“Repercusión
mundial
ante la
caída de
Antonio Maceo Grajales”
Fueron los
hombres del general Maceo los primeros en la incredulidad, en el desconcierto,
en el desánimo y en el dolor por su héroe caído, y fueron los primeros,
asimismo, en el homenaje, en la búsqueda desesperada de su cadáver y en aquel
velatorio humilde y sublime, donde no fue melodrama –sino sincera expresión
humana- el sollozo espontáneo, las lágrimas viriles y la devoción sin
teatralidad.
CONMOCIÓN EN EL
BANDO SEPARATISTA
Después,
cuando la incertidumbre cedió a la confirmación, los sentimientos de tristeza,
de consternación, poblaron los aires de la manigua mambisa, como las almas
separatistas en los poblados y ciudades de la isla, lo mismo que en la
emigración revolucionaria cubana.
Entre los
primeros en la reacción, estuvo Tomás Estrada Palma, el delegado
plenipotenciario de la
República de Cuba en Armas en los Estados Unidos, quien, en
carta a María Cabrales Fernández, la viuda del general Maceo, el 25 de
diciembre de 1896, dijo: “[…] Héroe invicto en combate sin cuento, el Atlas
americano que sostenía sobre sus hombros una revolución triunfante”, […] que,
erguido, tocaba con la frente el cielo, sin que hubiera espacio bastante a su
grandeza […] héroe entre los héroes […] grande como genio militar y no menos
ilustre como ciudadano respetuoso a las instituciones y a la ley […].
“Confiad,
señora, en el amor de vuestros compatriotas a la memoria venerada de vuestro
inmortal consorte y sabed: que por acuerdo unánime de todos y tácito
consentimiento, la viuda del mayor general Antonio Maceo es la desposada del
pueblo cubano”.
Tres fechas
más tarde, el adalid más parco en el elogio, el General en Jefe Máximo Gómez,
al dictar la orden general por el fatal suceso, afirmó: “El Lugarteniente General
Antonio Maceo ha muerto el día 7 del actual en rudo combate contra los enemigos
de la patria.
“Cayó el
Héroe en San Pedro […]
“La Patria llora la pérdida de
uno de sus más esforzados defensores, Cuba el más glorioso de sus hijos y el
Ejército, al primero de sus generales. ¡Soldados! ¡El general Maceo ha muerto y
es preciso seguir su ejemplo de bravura y heroico patriotismo en la defensa de
la patria.
“¡El
Ejército está de duelo! Ordeno, por tanto, diez días de luto, sin más toques
que los de las ordenanzas, y el mayor silencio y recogimiento en los
campamentos.”
Cual si
fuera poco, escribió a María: “Ha muerto el general Antonio Maceo en el apogeo
de una gloria que hombre alguno alcanzó sobre la tierra, y con su caída en el
seno de la inmortalidad, lega a su patria un nombre que por sí solo bastaría
ante el resto de la
Humanidad para salvarla del horroroso estigma de los pueblos
oprimidos.
“Con la
desaparición de ese hombre extraordinario, pierde Ud. al dulce compañero de su
vida, pierdo yo el más ilustre y más bravo de mis amigos y pierde en fin el
Ejército Libertador a la figura más excelsa de la Revolución ” (Las Villas,
1. de enero de 1897).
A la
infortunada esposa, igual, llegó el pésame de los presidentes de consejos de
los 41 clubes revolucionarios de la emigración cubana en Cayo Hueso, Tampa e
Ibor City, que, al calificar la pérdida de Maceo como irreparable, y reconocer
que no hay consuelo para ciertos dolores, le apuntan: “[…] pero al menos, que
os dé fuerzas y alientos, el coro universal de admiración y simpatía que nimba
el nombre glorioso del bravo titán Antonio Maceo”.
También, al
conocer el infausto mensaje de la caída de este señalado jefe, el mayor general
Calixto García Íñiguez, jefe a la sazón del Departamento Oriental del Ejército
Libertador, dijo conmovido: “¡Terrible noticia! Muere uno de los más grandes de
la patria, pero ello nos obliga a pelear aún más fuerte. La muerte de un
hombre, por grande que sea, como es este caso, no puede acabar una guerra como
la nuestra. Ahora lucharemos más, y venceremos.”
El hombre
ascendido para suceder al caído como jefe del Departamento Occidental de las
fuerzas mambisas, el mayor general José María Rodríguez (Mayía), con bastante
inmediatez tras el suceso, escribió a María Cabrales:
“¡Ah! El
destino insensato ha derribado el coloso […] ¡Ya no hay Antonio Maceo! Cuba ha
perdido su más valeroso paladín; la libertad, su más poderoso guerrero; la
victoria, su Dios”.
Otros jefes
rebeldes estamparían en cartas o e íntimo diarios de campaña, sus impresiones
de la catástrofe.
Por
ejemplo, el general Lacret Morlot, algo más de dos años después de la caída del
General Antonio, pidió a María autorización para, “como su antiguo ayudante,
amigo y discípulo del general Maceo […] hacerse cargo de su cadáver para
conducirlo a Santiago de Cuba, lugar de su nacimiento”.
