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jueves, 5 de abril de 2012

El eje del alzamiento y de los inicios de la Guerra del 95


Guillermón en el 117
aniversario de su muerte


En los elogios que habitualmente prodigamos a nuestros grandes próceres de las luchas independentistas de los cubanos frente al yugo español, en los méritos que –sin confirmar verdaderas pertenencias- repartimos a unos y otros, el mayor general Guillermo Moncada Veranes suele ser uno de los grandes perjudicados…
En efecto, porque no obstante el hecho de que todos en Cuba le reconocen a Guillermón el título genérico de ser uno de los grandes de la patria; cuesta trabajo ciertamente encontrar revelaciones concretas de su extraordinaria y justa gloria en pasados y muy relevantes hechos patrióticos, conspirativos y de guerra, en los cuales fue él figura central, lo mismo en la Guerra de los Diez Años que en la Segunda Campaña.
Cuesta, ciertamente, hallar el justiprecio de su figura y de su obra en los seis años prisionero en mazmorras colonialistas por el Mediterráneo, o en los 8 años posteriores como horcón del independentismo en Oriente (Cuba), y, especialmente, como la verdadera autoridad militar y moral que –cuando menos en la zona oriental de la Isla- organizó la conspiración y coordinó el alzamiento separatista, que desembocara en la Guerra de Independencia de 1895 en la Isla.
Pocos saben -y menos son los que lo reconocen, a pesar de saberlo- que, sobre la red formada de anteriores gestas, en cuya arquitectura tuvo él participación destacada, fue Moncada quien reestructuró, desde diciembre de 1894, la red de comités revolucionarios en Oriente, con vistas a la nueva contienda bélica separatista; es decir, el desiderátum, la  añeja y continua previsión de los grandes jefes veteranos mambises y de la emigración revolucionaria, entonces abonada con la gran labor del Partido Revolucionario Cubano, en varios órdenes organizativos.
Así ocurrió: fue él, Moncada, quien, por medio de emisarios y comisionados –conjuntamente con otros enviados por los generales Antonio Maceo, Flor Crombet y Máximo Gómez, así como también por el Delegado del PRC, José Martí-, dio vida a aquel patriótico convite, y lo mantuvo vivo, cohesionado y listo, cual demuestran los testimonios de Saturnino Lora, José Figueredo, Moisés Sariol, Juan Saborit, Tomás Bueno y muchos combatientes más, en los que se dan noticias de sus diligencias ante Periquito Pérez, Lora y Salcedo, los Sartorio, Capote Sosa e, incluso, ante Joaquín Castillo López, en Sancti Spíritus.
Fue él, asimismo, quien salvó el movimiento de la represalia gubernamental, cuando el complot quedó prácticamente al descubierto; fue él quien supo establecer a tiempo la más estricta clandestinidad para todos los líderes de las futuras acciones, y quien logró poner a buen recaudo todos los recursos de guerra de que disponían por entonces; él -quien herido de muerte por la tuberculosis- dio la orden de alzamiento, se levantó en armas, y mantuvo la permanencia de casi todos los rebelados y la mínima cohesión indispensable en el seno de aquel contingente insurrecto, frente al desaliento de algunos y a la gestión enemiga, que con las armas, las comisiones pacificadoras y la propaganda, intentó enervar el movimiento…
En medio de su cruel enfermedad, debilitado su cuerpo en cada jornada por el esfuerzo y la lluvia, echando en cuajos sus pulmones, iba Moncada muriendo fecha tras fecha, pero, con cada trozo de su existencia, iba, también, insuflando vida a la insurrección incipiente, y cuando ya sintió que no podía más, que el trágico fin personal estaba cercano, tuvo fuerzas aún para, el 17 de marzo de 1895, en Sabana la Burra, delegar el mando de todas las partidas orientales en el coronel de la Guerra Grande Bartolomé Masó Márquez, el líder de la Revolución en Manzanillo, jefe de mayor jerarquía militar en todo Oriente, después de él.
Murió en Mucaral (punto geográfico entre los actuales municipios de
San Luis y Segundo Frente, en la provincia de Santiago de Cuba), el 5 de abril de 1895, pero sólo después de haber cumplido tan sacratísimas misiones, aquel ébano colosal que tantos episodios espectaculares protagonizó en las tres guerras separatistas de los cubanos contra la dominación española; aquel hidalgo que tanto amor sin cuento derrochó por Cuba.
 

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