Páginas

lunes, 11 de junio de 2012

La Plazoleta Bacardí





Santiago de Cuba y
Su monumentalidad (V)

Plaza y museo Bacardí
En la céntrica vía de Aguilera, a la altura de la antigua calle de la Carnicería (hoy Pío Rosado), que la atraviesa, hay una pequeña explanada en la que abundan trovadores y artesanos, turistas y transeúntes, y donde a la gente que llega parece imposible escapar de una alta dosis de fascinación…
La plaza Bacardí es, en verdad, un encanto: está entre los parques Céspedes y Aguilera, como si pretendiese ocultarse entre sus significativas edificaciones; así pues, solo la descubre quien, desde uno u otro punto de la ciudad, o quien, desde la calle Heredia a Enramadas, o viceversa, transita la calle de la Carnicería y desemboca en ella.
De forma irregular, pudiera semejar un triángulo, con uno de los segmentos –el más largo, el que ocupa el límite oriental de todo el ámbito- corvado. Allí se clavan las miradas -las expertas y las no versadas-, lo mismo para escudriñar todo lo que puede decir el pasado de sus ejemplares de arquitectura colonial, que para sorprenderse de su tanta modestia, de su supervivencia y, no obstante, de su peregrino atractivo.

Museo Municipal de Santiago de Cuba "Emilio Bacardí Moreau"
Resaltan en esa parte, el fondo de esa casona del siglo XVIII, que hoy ocupa la sala de ensayos de una afamada agrupación coral santiaguera y de actuaciones de grupos de música tradicional, con sus ventanales grandes, protegidos por las balaustradas de madera torneada, la cubierta de madera y tejas criollas; una casita emparedada entre la anterior y el largo costado de una vivienda decimonónica, cuyo alto portal se me antoja verlo en función de fresco balcón, para cita familiar en busca de brisas; igual: como cómplice de muchas serenatas o de confidencias amorosas, o como observatorio de todo lo variado del desfile humano.
En ese propio lado de la plaza: la única área verde que se puede disfrutar en el sitio, donde dos o tres bancos, más algunos contenes y escalones, invitan a descansar: con suerte, a la sombra de un frondoso árbol, y a la vera de un modestísimo y pequeño muro, cuya tarja empotrada pretende un homenaje perenne a uno de los hombres más extraordinarios que ha dado la ciudad de Santiago de Cuba: don Emilio Bacardí Moreau, el gran luchador independentista –por cuya causa sufrió prisión y extrañamiento dos veces (1879 y 1895)-, industrial relevante del legendario ron santiaguero, escritor e historiador prolijo, alcalde y senador honrado que mucho abogó por Cuba y su ciudad, adinerado que invirtió buena parte de su peculio en obras públicas muy variadas; en fin, mecenas y prócer.
Más protagónicos, en este importante recinto santiaguero, son, por el lado oeste de la calle Pío Rosado (Carnicería), a donde da, con su imponente frontón, el museo municipal Emilio Bacardí Moreau, el mejor tributo a la memoria de este noble y de los predilectos de la ciudad, y el Palacio del Gobierno Provincial, hoy sede de la Asamblea Provincial del Poder Popular.
Palacio del Gobierno Provincial, Santiago de Cuba

Desde que sus imponentes figuras poblaron el terreno yermo que ocupaban las actuales esquinas suroeste y noroeste de Pío Rosado y Aguilera, estos edificios han subyugado la atención de cuantos transeúntes llegan al espacio. En uno, el museo, se encantan con su amplia y alta fachada, en la cual predominan tanto la colosal galería como la escalinata de acceso, desparramada como salto irregular de un riachuelo, así como también elevado lateral derecho, igualmente atractivo, que abarca buena parte del lado meridional de la calle Aguilera. A pocos metros, roa por medio, se alza esa otra linda postal constructiva de Segrera en esta plaza: el otrora Palacio de Gobierno Provincial, con su imponente frontispicio –incluida la bella escala de acceso-, sobre la propia calle Aguilera, y cuyo costado diestro, sobre el lado noroccidental de la esquina de Aguilera y Carnicería, se lanza, no menos soberbio, pendiente abajo, hacia la populosa Enramadas (José A. Saco).
Son dos grandes piezas evocadoras de la antigua Atenas –o de la añeja Roma- insertadas en el ambiente caribeño de esta policentenaria urbe cubana. De claro estilo neoclásico, como parte de un homenaje santiaguero a aquella arquitectura portentosa; parte, pues, de un movimiento, que en las primeras décadas del siglo XX nos dejó muchos formidables exponentes; saldos de la visión y el espíritu de un arquitecto que “Con su amplia mentalidad y brillantes concepciones artísticas inició el progreso urbanístico y arquitectónico de la era republicana” en la ciudad de Santiago de Cuba - al decir del Colegio Provincial de Arquitectos de Oriente -; en fin,  de Carlos Segrera (1880-1920), cuyos planos sirvieron de base a la ejecución de la casi totalidad del proyecto del nuevo museo municipal santiaguero, emprendida tras la desaparición física del destacado urbanista.
No es lo único que llama la atención en la plaza. En la esquina nororiental de Aguilera y Carnicería, también se levanta un edificio grande, un mastodonte constructivo, cuya fachada insípida, fea y discordante, tiene una provisionalidad de unas dos décadas: la sede de la empresa telefónica ETECSA en Santiago de Cuba, cuyo desentono es un llamado permanente a la remodelación de su fachada, para bien de esta plaza singular y subyugante de la ciudad.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario