según el propio Agramonte en su diario personal, de honda y profusa animadversión contra Maceo- le dijo que, cuando llegó el maestro a Costa Rica, en 1893, los cubanos radicados allí reunieron la suma de 12 mil pesos para contribuir a la lucha independentista, que entonces (1895), Maceo pedía 6 mil pesos para llevar la expedición, que él (Flor) podía realizar con 2 mil pesos[7]
En su citado escrito, el Dr. Frank Agramonte afirmó que sabía todo lo de Maceo, porque Martí le mandaba  todas las cartas dirigidas a él, y al mismo tiempo por las personas que le habían entregado el dinero, y que no había pruebas contra Maceo, porque los que le entregaron el dinero  no exigían recibos[8]
La versión de Martí, en su carta a Máximo Gómez, del 28 de agosto de 1893, es bien diferente:
                            Para él [Maceo] el plan está en que le adelantemos cuanto
                            podamos la organización en Oriente, en que se pueda él
                            poner [...] al habla con los elementos de pelea de la re-
                            gión, y en el poco dinero que con esos proyectos necesita
                            y los mismos cubanos de Costa Rica, que ya quisieron reu-
                            nirle cinco mil pesos cuando lo de [Purnio] Holguín, darán
                            al Partido para él. Esto es como una tercera parte de los
                            gastos que pensábamos.[9] 
O sea: 5 000, y no 12 000: para las gestiones patrióticas de Maceo, que iban a dar al Partido, y no que lo habían dado ya.
Por otro lado, no ha habido reclamación moral a Maceo de ningún cubano en Costa Rica por entrega de dinero, o mal uso de éste. Igual, sabido es que  durante 1894, Maceo envió varios comisionados a Cuba –Fernando  Cortiña, Manuel Patricio Delgado, José de la C. Palacios y Emilio Giró Odio, entre otros-  cuyo costo, seguramente, salió de los óvolos de sus compatriotas, como también algunas compras de armas y efectos, más otros gastos, incluidos, probablemente, los envíos que le hicieron al propio Flor, por petición de éste, de acuerdo con el espíritu fraternal del general Maceo.
El Dr. Agramonte, en su diario personal aquí citado, supuso que, cuando Maceo se enterase de que no estaba a cargo de la expedición, no sólo se pondría furioso, sino que iba a dificultar la realización de esa empresa. La molestia fue real, pero no así los obstáculos, que surgieron por parte de Flor y Agramonte, queriendo evitar a los Maceo, lo cual puso en peligro la misma expedición y los destinos de la revolución en Cuba.
Según Agramonte,  él y un tal Pablo Pérez –quien, al decir del primero, destituyó a Maceo de toda virtud- opinaron, en una reunión, que no se debía traer a Maceo en la expedición a Cuba: pero que Flor y Julio Lassús dijeron  que sí, y agrega que Maceo cometió la “barbaridad” de no esperar en el lugar indicado para embarcarse, y se apareció, el 25 de marzo de 1895, en el puerto de Limón, con lo que denunció el proyecto, y califica de “locura” la idea de Maceo de apoderarse del “Adindorack”, cuando este buque estuviera cerca de las costas cubanas.
Para Agramonte, Maceo, también, es culpable indirecto  de la muerte del patrón de la goleta “Honor, porque, aunque corrobora que fue un accidente, lo responsabiliza de haber retenido a los marineros, cuando iban para Baracoa, y de mandar a Patricio Corona, enfermo, a que arreglase un fusil.
De un modo casi pueril, cuenta que Maceo mandó a fusilar a los nueve prisioneros del primer combate en Duaba, y que uno de los expedicionarios se negó a ejecutar la orden, que éste fue hasta donde el general,  y le contó lo que había hecho, quien, lejos de reconvenirlo, lo alabó diciéndole: “Muy bien: has hecho muy bien”.
Agramonte va más lejos, y considera una imprudencia de Maceo el aviso a los españoles de su llegada a Baracoa, y lo acusa de haber errado en todo lo que hizo, desde su arribo a la costa baracoana, razón por la que murieron Flor Crombet y J. Sánchez, y por la que otros cayeron prisioneros.
Algo raro hay en todo este relato, porque no sólo narra todas esas ocurrencias, sino, también, una constante colación comparativa –gratuita, por demás-  entre las personalidades de Antonio Maceo y Flor Crombet, en la que éste último siempre es superior...
