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miércoles, 14 de diciembre de 2011

¿Cómo se asumió la caída del Héroe en la Isla y fuera de ella?

“Repercusión mundial ante la
caída de Antonio Maceo Grajales”


Fueron los hombres del general Maceo los primeros en la incredulidad, en el desconcierto, en el desánimo y en el dolor por su héroe caído, y fueron los primeros, asimismo, en el homenaje, en la búsqueda desesperada de su cadáver y en aquel velatorio humilde y sublime, donde no fue melodrama –sino sincera expresión humana- el sollozo espontáneo, las lágrimas viriles y la devoción sin teatralidad.
                                                    I

CONMOCIÓN EN EL BANDO SEPARATISTA
Después, cuando la incertidumbre cedió a la confirmación, los sentimientos de tristeza, de consternación, poblaron los aires de la manigua mambisa, como las almas separatistas en los poblados y ciudades de la isla, lo mismo que en la emigración revolucionaria cubana.
Entre los primeros en la reacción, estuvo Tomás Estrada Palma, el delegado plenipotenciario de la República de Cuba en Armas en los Estados Unidos, quien, en carta a María Cabrales Fernández, la viuda del general Maceo, el 25 de diciembre de 1896, dijo: “[…] Héroe invicto en combate sin cuento, el Atlas americano que sostenía sobre sus hombros una revolución triunfante”, […] que, erguido, tocaba con la frente el cielo, sin que hubiera espacio bastante a su grandeza […] héroe entre los héroes […] grande como genio militar y no menos ilustre como ciudadano respetuoso a las instituciones y a la ley […].
“Confiad, señora, en el amor de vuestros compatriotas a la memoria venerada de vuestro inmortal consorte y sabed: que por acuerdo unánime de todos y tácito consentimiento, la viuda del mayor general Antonio Maceo es la desposada del pueblo cubano”.
Tres fechas más tarde, el adalid más parco en el elogio, el General en Jefe Máximo Gómez, al dictar la orden general por el fatal suceso, afirmó: “El Lugarteniente General Antonio Maceo ha muerto el día 7 del actual en rudo combate contra los enemigos de la patria.
“Cayó el Héroe en San Pedro […]
La Patria llora la pérdida de uno de sus más esforzados defensores, Cuba el más glorioso de sus hijos y el Ejército, al primero de sus generales. ¡Soldados! ¡El general Maceo ha muerto y es preciso seguir su ejemplo de bravura y heroico patriotismo en la defensa de la patria.
“¡El Ejército está de duelo! Ordeno, por tanto, diez días de luto, sin más toques que los de las ordenanzas, y el mayor silencio y recogimiento en los campamentos.”
Cual si fuera poco, escribió a María: “Ha muerto el general Antonio Maceo en el apogeo de una gloria que hombre alguno alcanzó sobre la tierra, y con su caída en el seno de la inmortalidad, lega a su patria un nombre que por sí solo bastaría ante el resto de la Humanidad para salvarla del horroroso estigma de los pueblos oprimidos.
“Con la desaparición de ese hombre extraordinario, pierde Ud. al dulce compañero de su vida, pierdo yo el más ilustre y más bravo de mis amigos y pierde en fin el Ejército Libertador a la figura más excelsa de la Revolución” (Las Villas, 1. de enero de 1897).
A la infortunada esposa, igual, llegó el pésame de los presidentes de consejos de los 41 clubes revolucionarios de la emigración cubana en Cayo Hueso, Tampa e Ibor City, que, al calificar la pérdida de Maceo como irreparable, y reconocer que no hay consuelo para ciertos dolores, le apuntan: “[…] pero al menos, que os dé fuerzas y alientos, el coro universal de admiración y simpatía que nimba el nombre glorioso del bravo titán Antonio Maceo”.
También, al conocer el infausto mensaje de la caída de este señalado jefe, el mayor general Calixto García Íñiguez, jefe a la sazón del Departamento Oriental del Ejército Libertador, dijo conmovido: “¡Terrible noticia! Muere uno de los más grandes de la patria, pero ello nos obliga a pelear aún más fuerte. La muerte de un hombre, por grande que sea, como es este caso, no puede acabar una guerra como la nuestra. Ahora lucharemos más, y venceremos.”
El hombre ascendido para suceder al caído como jefe del Departamento Occidental de las fuerzas mambisas, el mayor general José María Rodríguez (Mayía), con bastante inmediatez tras el suceso, escribió a María Cabrales:
“¡Ah! El destino insensato ha derribado el coloso […] ¡Ya no hay Antonio Maceo! Cuba ha perdido su más valeroso paladín; la libertad, su más poderoso guerrero; la victoria, su Dios”.
Otros jefes rebeldes estamparían en cartas o e íntimo diarios de campaña, sus impresiones de la catástrofe.
Por ejemplo, el general Lacret Morlot, algo más de dos años después de la caída del General Antonio, pidió a María autorización para, “como su antiguo ayudante, amigo y discípulo del general Maceo […] hacerse cargo de su cadáver para conducirlo a Santiago de Cuba, lugar de su nacimiento”.