El general
Juan Eligio Ducasse Revé –que también en su diario se califica como discípulo
de Maceo- justiprecia a este como “valiente e inolvidable jefe invicto”, y el
general Enrique Loynaz del Castillo, por su parte, resume su incredulidad ante
la noticia, en estos términos: “¿Cómo había llegado a ocurrir la catástrofe del
7 de diciembre? Habíamos dejado al general Maceo cruzando la Trocha [de Mariel a Majana] bajo las descargas y
cañonazos del ingenio Neptuno, el 15 de marzo de 1896 para realizar la más
famosa de sus campañas: ¡Una cumbre de laureles coronada con la siemprevivas de
la muerte y de la gloria!”.
Por su
parte, el general Vicente Pujals Puente, jefe por entonces del Estado Mayor del
General en Jefe, apuntó en su libreta personal de campaña:
“Yo en mi
particular, como amigo y compañero de la Revolución pasada, quería y apreciaba de todo
corazón a Antonio Maceo […] él era inteligente y todos sus actos los realizaba
con el mayor civismo y cordura. Su muerte no se apartará de mi memoria, ni se
borrará jamás de mi corazón”.
Por el
estilo es el sentimiento que apuntó en su diario de campaña, el teniente
coronel Eduardo Rosell Malpica, joven de aristocrática familia matancera: “Cada
vez que pienso es cierto la noticia de la muerte de Maceo se me cae el alma a
los pies. Sufro la misma sensación que si hubiera perdido a una persona de mi
familia […]”
O estas
palabras del coronel de la Guerra Grande ,
Manuel Sanguily, pronunciadas tres años después de San Pedro: “El choque fue
como un terremoto, y hasta muy lejos, en el continente estremecido, sintieron
los cubanos el estrépito de su caída. En mí sentí como si el mundo se hubiera sumido para siempre
en las tinieblas, y la causa sagrada de mi corazón y mi existencia hubiesen
perecido en un naufragio universal.”
El Consejo
de Gobierno de la República
de Cuba en Armas no quiso quedarse atrás, y confirmó los diez días de luto, y
rindió homenaje a Maceo, y el periódico El
Cubano Libre –fundado por gran jefe rebelde- dedicó al Héroe su edición
completa del 15 de febrero de 1897.
La
emigración cubana de Nueva York hizo mítines y veladas, publicó reseñas
periodísticas sobre el caído; pero la de Ibor City, Tampa y Cayo Hueso se
desbordó con aportes de días de haberes, por ciento de salarios y trabajos
extraordinarios, para incrementar el auxilio financiero a la insurrección en la
isla.
Las
comunidades cubanas en Inglaterra y Francia dieron ejemplos hermosos de
reacción pertinente ante el fatal acontecimiento, con múltiples veladas y actos
políticos de solidaridad, entre cuyos protagonistas sobresalieron el general
Francisco Javier Cisneros Correa, su hermana Úrsula, Fernando Tárrida del
Mármol, Gonzalo Villar, Vicente Mestre Amábile y muchos otros, a todos los
cuales se sumaron los clubes patrióticos de cubanos en Centroamérica y el
Caribe.
II
REPERCUSIÓN ENTRE
LOS EXTRANJEROS
Pero lo que
fue cumplimiento del deber para los cubanos, resultó sorprendente y estimulante
lección de solidaridad por parte de incontables personas –nacionales de varios
países del mundo-, con numerosos mítines, veladas y otros actos de homenaje al
general Maceo y de adhesión a la causa
cubana; reveladores, además, de la estatura alcanzada por el gran hombre caído
y la bandera que defendió.
En Francia,
digamos, encabezados por el Comité Francés de Cuba Libre, con los célebres
escritores, periodistas y luchadores políticos Henri Rochefort, Paul Adam,
Lucién Descaves, Henri Baüer y Armand Conte, senadores, diputados y otros
funcionarios progresistas al frente, y de consuno con la colonia cubana, se
realizaron las más variadas actividades de tributo a Maceo y de apoyo a la Revolución Cubana.
“Los
insurrectos tienen la idea, el entusiasmo y el valor: la sangre de sus Maceo
[…]”, postulaban.
“Aquí
lloramos, pero enaltecemos al que fue grande en la batalla, grande en el
consejo, grande en el patriotismo, y que con la punta de la espada escribió en
la tierra cubana, de una punta a la otra de la Isla , su nombre imperecedero, desde Peralejo
hasta Cacarajícara”, escribió Ramón Emeterio Betances a María Cabrales, el 5 de
marzo de 1897, e, impresionado, le refería que no era sólo en Francia:
“Enaltecido
está, y –si esto sirve de consuelo- recordemos que el 28 de febrero de 1897, la
antigua Roma, Roma la grande, ha celebrado LA APOTEOSIS DE MACEO”.