“Agramonte siente muy poca simpatía por Antonio Maceo. A través de todas sus páginas se advierte su hostilidad.”, señaló Carlos Forment, en carta a Gerardo Castellanos, después de leer el manuscrito del Dr. Frank, en la casa de Manuel Jesús de Granda.[10]
Este último, en su Memoria Revolucionaria, coincide casi exactamente en todo el aspecto hechológico del diario de Frank Agramonte, pero difiere sustancialmente de éste en todas las apreciaciones, aplicando la lógica en cada proceder del general Maceo.[11]
Por ejemplo: avisa de su presencia, no por imprudencia, sino porque lo demandaba el estado de la insurrección, que se estaba apagando por la no presencia de los grandes jefes de la guerra; la marcha hacia Guantánamo no es una dirección caprichosa, sino que allí tenía Maceo una buena base preparada; toma el riesgo de cruzar entre los voluntarios que le asediaban, porque sabía que muchos de ellos (unos 200) habían sido sus subordinados en la Guerra Grande, incluido uno de los jefes de ellos, Félix Lescaille, que fue su ayudante en aquella campaña, y era hermano de uno de los principales jefes de los Indios de Yateras.
De Granda sólo admite falla en Maceo –al igual que Agramonte Zayas-  por la excesiva confianza que mostró Maceo en el práctico Desiderio Lara, que los traicionó, y cuya delación fue clave en los descalabros sufridos en esa zona, aunque las verdaderas causas hay que estimarla en la festinada resolución de armar una expedición con 2 000 pesos, carentes del número mínimo de hombres y armas indispensables para haber levantado la comarca con el grupo de Félix Ruene; también, por no tomar el rumbo indicado por Maceo, de dirigirse más al sur, hacia las costas guantanameras, donde él había advertido a Periquito Pérez y a Emilio Giró de su inmediata llegada.
Precisamente, el asunto de esta expedición –en la práctica, fracasada- fue una de las causas principales de las desavenencias entre Maceo y Martí, días más tarde, en La Mejorana.
FERMÍN  VALDÉS DOMINGUEZ SOBRE MACEO...
Lamentablemente –aunque propio de humanos-, fue aquel suceso el que dislocó algo los propósitos inmediatos de la Revolución y despertaron nuevos celos y suspicacias.
Eco de aquella discrepancia fue, sin duda, la impresión del doctor Fermín Valdés Domínguez, cuando deseoso de asumir la jefatura de Sanidad del V Cuerpo del Ejército Libertador –para lo cual lo alentó, según él, el doctor Sánchez Agramonte-, recibió la negativa, por parte del general Maceo, jefe al que correspondía decidirlo, porque éste tenía reservado ese puesto “para su médico”, el Dr. Hugo Robert.
Herido, desairado, el Dr. Valdés Domínguez escribió en su Diario de Soldado: “Él [Maceo] quedó con sus miserias, y su alma más negra que su piel, y yo vengo tranquilo, satisfecho y sin vanidades.” ”[12]
Creía Valdés Domínguez que su íntima amistad con Martí era la verdadera causa de la negativa de Maceo a que él ocupara dicho puesto, por el distanciamiento entre el Héroe de Baraguá y el Héroe de Dos Ríos, que se hizo más que evidente en La Mejorana.
Es lo cierto que el Dr. Valdés tenía mayor antigüedad que su colega Robert, pues, desembarcó el 24 de julio de 1895, en la expedición de Tunas de Zaza, de los generales Roloff, Serafín Sánchez y Mayía Rodríguez, mientras que Hugo Róbert ingresó al Ejército Libertador el 8 de septiembre de dicho año, según el índice Alfabético del Ejército Libertador, de la inspector general de dicho cuerpo, general Carlos Roloff. Pero no era menos cierto que estaba dentro de las prerrogativas de Maceo, la decisión que adoptó, a favor de Róbert, lo cual hizo –con toda seguridad- por la simpatía recíproca que se despertó entre ambos, desde que el Dr. Fernández Macaró se lo presentara en Vijarú (o Bijarú), semanas antes de iniciarse la Invasión, amistad que alentó la continua petición del General de que su médico permaneciera en su Cuartel General, a fin de mantener un fructífero intercambio con él, dada la elevada cultura del galeno.
Está demostrado que la polémica de Maceo con Martí no fue razón de que el primero adoptase represalias contra quienes admiraban al segundo, y es caso a propósito, el de Enrique Loynaz, quien, en una ocasión, se explayó en elogios sobre el Apóstol ante Maceo, con visible esguince de éste; pero que no fue nunca razón para represalia alguna por ese motivo. Maceo sólo se retiró en silencio del lugar, y aunque su secretario particular, el colombiano Ortega, vaticinó la muerte de la carrera militar de Loynaz, éste siguió en el Estado Mayor de Maceo, ascendió con él hasta teniente coronel, y sólo se separó del General Antonio, bastante tiempo después, por necesidad de reforzar otra fuerza libertadora.
