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martes, 20 de agosto de 2019

Arroyo Hondo: El lance que salvó a Gómez y a Martí de una captura o la muerte seguras


Por: Joel Nicolás Mourlot Mercaderes y David Mourlot Matos

Se ha dicho -con bastante razón- que, tras el 24 de Febrero, las partidas rebeldes estuvieron bajo la pertinaz persecución de las fuerzas españolas, u ocultas, a la espera de la llegada de los grandes jefes veteranos que debían unificarlas y comandarlas. Tal aserto, sin embargo, no significa que, durante dicho lapso, algunos grupos insurrectos  no libraran acciones más comprometidas, de ataques y asaltos, los cuales tuvieron un gran efecto, no solo de necesario aliento al espíritu general de rebeldía, sino también como actos significativos de provisión de armas y pertrechos de guerra; algo que, a su vez, determinó en el logro de otras victorias, cruciales en el desarrollo ulterior de la guerra, como fue el caso de Arroyo Hondo, el combate con el que las fuerzas del mayor general José Maceo salvaron a los recién desembarcados en Playita de Cajobabo

Así, los mambises de la zona de Manzanillo llevaron a cabo, entre otras, la emboscada de La Gloria, en la que causaron notables bajas al enemigo y le capturaron 15 máuseres, y la captura de un convoy entre Barrancas y Caimito del río Buey, o el combate de río Hicotea; los de Guantánamo, entraron triunfantes en Camarones, y se batieron con éxito en Güiro; en tanto que, los de El Cobre, llevaron a cabo el ataque a Hongolosongo y el combate de San Juan de Wilson, por solo señalar esos casos. 

Mención aún más destacada merecen los combatientes del este de Santiago de Cuba, con la toma de El Caney, el 2 de abril, donde la captura de 19 armas largas y muchas municiones fue un factor de peso, para que el coronel Victoriano Garzón atacara y rindiera el fuerte de Ramón de las Yaguas; tomara dicho poblado y venciera el refuerzo del comandante Tejerizo, en auxilio de los anteriormente sitiados, con lo que consiguió armar bien a los 110 que mandó con el teniente coronel Joaquín Planas a ponerse a disposición del mayor general Antonio Maceo, en Vega Bellaca, y a los 111 que acudieron con él a Guantánamo para reforzar al general José Maceo, que solo contaba con las decenas de hombres -mal armados y municionados, en su mayor parte- de teniente coronel Periquito Pérez.

Gracias pues, a este socorro, pudo el general José Maceo enfrentar a la gran fuerza enemiga que ya casi alcanzaba al pequeño grupo que acompaña al mayor general Máximo Gómez y a José Martí.

El combate de Arroyo Hondo

Después de haberse despedido del teniente coronel Félix Ruenes y de sus hombres, el día 18 de abril, el general Máximo Gómez contaba con un grupo de 30 expedicionarios, incluidos Martí, Paquito Borrero, Ángel Guerra, César Salas, Marcos del Rosario, y el veterano Luis González Pineda, con su hijo y 17 miembros de su familia, entre otros. Sobre ellos se cernía un peligro mortal…

En efecto, después de haber logrado la muerte del general Flor Crombet y de Joaquín Sánchez (a) Peñaló; así como la captura sucesiva de otros 8 integrantes de la expedición Crombet-Maceo, las fuerzas del Regimiento Simanca y de los guerrilleros del comandante Pedro Garrido, fracasaron en la búsqueda y captura de los generales Antonio y José Maceo, de los tenientes coroneles Agustín Cebreco y Adolfo Peña; los comandantes Silverio Sánchez Figuera y José C. Palacios , así como de los otros cinco patriotas que se integraron a las  fuerzas insurgentes.

Pero, enterados los jefes de esas respectivas fuerzas enemigas, el teniente coronel Joaquín Bosch y el comandante Pedro Garrido, del desembarco por Playitas de Cajobabo de Gómez, Martí y otros importantes jefes mambises, emprendieron la persecución de estos por zonas de Imías y la tierra del Guaso, hasta casi alcanzarlos ya a unos 12 km al norte de la capital guantanamera, en el punto conocido por Arroyo Hondo.

