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martes, 20 de diciembre de 2011

La “Conspiración de los Maestros”


La clase magisterial que dio
lección suprema de patriotismo

Aunque la insurrección independentista de 1868 en Cuba, ha merecido justamente el título de la “Revolución de los Hacendados”, a causa de la numerosa y determinante participación de los elementos de esa clase de la Cuba colonial, por las mismas razones, pudiera igualmente recibir el rótulo de “Revolución de los Abogados”.
Ciertamente, acaudalados propietarios de tierra y letrados -que, en muchos casos, fue dualidad- capitalizaron el más evidente protagonismo de aquella empresa patriótica, al menos en la primera etapa de la contienda.
En efecto, Carlos Manuel de Céspedes, Francisco Vicente Aguilera, Pedro (Perucho) Figueredo, Francisco Maceo Osorio, Donato y Eduardo del Mármol, Ignacio Agramonte, Francisco Morales Lemus, Hilario Cisneros Correa, J. Manuel Mestre, Antonio Zambrana, Luis Victoriano Betancourt y muchos otros más –que harían lista demasiado extensa- fueron los máximos exponentes de aquella clase adinerada, la mayor parte de los cuales ostentaba el título,
además, de licenciado en Derecho.
No fuera descabellado, asimismo, si el personal de la salud, con parecidos argumentos, reclamase similar destaque, a tenor de la cantidad de galenos, dentistas, farmacéuticos y hasta estudiantes de esas carreras, que tomaron parte en la organización y estallido de la primera guerra separatista cubana.
Pero hay un sector que muy especialmente puede aspirar a tal gloria, no sólo por el número de representantes y peso de muchos de ellos dentro del movimiento insurreccional separatista, sino por su magnífica influencia, desde la cátedra, en la formación de aquella pleyade patriótica, adalides que fueron, en buena medida, de nuestra primera guerra por la independencia, la abolición de la esclavitud y la libertad; esto es: el sector magisterial, sobre todo en Santiago de Cuba, cuya trascendencia en ese proceso liberador hizo que el coronel mambí Fernando Figueredo Socarrás calificase el período previo al grito de independencia, en la capital oriental, como “La conspiración de los maestros”.
En verdad, resulta impresionante, primero, advertir cómo la labor de algunos educadores fue calando en la niñez y la juventud santiagueras, y sembrando semillas fructuosas de saber, virtudes y patriotismo.
Partiendo del extraordinario pedagogo Juan Bautista Sagarra (1806-1871), quien –a pesar de no exponer un ideal independentista- promovió tanto una mayor y mejor instrucción pública, e inculcó igual en las jóvenes generaciones el apego a las mejores cualidades humanas, la necesidad de saber más y cada vez más, el afán de progreso y el amor a Cuba y a la Patria Chica, que es imposible no ver su obra reflejada en la de muchos alumnos suyos, tales como: Pío Rosado Lorié, Miguel Santa Cruz Pacheco Moreno, Antonio Espinal, Francisco Javier del Mármol, José Bernardino Brioso, Rafael, Pablo y Manuel Amábile Arambarry, Juan Rebustillo, entre muchos otros, que hicieron la carrera heroica de la manigua redentora o de la enaltecida emigración polìtica, durante aquella primera guerra, y las posteriores…
Y como huellas, también, de otro grande la educación santiaguera, Francisco Martínez Betancourt (1825-1892), maestro primario, fundador y director del afamado colegio de enseñanza primaria-secundaria San José, director del más célebre aún Colegio Santiago, profesor fundador del Instituto de Segunda Enseñanza, organizador de las “tertulias de la casa de Don Pancho” (su hogar), y quien en varias ocasiones fue requerido por las autoridades españolas –como alguna vez requirieron e inculparon a Sócrates- “por pervertir a la juventud con las ideas revolucionarias”.
Revisar la nómina del Comité Revolucionario separatista de Santiago de Cuba, constituido antes del 10 de octubre de 1868, es oportunidad para comprobar dos cosas muy consonantes y, a la vez, sugerentes: que casi todos fueron discípulos de esas y otras glorias de la enseñanza en la ciudad, y que la inmensa mayoría de la lista la constituyeron profesores y maestros de instrucción pública en pleno ejercicio…
Forzoso resulta comenzar con Ambrosio Valiente Duany – también licenciado en Derecho-, pero ante todo profesor fundador del Instituto de Segunda Enseñanza, de las asignaturas de Economía Política, Psicología, Lógica y Ética; Gran Maestro de las logias del Gran Oriente de Cuba y las Antillas (GOCA) y líder  general de la conspiración en Santiago de Cuba, hasta su deportación, en el tercer trimestre 1868, para Matanzas, por sospechas de actividades separatistas.
En orden, debemos seguir con Manuel Ramón Fernández Rubalcaba, distinguido masón, profesor del célebre Colegio Santiago, fundado por Juan Bautista Sagarra, catedrático, también, del mencionado Instituto de Segunda Enseñanza, sustituto de Valiente en el liderazgo del referido comité revolucionario santiaguero; Francisco de Paula Bravo Soria, abogado y profesor del instituto de Santiago de Cuba, uno de los líderes revolucionarios en la capital del Oriente cubano, agente de la Revolución, luego, en Jamaica, Haití y Perú.