No, la decisión de Maceo sobre la solicitud de Valdés Domínguez no estuvo influida –como lo supuso el doctor- por las diferencias de Maceo con Martí, y no hay razón para dudar de la causa que se le dio a conocer a Valdés. A fin de cuentas, muy pocos se salvaron del juicio censor del médico habanero y compañero juvenil, y en el separatismo, de nuestro Apóstol, a quien, sin embargo, se le escapa un tono racial no muy favorable a su prestigio personal…
SALVADOR CISNEROS BETANCOURT FRENTE A LOS MACEOS
Personalmente, no creo que haya habido odio del Marqués a los Maceo; pero sí que su visión sobre ellos estuvo, a veces, prejuiciada, y, en ocasiones, detenida en el tiempo, dos décadas y más hacia atrás..., cuando los hijos de Marcos y de Mariana no eran mucho más que unos jóvenes rústicos, con mucho ardor y coraje para ver a Cuba independiente y, a los esclavos, libres; razones por las que no podía verlos como crecidas personalidades militares y políticas de la Revolución, de tanto valer como las de encumbradas cunas…
También, pues, Salvador Cisneros Betancourt expresó criterios adversos contra Maceo, como lo indica su carta a Estrada Palma, de julio de 1895, en la que le dice: “Me temo que la hormiga quiere crear alas y esta ambición desmedida nos da mucho que hacer. José Antonio Maceo que se conforme con sus laureles militares y será bueno que usted le aconseje, que se conforme con ser jefe de expedición y deje la política a un lado, pues nosotros y parte de Oriente no admitiremos otra cosa que no sea un gobierno republicano democrático.”[13]
Dos temores tenía Cisneros Betancourt: uno, que fructificase la proposición de los orientales, que iban a llevar –como lo hicieron, al fin- a Bartolomé Masó, como candidato a la presidencia de la República de Cuba en Armas, que se debía constituir en Jimaguayú (Camagüey), en septiembre de 1895; el otro: que la edición de El Cubano Libre, periódico fundado por Maceo, en agosto de ese mismo año, sirviera a este para hacer propaganda en tal y otros sentidos, no favorables para las aspiraciones personales del Marqués.
Así que, suponiéndole de veras ambicioso de poder, Cisneros escribió a Maceo una carta de franqueza cruda, en la que le pintó la golosina de “un puesto o destino importante”, para el cual, sin embargo, tendría el general que esperar un tiempo más.
“Debo significarle –le contestó Maceo, con no menor sinceridad- que su oferta está buena para los que mendigan puestos, o para las personas que no sepan conquistarse con sus propios esfuerzos el que deban desempeñar en la vida pública [...]”, y enfáticamente le agregó:”[...] le suplico no olvide mis condiciones de hombre de temperamento si en otra ocasión se le ocurre hablarme de puestos y destinos que nunca he solicitado [...] pues como usted sabe tengo la satisfacción de no haber desempeñado ninguno por favor; al contrario, con oposición manifiesta hasta para lo más insignificante [...]”[14]
BARTOLOME MASO-ANTONIO MACEO
Cuatro hechos determinaron a Bartolomé Masó para opugnar al general Antonio Maceo: 1.- que no fue electo para la presidencia del Consejo de Gobierno, en Jimaguayú, como lo llevaban propuesto y lo tenían confiado los representantes orientales; 2.- la extracción de más de 1 000 de los mejores hombres del 2. Cuerpo del Ejército Libertador, que Masó encabezaba, para una invasión a Occidente, que el general manzanillero consideraba un imposible. Luego, 3.- los propósitos de Maceo de deponerlo del mando del cuerpo, por entorpecer la selección e incorporación del contingente de dicho cuerpo a la Invasión, y 4.- la intención de someterlo a prisión y a consejo de guerra por sostener conversaciones con el traidor Juan Ramírez, en violación de la ley.