Por fortuna, el general José Maceo lo supo también, y –al frente de las fuerzas de Periquito, las de Victoriano Garzón y de otros incorporados, con un total de 300 hombres- emprendió marcha la noche del 24, desde su campamento de Filipina hacia el poblado de Arroyo Hondo, a donde llegó antes de que los 600 del teniente coronel Bosch se lanzasen sobre Gómez, Martí y los que les acompañaban.

Así fue, Bosch y Garrido dividieron sus fuerzas en dos bandos para avanzar sobre el arroyo para cumplir su anhelado propósito; pero sin sospechar del socorro cubano, y ahí comenzaron las acciones, en las que –según cuenta Martí en su Diario de Campaña- las balas silbaban sobre sus cabezas. En mayor detalle, sin embargo, lo cuenta el Auckland Star, de Nueva Zelanda (18 junio de 1895), tomando de un reporte especial de un corresponsal del periódico World, de Nueva York, quien entrevistó al general Antonio Maceo en Songo, días después de este sonado hecho de armas. Este reporte valiosísimo, redactado sin duda a partir del parte oficial enviado a Antonio por su hermano José, nos ofrece la versión más rica que de este trascendental combate se conozca:

“[José] Maceo apostó a sus hombres dentro de la espesura, a lo largo de la ribera del [Arroyo] Hondo, el cual, en este punto, es un torrente de unos treinta pies de ancho. El Coronel [sic] Bosch se acercó temprano en la mañana por la ribera del arroyo, y, al recibir el fuego de los rebeldes, llevó a sus hombres hacia una posición en un cañaveral. El fuego continuó hasta la 1:00 pm. Como de costumbre, los españoles desperdiciaron demasiadas municiones innecesariamente, y cuando se les acabó, José Maceo cargó, cruzando el río, y [él y sus hombres] hicieron estragos con sus machetes entre los contrincantes. Los regulares españoles estaban reforzados por 200 voluntarios de Guantánamo. Los hombres del Coronel [sic] Bosch se retiraron, una vez que dispararon sus municiones. Esta es una falta [común] de los españoles. Los oficiales no parecen esforzarse en impedir que los soldados huyan tan pronto como pueden. Cuando se está armado con un fusil de repetición rápida como el Máuser, no se tarda mucho en gastar las 100 rondas con las que se provee a cada uno de los hombres. José Maceo quedó en su posición, y aún la sostenía cuando el vapor dejó Santiago esta mañana.

“Los españoles admiten una pérdida de 16 muertos y varios oficiales heridos. De acuerdo con una carta recién recibida por el General [Antonio] Maceo de su hermano José, los españoles sufrieron severamente. Los cubanos utilizaron sus machetes con efecto devastador cuando los soldados españoles habían disparado todas sus municiones.
“Por los cubanos, uno de los lugartenientes de [José] Maceo, un mestizo [de origen] francés, llamado Alcide de Verger (Alcid Duverger), cabalgó temerariamente hacia el arroyo, arengando a sus hombres a una carga al machete. Un disparo de los españoles mató al osado [mambí].”

Además del coronel Duvergel, los mambises sufrieron la muerte de otros 3, incluido Justo Trabas, hijo del glorioso capitán del 68, Martín Trabas, caído en el combate de El Zarzal (6-8 de junio de 1873); acción en la que Justo, con 11 años de edad –y según el testimonio del coronel Fernando Figueredo- mató de un machetazo al teniente coronel José Sostrada. Las bajas criollas, además, incluyeron 14 heridos.

Pero la victoria mambisa no solo radica en la suma de muertos y heridos causados al enemigo y en la absoluta posesión del escenario del combate; sino, sobre todo, en haber impedido —con ese resuelto enfrentamiento a un enemigo superior en número y armamentos— la muerte o captura de Gómez, Martí, Paquito, Guerra y aquellos otros 26 hombres valiosos que les acompañaban en la inolvidable jornada.

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