Fueron partes integrantes de esa entidad conspirativa, además: los profesores Mariano y Cayetano Acosta Nariño, ayudante del presidente Carlos Manuel de Céspedes y teniente coronel del Ejército Libertador, el primero; comandante de ese cuerpo insurrecto, el segundo; el joven Tomás Mendoza, alto oficial y mártir del mambisado; Vicente Jústiz, catedrático, periodista, también, ilustre personalidad del exilio separatista; Francisco Santos Ugarte, profesor del mencionado instituto, sancionado por leer un poema separatista de su cosecha, exiliado digno; Tito Visinio, graduado de ingeniero y arquitecto en Alemania, donde laboró con afamados exponentes de su profesión; profesor de las escuelas Preparatoria y Profesional, dirigidas por Sagarra; obligado a huir al exterior, regresó en la expedición del “George B. Upton”, de 1870.
Formaron parte, asimismo: José Ramón Villasana Mas, uno de los primeros maestros santiagueros graduados de la Escuela Normal de Guanabacoa, director de la Escuela Municipal de Santiago de Cuba; jefe de Despacho del líder de la División Cuba, del ejército mambí: general Donato del Mármol Tamayo; Manuel de Jesús Peña Reynoso, ayudante del anterior en la dirección de la Escuela Municipal, diputado electo por la zona oriental a la primera Cámara de Representantes de la República de Cuba en Armas, en 11 de abril de 1869.
Ligados al citado comité, también estuvieron, desde antes del 10 de Octubre: Pío Segundo Rosado Lorié, alumno de Sagarra en la Escuela Profesional, maestro de primaria habilitado, brigadier que llegó a ser del Ejército Libertador; los hermanos Luis y Manuel Pruna y Santa Cruz Pacheco; el uno capturado por los españoles y fusilado en Puerto Príncipe (Camagüey), en abril de 1870; el otro, de los primeros maestros normalistas santiagueros, comandante del Ejército Libertador de notable trayectoria…
Entre otros profesores y maestros que en Santiago de Cuba estuvieron comprometidos con los preparativos y desarrollo de la Revolución del 68, se cuentan, además: el presbítero Amador Jesús Milanés, profesor del Colegio Santiago y párroco de la iglesia de la Santísima Trinidad; Antonio Benítez Correoso, director de una escuela de primaria elemental, quien tuvo que huir a Jamaica por su integración al proceso separatista, por lo cual le embargaron sus bienes; Federico García Copley, notable poeta y profesor de Segunda Enseñanza, forzado al exilio ante inminente peligro de ser apresado y ejecutado, en tiempo del sanguinario Conde de Valmaseda; Joaquín Miranda Cotilla, periodista y profesor de idiomas, quien, como el anterior tuvo que salir a la emigración; Félix María Calvo, maestro notable que siguió el camino de Miranda y de García Copley; directivo de los comités de cubanos separatista en Argentina, donde fue profesor del Colegio Nacional, anexo a la Universidad de Buenos Aires.
También: Manuel de Jesús Adames Fernández, profesor del Colegio Santiago, residente y procurador de Baracoa, desde, por lo menos, el tercer trimestre de 1868, a donde fue a parar, no se sabe si por medida de extrañamiento político, y donde se alzó contra el dominio español, en diciembre de ese propio año; José Ismael Bestard Roméu, otro de los muchos curas orientales separatistas, en el 68, profesor del Instituto Cubano, del francés Juan Fosh, párroco de la iglesia de Manzanillo, de la que fue separado, a raíz de la guerra por considerársele vinculado al movimiento revolucionario.
Destino triste fue el de aquel comité clandestino, en el que el magisterio santiaguero estuvo tan sustancialmente representado. Como consecuencia de la inteligencia española, sus actividades fueron descubiertas. Así pues, algunos resultaron detenidos, conducidos a la finca “Los Marañones”, en la entonces jurisdicción de Holguín, y asesinados por el sanguinario coronel Manuel Palacios; los restantes tuvieron que esconderse en los alrededores de la ciudad, para internarse en el monte rebelde, o huir hacia las islas cercanas, para no correr idéntica suerte; pero no sin antes haber aportado un contingente de esfuerzos y hombres a la lucha de los cubanos por su emancipación de España y contra la aborrecida esclavitud.
Similar camino siguieron otros maestros separatistas santiagueros, que militaron en otras células revolucionarias, pero que debemos rememorar hoy, en ocasión del Día del Educador, que Cuba celebra cada 22 de diciembre. Entre ellos, sobresalen: los hermanos Abraham y Tomás Portuondo Olasagasti, mártires de la propia revolución del 68, Hildebrando Martí Medero, subdirector del famoso Colegio de El Salvador, fundado y dirigido por José de la Luz y Caballero, exiliado en varios países centroamericanos, donde siguió ejerciendo su magisterio, y Antonio Espinal, catedrático de la Universidad de la Habana, integrante de la primera expedición del “Galvanic”, alto oficial del Ejército Libertador, vinculados, los dos últimos, a la Junta Revolucionaria de la Habana.
 

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