Estas palabras son
dictadas desde la experiencia de editor. Me ha llenado de verdadera
satisfacción que mi hermano Julio Corbea Calzado, coordinador de la Editorial Del Caribe me animara
y permitiera editar el libro del historiador Joel Mourlot Mercaderes,
intelectual honesto y coherente donde los haya.
Debo decir que a Mourlot solo lo conocía de vista y de nombre, que había
leído —e incluso citado— trabajos suyos publicados en obras colectivas, el
periódico Sierra Maestra y el
suplemento El Cubano Libre.
Hace un año más o menos que hemos comenzado un trato fraternal, limpio y
de respeto mutuo; y lo veo como un obrero de la palabra, tal como siento que
soy yo. Lamento no haber confraternizado antes con él, y valga la paradoja, creo
que, después de las jornadas de trabajo con el volumen, del intercambio de
puntos de vista, es como si lo conociera de toda la vida.
La edición me ha complacido, pues me aportó como editor y como patriota, pues
lo soy y a mucha honra. Ya quisieran los editores encontrar solo libros y
autores como el que ahora va a ser presentado. Ha sido un privilegio que
mientras viva no olvidaré.
Joel Mourlot y su más estrecho
colaborador, David, son dos apasionados defensores de la historia patria, de la
eticidad de ambos es prueba este libro valioso: El hombre de excepción.
El autor es claro y justo al encauzar
en estos trabajos la trayectoria —y muchas de sus aristas— del Lugarteniente
General. No quiere, porque no es importante, polemizar aunque no teme involucrarse
si le faltara lógica al posible polemista, antes bien, con mesura y paciencia,
informa, analiza y divulga la Verdad,
no esas medias verdades que conducen a actitudes obcecadas a esos que se creen
dueños de la historia y súper sabios por obra y gracia de la genética, como si
eso fuera posible en este mundo. Así que pedantería y petulancia, deben callar
esta vez.
El tomo, no tengo duda, será recibido con entusiasmo por aquellos compatriotas
que, maceístas efusivos o moderados, encontrarán en sus páginas informaciones y
noticias, es decir, episodios y facetas poco tratadas por los historiadores que
han precedido a Mourlot en lo que se refiere a reunir lo hallado acerca del Héroe
de Baraguá, amén del análisis y la interpretación de lo expuesto aquí que, a mi
juicio, es de suma novedad y relevancia.
El volumen es, también, una lección del rigor con que deben ser tratados
los acontecimientos históricos, pues en este caso, ya lejanos en el tiempo, quizás
se han convertido en fábula o cuento de camino. Por esa razón, apoyado en copiosa
documentación hallada en archivos y bibliotecas de la Isla y algunas del
extranjero, Mourlot ha elaborado este voluminoso tomo que concierne a una heterogénea
gama de asuntos maceístas, nacimiento, familia, batallas y heridas, hasta su
caída en Punta Brava un día como hoy hace 122 años.
De conducta y pensamiento inquebrantables, nuestro General Mambí sigue y
seguirá siendo útil a la patria, toda su obra merece perdurar y lo hará
mientras existan hombres como los Mourlot —padre e hijo—, inoculadores —no cabe
otro término— del accionar glorioso del Héroe.
Entonces gracias a este hombre útil que es también Joel Mourlot por este libro
de indiscutible excepcionalidad que no pasará inadvertido entre los lectores.
No se convertirá —lo asevero— en uno más de los que duerme en los estantes de
las librerías, y le auguro reconocimientos en el porvenir.
Inteligencia, fuerza de voluntad, esfuerzo, afán de superación,
sacrificio, patriotismo, tesón, disciplina y honestidad, todo eso es Antonio
Maceo, el santiaguero, el cubano que ha merecido este libro escrito con oficio
y conocimiento y que ahora publica un coterráneo suyo y nuestro.
Es un libro que no ha sido “bautizado” por un paladín del pensamiento o
la acción de los siglos pasados, sino por una mujer a la que algunos han considerado
—acaso con razones— parte de la más rancia burguesía habanera, una aristócrata
blanca; pero hija del general Enrique Loynaz del Castillo, Dulce María, gran
intelectual laureada con el Premio Miguel de Cervantes, cubana y patriota por
los cuatro costados, calificó a nuestro Maceo como “El hombre de excepción”, no
como mera lisonja histórica, sino porque en realidad es cierto, y al venir de
ella creo que es conmovedor.
Muchas gracias a Joel y David Mourlot, cierto es que los maceístas
cubanos hemos contraído una deuda de gratitud con ustedes.
Y gracias a Julio Corbea, Alberto Lescay y Orlando Vergés, por proteger
la memoria, rechazar el olvido y por hacer el bien e incidir en esta pelea en
la que el enemigo real —y el virtual, peligroso— nos quiere anular como nación
con palabras vacías y desesperadas que claman en un desierto de ideas injustas,
retrógradas y anárquicas. Ya solo por esa razón, éticamente vital para Cuba,
vale este libro.
Muchas gracias.
León Estrada
Santiago de
Cuba, esta ciudad,
30-11 y 3-12-2018
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