El general Juan Eligio Ducasse Revé –que también en su diario se califica como discípulo de Maceo- justiprecia a este como “valiente e inolvidable jefe invicto”, y el general Enrique Loynaz del Castillo, por su parte, resume su incredulidad ante la noticia, en estos términos: “¿Cómo había llegado a ocurrir la catástrofe del 7 de diciembre? Habíamos dejado al general Maceo cruzando la Trocha [de Mariel a Majana] bajo las descargas y cañonazos del ingenio Neptuno, el 15 de marzo de 1896 para realizar la más famosa de sus campañas: ¡Una cumbre de laureles coronada con la siemprevivas de la muerte y de la gloria!”.
Por su parte, el general Vicente Pujals Puente, jefe por entonces del Estado Mayor del General en Jefe, apuntó en su libreta personal de campaña:
“Yo en mi particular, como amigo y compañero de la Revolución pasada, quería y apreciaba de todo corazón a Antonio Maceo […] él era inteligente y todos sus actos los realizaba con el mayor civismo y cordura. Su muerte no se apartará de mi memoria, ni se borrará jamás de mi corazón”.
Por el estilo es el sentimiento que apuntó en su diario de campaña, el teniente coronel Eduardo Rosell Malpica, joven de aristocrática familia matancera: “Cada vez que pienso es cierto la noticia de la muerte de Maceo se me cae el alma a los pies. Sufro la misma sensación que si hubiera perdido a una persona de mi familia […]”
O estas palabras del coronel de la Guerra Grande, Manuel Sanguily, pronunciadas tres años después de San Pedro: “El choque fue como un terremoto, y hasta muy lejos, en el continente estremecido, sintieron los cubanos el estrépito de su caída. En mí sentí  como si el mundo se hubiera sumido para siempre en las tinieblas, y la causa sagrada de mi corazón y mi existencia hubiesen perecido en un naufragio universal.”
El Consejo de Gobierno de la República de Cuba en Armas no quiso quedarse atrás, y confirmó los diez días de luto, y rindió homenaje a Maceo, y el periódico El Cubano Libre –fundado por gran jefe rebelde- dedicó al Héroe su edición completa del 15 de febrero de 1897.
La emigración cubana de Nueva York hizo mítines y veladas, publicó reseñas periodísticas sobre el caído; pero la de Ibor City, Tampa y Cayo Hueso se desbordó con aportes de días de haberes, por ciento de salarios y trabajos extraordinarios, para incrementar el auxilio financiero a la insurrección en la isla.
Las comunidades cubanas en Inglaterra y Francia dieron ejemplos hermosos de reacción pertinente ante el fatal acontecimiento, con múltiples veladas y actos políticos de solidaridad, entre cuyos protagonistas sobresalieron el general Francisco Javier Cisneros Correa, su hermana Úrsula, Fernando Tárrida del Mármol, Gonzalo Villar, Vicente Mestre Amábile y muchos otros, a todos los cuales se sumaron los clubes patrióticos de cubanos en Centroamérica y el Caribe.