A principios de noviembre de 1895, Masó escribió una carta a Maceo, con un resumen de su historial revolucionario, con datos inexactos y sobrevalorando sus méritos, y atacando a Maceo, a quien supone “picado”, porque Gómez lo hizo jefe del 2. Cuerpo, e insinúa que el general Maceo estaba usurpando la segunda jefatura del Ejército Libertador, de la que desconocía su potestad, y autoproclamándose el jefe de más méritos y de mayores y mejores actitudes patrióticas y militares, primero, en levantarse contra España y el último en rendir las armas[15]
Maceo le respondió: “[...] he sentido pena por Ud. Siempre le creí de mejor criterio y de mayor sensatez para sospechar que se permitiese suponerme en posesión [sic] de las miserias y censurables procedimientos que a Ud. se le atribuye [...]”. Y continúa “[...] pero como mi conducta política está sujeta a la crítica de juiciosos pensadores ya la censura de jentes [sic] apasionadas y vanidosas no me extraña el juicio de mí que Ud. ha formado ni las consecuencias que ha deducido de una premisa falsa.” Agrega, asimismo, que cierto era que él ignoraba el nombramiento que hizo Gómez de Masó como jefe del 2. Cuerpo, como también de otras formalidades “debido a sus muchas atenciones”, de Gómez. “Sin embargo –aclara- he obedecido sin que nadie pueda decir que me ha oído reproche por esa causa.” Y, lejos de refutar algunas falsas creencias de Masó, concluye Maceo su carta diciendo: “Cuanto a que Ud. sea el Jefe que tenga más méritos y reúna mejores y mayores actitudes políticas y militares, que ha sido el primero en levantarse contra la dominación española y que sea el último en rendir las armas, me contenta en extremo. ¡Ojalá! que su gloria sea imperecedera en la historia política de Cuba.” [16]
Delicadeza de Maceo, que no echó en cara a Masó el que este, en toda la Guerra Grande fue solo coronel; grado, por demás, no ganado en acciones bélicas, sino otorgado por la Cámara, en consideración a sus aportes materiales, al inicio de la Revolución de Yara, y como rectificación del de teniente general, jefe de Intendencia, otorgado por Carlos Manuel de Céspedes, tras el 10 de Octubre; que en los casi 10 años de aquella contienda no solo tuvo poca participación en acciones combativas, sino que no dirigió ni un solo combate de envergadura. Que no fue de los últimos en presentarse, tras el Zanjón, sino, por el contrario, de los primeros entonces [Ver diario de campaña del general Francisco Estrada].
También, que no participó ni contribuyó de forma alguna, a la Guerra Chiquita,  como autonomista que era entonces; razón por la que, tras mandarlo Polavieja a apresar, en septiembre de 1879, inmediatamente después ordenó este dejarlo libre, junto a varios manzanilleros más, autonomistas como Masó.
Que, si bien protagonizó uno de los iniciales alzamientos, el 24 de Febrero de 1895, en Manzanillo, no fue el primero, pues simultáneamente lo hicieron en Baire, Guantánamo, El Cobre y otros puntos alrededor de la ciudad de Santiago de Cuba; que, como coronel del EL, fue el oficial mambí de mayor jerarquía entre los alzados en armas, después del mayor general Guillermón Moncada, por lo que este jefe –consciente de la inminencia de su muerte, por tuberculosis terminal-, dejó a Masó el mando de todos los rebeldes de Oriente, hasta la llegada de los grandes jefes veteranos de superior graduación, y que fue una acción política intencionada, la de Gómez, tras La Mejorana, de ascenderlo a mayor general y jefe de un 2. Cuerpo del EL creado por Gómez en ese instante, para restar el “inmenso” poder de los Maceo en aquel momento (mayo de 1895).
Encontronazos hubo más de Maceo con otras personalidades de nuestras luchas, como fueron Antonio Zambrana y Quintín Banderas, entre otros, que ahora escapan a la memoria; pero no provocaron más que consideraciones sobre hechos concretos, que no abarcan juicios negativos sobre las cualidades de aquél; razón suficiente para que no los hayamos reflejado en estas líneas, acerca de ¿quiénes, cuándo y por qué, hablaron mal de Antonio Maceo?


[1]  Gazapos de Historia de Cuba ( inédito), del autor del presente trabajo.
[2]  La Guerra Chiquita, p. 12. Imprenta y Papelera “La Universal”, La Habana, 1893.
[3]  Ideología Política. Vol..I, pp. 76, 131, 139, 195, 199, 200, 202, 207, 241, 315 y 363.
[4]   El general Flor, pp 304-305.
[5]  Antonio Maceo. Apuntes para una historia de su vida, t. II, pp. 30-31
[6]  Ibidem, tomo II, pp 27-29
[7]  ANC. Fondo Donativos y Remisiones. Leg. 269 n. 5.
[8]  Ibidem
[9]  Antonio Maceo: apuntes para una historia de su  vida, tomo II, p.31.
[10]  Carta de Carlos E. Forment a Gerardo Castellanos  García  (1937). Copia mecanografiada.
[11]  Memoria Revolucionaria, pp.           Tipografía Arroyo Hermanos: Santiago de Cuba, 1926.
[12]  Fermín Valdés Domínguez: Diario de Soldado, p.   
[13] Antonio Maceo apuntes para una historia de su vida, tomo II, p.159.
[14]  Ibidem, pp.159-160 e Ideología Política. Vol.II, pp. 64-67.
[15]  ANC. Fondo Donativos y Remisiones. Fuera de Caja N.53 (Libro Copíador de Correspondencias del Mayor General José Antonio Maceo).
[16]  Ibidem.
 

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