En efecto, Italia
no fue menos; allá, al calor de las intensas gestiones de Francisco Federico
Falco, del sabio Giovanni Bavio, de diputados progresistas, profesores y
estudiantes universitarios, sindicatos obreros, el alcalde de Perenne y otras
personalidades progresistas –especialmente los integrantes del Círculo Antonio
Maceo, del Círculo Republicano- se llevaron a cabo manifestaciones en tal
sentido, con respecto al extraordinario cubano, con énfasis en las veladas
celebradas en el parlamento, en la que discursó el diputado Lubriani; la del
teatro Esquilino, y la develación de un busto de Maceo, a cargo del Giovanni Bavio.
En el Reino
Unidos, en Bélgica, en Escandinavia y en Kiev, también se expresó el homenaje a
maceo y la solidaridad con Cuba insurrecta. Hasta el poeta hebreo Moris
Rosenfild se unió a ese formidable coro universal, con su “A la muerte de Maceo”.
En Rumanía
la prensa obrera de ese país llamó a Maceo “el alma de la revolución”, y ecos
de su relevante figura sonaron en Alemania y en Rusia, de donde eran tres
jóvenes que se unieron a Maceo en su
campaña de Occidente.
Con
diferentes matices reflejó la prensa norteamericana el suceso de San Pedro, y
más de un legislador se refirió elogiosamente al mártir que allí cayó; aunque
lo más conmovedor, sin duda, fue cómo muchos padres de la raza negra comenzaron
a nombrar a sus vástagos con el nombre de Maceo y los destaque que a esta
personalidad cubana hicieron varias organizaciones obreras y sociales
estadounidenses.
Colombia
llevó la voz de Botero Guerra en su trabajo “Maceo ha muerto ¡Viva Maceo!”;
también, con los versos de Guillermo Valencia, o la decisión de los obreros
ferrocarrileros que dieron por nombre Maceo, a un pueblito de la serranía donde
laboraban, y cuyo posterior ayuntamiento exhibía luego un retrato del héroe
cubano, pintado por Enrique Carabia. Chile, entre otras acciones, tuvo una velada
del Club Radical, un poema del ilustre bardo Guillermo Matta, en cuyos versos
califica al gran capitán cubano de “Altar de la historia, altar de
Cuba-Nación”; tributo que se complementó con varios trabajos de prensa.
Argentina
delegó en Buenos Aires, el 17 de diciembre de 1896, su tributo a Maceo y a
Cuba, a pesar del malestar de los
españoles residentes allí –integristas y poderosos-, que resonó en el gran
mitin (“meeting monstruoso”) de apoyo a
Cuba y sentimiento por la muerte de Maceo, conforme despachos periodísticos
desde dicha capital.
“Nunca vi
dolor tan espontáneo, tan intenso, tan visible como el que se manifestó en la
capital dominicana por la muerte de Maceo. Durante muchos días no se oyó un
piano, ni música alguna, ni hubo expresión que no fuera de tristeza”, describió
Manuel Jesús Troncoso de la
Concha.
Timbre
similar de alto fue el del también quisqueyano Rafael Abréu Lecairac, cuando
imprimió estos juicios, al calor de la muerte del jefe insurrecto: “Antonio
Maceo es y será siempre el héroe legendario de la epopeya cubana; su memoria no
perecerá jamás entre los hombres, porque la gloria, la verdadera […] es
religión, culto e ideal cosmopolita”.
El gran
puertorriqueño Eugenio María de Hostos, a su vez, al honrar el martirologio de
Maceo, destacó, por encima del deslumbramiento habitual por sus méritos
militares, al Maceo ciudadano, a cuya cualidad debió sus cualidades de
guerrero, como a su patriotismo su vehemencia, y a su civismo, su constancia,
“a su deseo de justicia, su clemencia, a su ansia de libertad, su entusiasmo; a
su ardentísimo anhelo de igualdad, el popular ejercicio que hacía de su
superioridad”, y a quien, al cabo, calificó como “el más genuino representante
de Cuba combatiente.”
México se
unió al tributo por medio del diputado Juan A. Mateos, quien, en un discurso en
el parlamento de su país, reprobó los festejos españoles por la caída de Maceo,
que –dijo de paso- “Esas manifestaciones en toda España miden la talla de
Maceo, cuya muerte ha despertado un sentimiento de veneración en los pueblos de
ambos continentes.”También, por sobresalientes pintores que hicieron retratos
del gran cubano.
“Hay bustos
de Antonio Maceo –describía uno de sus mejores biógrafos, José Luciano Franco
en una entrevista a la prensa- en Panamá, en un parque de Panamá, hay
monumentos a Maceo en Jamaica y en la escuela ‘República de Cuba’, en San Pedro
de Sula”
Igual,
huellas de tributos en Venezuela y Costa Rica.
Hasta de la
misma España -que cierto, festejó la caída del héroe cubano-, no sólo se oyeron
las voces de Emilio Castelar y Marcelino Domingo, contrarias a tal salvajismo,
sino las de militares como Neuville, Primo de Rivera y el propio Valeriano
Weyler que hicieron reverentes juicios de Maceo, a quien calificaron como “el
más grande general español nacido en Cuba”, y a quien –dijeron- debían hacer
una estatua en cada pueblo de la isla.
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