                                                  II

REPERCUSIÓN ENTRE LOS EXTRANJEROS
Pero lo que fue cumplimiento del deber para los cubanos, resultó sorprendente y estimulante lección de solidaridad por parte de incontables personas –nacionales de varios países del mundo-, con numerosos mítines, veladas y otros actos de homenaje al general Maceo y de adhesión a  la causa cubana; reveladores, además, de la estatura alcanzada por el gran hombre caído y la bandera que defendió.
En Francia, digamos, encabezados por el Comité Francés de Cuba Libre, con los célebres escritores, periodistas y luchadores políticos Henri Rochefort, Paul Adam, Lucién Descaves, Henri Baüer y Armand Conte, senadores, diputados y otros funcionarios progresistas al frente, y de consuno con la colonia cubana, se realizaron las más variadas actividades de tributo a Maceo y de apoyo a la Revolución Cubana.
“Los insurrectos tienen la idea, el entusiasmo y el valor: la sangre de sus Maceo […]”, postulaban.
“Aquí lloramos, pero enaltecemos al que fue grande en la batalla, grande en el consejo, grande en el patriotismo, y que con la punta de la espada escribió en la tierra cubana, de una punta a la otra de la Isla, su nombre imperecedero, desde Peralejo hasta Cacarajícara”, escribió Ramón Emeterio Betances a María Cabrales, el 5 de marzo de 1897, e, impresionado, le refería que no era sólo en Francia:
“Enaltecido está, y –si esto sirve de consuelo- recordemos que el 28 de febrero de 1897, la antigua Roma, Roma la grande, ha celebrado LA APOTEOSIS DE MACEO”.
En efecto, Italia no fue menos; allá, al calor de las intensas gestiones de Francisco Federico Falco, del sabio Giovanni Bavio, de diputados progresistas, profesores y estudiantes universitarios, sindicatos obreros, el alcalde de Perenne y otras personalidades progresistas –especialmente los integrantes del Círculo Antonio Maceo, del Círculo Republicano- se llevaron a cabo manifestaciones en tal sentido, con respecto al extraordinario cubano, con énfasis en las veladas celebradas en el parlamento, en la que discursó el diputado Lubriani; la del teatro Esquilino, y la develación de un busto de Maceo, a cargo del Giovanni Bavio.
En el Reino Unidos, en Bélgica, en Escandinavia y en Kiev, también se expresó el homenaje a maceo y la solidaridad con Cuba insurrecta. Hasta el poeta hebreo Moris Rosenfild se unió a ese formidable coro universal, con su “A la muerte de Maceo”.
En Rumanía la prensa obrera de ese país llamó a Maceo “el alma de la revolución”, y ecos de su relevante figura sonaron en Alemania y en Rusia, de donde eran tres jóvenes que se unieron a  Maceo en su campaña de Occidente.
Con diferentes matices reflejó la prensa norteamericana el suceso de San Pedro, y más de un legislador se refirió elogiosamente al mártir que allí cayó; aunque lo más conmovedor, sin duda, fue cómo muchos padres de la raza negra comenzaron a nombrar a sus vástagos con el nombre de Maceo y los destaque que a esta personalidad cubana hicieron varias organizaciones obreras y sociales estadounidenses.
Colombia llevó la voz de Botero Guerra en su trabajo “Maceo ha muerto ¡Viva Maceo!”; también, con los versos de Guillermo Valencia, o la decisión de los obreros ferrocarrileros que dieron por nombre Maceo, a un pueblito de la serranía donde laboraban, y cuyo posterior ayuntamiento exhibía luego un retrato del héroe cubano, pintado por Enrique Carabia. Chile, entre otras acciones, tuvo una velada del Club Radical, un poema del ilustre bardo Guillermo Matta, en cuyos versos califica al gran capitán cubano de “Altar de la historia, altar de Cuba-Nación”; tributo que se complementó con varios trabajos de prensa.
Argentina delegó en Buenos Aires, el 17 de diciembre de 1896, su tributo a Maceo y a Cuba, a pesar del malestar  de los españoles residentes allí –integristas y poderosos-, que resonó en el gran mitin  (“meeting monstruoso”) de apoyo a Cuba y sentimiento por la muerte de Maceo, conforme despachos periodísticos desde dicha capital.
“Nunca vi dolor tan espontáneo, tan intenso, tan visible como el que se manifestó en la capital dominicana por la muerte de Maceo. Durante muchos días no se oyó un piano, ni música alguna, ni hubo expresión que no fuera de tristeza”, describió Manuel Jesús Troncoso de la Concha.
Timbre similar de alto fue el del también quisqueyano Rafael Abréu Lecairac, cuando imprimió estos juicios, al calor de la muerte del jefe insurrecto: “Antonio Maceo es y será siempre el héroe legendario de la epopeya cubana; su memoria no perecerá jamás entre los hombres, porque la gloria, la verdadera […] es religión, culto e ideal cosmopolita”.
El gran puertorriqueño Eugenio María de Hostos, a su vez, al honrar el martirologio de Maceo, destacó, por encima del deslumbramiento habitual por sus méritos militares, al Maceo ciudadano, a cuya cualidad debió sus cualidades de guerrero, como a su patriotismo su vehemencia, y a su civismo, su constancia, “a su deseo de justicia, su clemencia, a su ansia de libertad, su entusiasmo; a su ardentísimo anhelo de igualdad, el popular ejercicio que hacía de su superioridad”, y a quien, al cabo, calificó como “el más genuino representante de Cuba combatiente.”
México se unió al tributo por medio del diputado Juan A. Mateos, quien, en un discurso en el parlamento de su país, reprobó los festejos españoles por la caída de Maceo, que –dijo de paso- “Esas manifestaciones en toda España miden la talla de Maceo, cuya muerte ha despertado un sentimiento de veneración en los pueblos de ambos continentes.”También, por sobresalientes pintores que hicieron retratos del gran cubano.
“Hay bustos de Antonio Maceo –describía uno de sus mejores biógrafos, José Luciano Franco en una entrevista a la prensa- en Panamá, en un parque de Panamá, hay monumentos a Maceo en Jamaica y en la escuela ‘República de Cuba’, en San Pedro de Sula”
Igual, huellas de tributos en Venezuela y Costa Rica.
Hasta de la misma España -que cierto, festejó la caída del héroe cubano-, no sólo se oyeron las voces de Emilio Castelar y Marcelino Domingo, contrarias a tal salvajismo, sino las de militares como Neuville, Primo de Rivera y el propio Valeriano Weyler que hicieron reverentes juicios de Maceo, a quien calificaron como “el más grande general español nacido en Cuba”, y a quien –dijeron- debían hacer una estatua en cada pueblo de la isla.
 

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