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sábado, 29 de octubre de 2011

Polémica en torno a la deposición de Céspedes


La respuesta que faltaba…

 
Cuatro interrogantes expusimos sobre la deposición de Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo como presidente de la República de Cuba en Armas, el 27 de octubre de 1873; esto es: ¿fue legal?, ¿fue legítima?, ¿fue conveniente? y ¿acató Carlos Manuel humildemente aquella decisión en su contra?
Las tres primeras tuvieron contestación sucinta –en conforme el espacio de que dispusimos en el papel periódico del semanario Sierra Maestra-; no así la cuarta, que dejó cierta frustración en algunos lectores y, a la vez, estimuló su interés por saber…
He oído a varios historiadores de renombre decir sentenciosamente que sí, que Céspedes aceptó inmediatamente aquella resolución, resignado a cumplirla de modo cabal.
La realidad parece opugnar tal criterio, a tenor no sólo de lo que dice el legislador insurrecto Jesús Rodríguez (de los que votaron en contra del Padre de la Patria en Bijagual aquel aciago día), sino, también, una carta del mayor general Calixto García Íñiguez, a la sazón jefe de las fuerzas mambisas de Oriente, en la que rechaza proposiciones del ex presidente para realizar un escrutinio sobre el acuerdo de la camara.
Según Rodríguez, dos o tres horas después de la destitución, él recibió un “manifiesto al Pueblo y al Ejército”, suscrito por Céspedes, en el que este expresaba su temor a ser depuesto, y les pedía “expresasen su voluntad para obedecerla”.
Y agrega que, tras ser depuesto del cargo, “preparaba otro manifiesto, en igual sentido, lo que no completó, cuando Fernando Figueredo le dijo de la adquiesencia [sic] de ambos [pueblo y ejército]”.
La misiva del general García al Héroe del 10 de Octubre, fechada en el propio Bijagual, el mismo 27 de octubre de 1873, comienza diciendo:
“Estimado amigo:
“He recibido su carta fecha de hoy, junto con el manifiesto y documento a que ella se refiere, en los momentos en que el C. Salvador Cisneros Betancourt me pasa un oficio comunicándome que la Cámara de RR. en uso de las facultades que le confiere la  Constitución de nuestro país, ha depuesto a V. del cargo de Presidente de la República, confiriéndole a él, en calidad de interino, el referido cargo”.
Tras evadir todo comentario sobre ese acuerdo, le agrega, sin embargo: “[…] no podría examinar y juzgar este hecho, al presente, con los datos y el detenimiento que su importancia exigen”, y anuncia a Céspedes su resolución de acatarlo, como “militar que ha jurado obediencia a los poderes constituidos y como patriota que odia toda perturbación, y anhela ardientemente el orden y la unión, como garantías indispensables para conquistas y afianzar nuestra libertad.”
Se dice atento sólo a las necesidades de la campaña militar y alejado de la política, y, directamente al grano, le añade: “Contestando ahora su atenta carta, referente a hacer público el manifiesto y el documento que me acompaña, con el objete de ilustrar al Pueblo y al Ejército de la verdad, para que ellos manifiesten si quieren que V. continúe ejerciendo el cargo de Presidente, voy a manifestarle mi opinión con la misma franqueza que he usado siempre.
“Creo que no hay motivo para que Carlos Manuel de Céspedes deje de considerarme su amigo, y procedo en consecuencia: _
“Me parece que la aludida manifestación es innecesaria, supuesto que tiene por objeto conocer la opinión del Pueblo y del Ejército sobre asunto arriba indicado, siendo así que ya la ha[n] emitido por conducto de sus legítimos representantes.
“Lejos de mí la idea de que pudiera ese manifiesto encerrar otros propósitos, y creo firmemente que si V. hubiera tenido conocimiento del último acuerdo de la Cámara en tiempo oportuno, lo hubiera acatado, y guardado los precipitados documentos, esperaría una situación normal y tranquila para presentarse ante el pueblo a exponer todos los actos de su Administración, y a descargarse de las sanciones que por ellas pudiera haberle dirigido la Representación Nacional.
“Nada más natural, pues, que yo devuelva V. estos documentos sin darles la publicidad que me indica.
“Reflexiónelo un poco y me lo agradecerá, porque nada le demuestra a V. tanto la sincera estimación que le profesa su afmo., igual amigo y h (letra seguida de los tres punto en triángulo de la masonería) C. G. Íñiguez”.
En estos renglones, en efecto, hay contestación esencial a la pregunta de marras; aunque –tal vez- en el manifiesto y documentos de Céspedes citados, se halle mucho más…

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