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lunes, 11 de junio de 2012

“Mayía”: el grande y noble cubano


Contaba apenas 19 años de edad, casi un niño, cuando Carlos Manuel de Céspedes y sus heroicos seguidores dieron el grito de independencia, y cuando, respaldada por otros hacendados orientales levantados en armas, la revolución separatista comenzó a expandirse hacia el este. Los rebeldes tomaron Palma Soriano (1. noviembre), El Cobre (24 de noviembre) y muchos puntos estratégicos cercanos a Santiago de Cuba. 
Imantado por la enorme bandera cubana que flameaba en la cima de una de las lomas que circundan esta urbe caribeña, se fue Mayía a ingresar en las huestes de aquellos libertadores; y fue tal su determinación, que no valieron las razones argüidas por el padre para regresarlo al hogar. “Si me hace pasar por esa humillación y ese deshonor, me suicido”, dijo a su progenitor. Se iniciaba así una de las carreras militares más sobresalientes en la historia de Cuba.

José María Rodríguez y Rodríguez fue el segundo de los dos varones –de siete hijos en total- que tuvo el matrimonio de José María Rodríguez Jiménez y Carmen Rodríguez de los Espejos; una rica familia, propietaria del ingenio Oriente (de más de 220 hectáreas y 27 esclavos de dotación), así como también de varias viviendas en la ciudad de Santiago de Cuba, incluida la de San Tadeo (hoy Aguilera) n.26, donde nació el Mayía, 13 de junio de 1849.
Ambiente de enfática moral católica y holgada economía, de cultivo del saber, fue el que prevaleció en aquella vivienda. Pequeño era cuando pudo haber comenzado a sufrir la familia los efectos de las altas imposiciones tributarias, razón por la que, al parecer, vendió el padre su fábrica de azúcar y su plantación cañera -hacia 1854-, tomando empleo en el ayuntamiento de la ciudad.
Pero estos factores no serían un obstante en la educación del joven Mayía, que cursó sus estudios primarios y secundarios en el reputadísimo Colegio Santiago, de su ciudad natal, cuyo claustro profesoral en aquellos años, era comprable con los más célebres y rigurosos de su tipo en Cuba -y allende los mares.
Como hemos dicho, muy joven se unió Mayía a la Revolución, y fue tan extensa y brillante su trasyectoria, que el espacio de este trabajo sólo nos permite enumerar brevemente sus muchos servicios a la patria.
Primero, estuvo a las órdenes del generales Donato del Mármol Tamayo, que lo hizo uno de sus ayudantes, desde fines del año 68 y lo elevó al rango de capitán, por sus méritos de guerra e inteligencia. Sirvió, luego, bajo el mando de los generales dominicanos Luis Marcano Álvarez y Máximo Gómez Báez; sin excluir a otros jefes como el temerario coronel Policarpo Pineda y el general Antonio Maceo Grajales -con quien sufrió Mayía sus dos primeras heridas en combate: el 29 de noviembre de 1869 y el 29 de enero de 1870.
Hizo la Invasión a Guantánamo (1871), con el general Gómez, durante la cual se destacó en combates como , Loma de la Galleta y el Cafetal La indiana.
Formó parte del contingente destinado a la Invasión de Occidente (1874-1876) –también bajo el mando del general Gómez. En el combate de Potrero de Naranjo (febrero de 1874) una bala le destrozó la rodilla derecha. El médico que lo atendió le preguntó cómo quería que le recolocase la extremidad, y Mayía le dio estas palabras por respuesta: “Que me sirva para seguir montando a caballo”.
En septiembre de 1877, ya como teniente coronel, salvó la vida del general Antonio Maceo, cuando éste, con múltiples heridas en su cuerpo, estaba punto de ser capturado o aniquilado por una considerable fuerza española.
Fue de los que, junto a Maceo, protestó en Baraguá, en rechazo al Pacto del Zanjón, y a favor de continuar la lucha, por lo que recibió su ascenso a coronel del Ejército Libertador. Cuando cubanos tan dignos tuvieron que capitular –porque el país y la emigración les dio la espalda-, quedó en su Santiago de Cuba natal, donde pocos meses después era uno de los principales organizadores de una nueva conflagración independentista. Por esta razón, fue apresado y enviado a prisiones en islas del Mediterráneo español, junto al brigadier Flor Crombet y los coroneles Pedro Martínez Freire, Pablo Beola y Antonio Aguilera, entre otros patriotas.
Al obtener su libertad, se fue a vivir a la República Dominicana, donde fundó con la joven Manuela Pou una familia de tres hijos, y fomentó una pequeña colonia cañera de algo menos de 1 caballería.
Enterado, en octubre de 1893, que el general Máximo Gómez era el jefe militar del nuevo movimiento que se organizaba para hacer la independencia de las islas de Cuba y de Puerto Rico, escribió de inmediato a su jefe, compadre y amigo, recordándole: “Yo no soy hombre de vacilaciones ni [de] inconvenientes cuando se trata de cumplir con el deber”.
Así fue: en noviembre de 1894, Gómez lo envió junto a Martí para ultimar los detalles del proyecto de invasión conocido como Plan de Fernandina. Cuando fracasó dicho plan, en enero de 1895, al descubrir las autoridades estadounidenses las armas de los cubanos, consoló y alentó a Martí, y lo apoyó en la decisión de llevar a cabo el levantamiento en la segunda quincena de febrero, pese a las pérdidas y el desaliento de muchos.
En la orden de alzamiento de 24 de febrero, junto a las rúbricas de Martí y del representante de los revolucionarios de la zona occidental de Cuba, Enrique Collazo, aparece la suya, firmando a nombre del general Gómez.
Luego, se dio a la tarea de organizar su propia expedición, en la cual se enrolaron recios veteranos, como los coroneles Francisco Pérez Garoz y Fernando Cortiña, y el teniente coronel Buenaventura Beatón, entre muchos otros, con el fin de desembarcar en Oriente, y unirse al general Maceo para hacer la ya proyectada Invasión a Occidente. Por desgracia, defectos insuperables de su embarcación lo obligaron a sumarse a la expedición de los generales Carlos Roloff y Serafín Sánchez, con quienes desembarcó en Tunas de Zaza (Sancti Spíritus), el 24 de julio de 1895.
En los campos de Cuba Libre, se desempeñó como Jefe de Estado Mayor de Roloff, hasta la llegada a Las Villas del general Gómez -por entonces en el Camagüey. Organizó las fuerzas villareñas, comprendidas las del territorio de Colón (actual provincia de Matanzas). Fue, sucesivamente, jefe del 3. Cuerpo y del Departamento Oriental del Ejército Libertador –esto último por breve tiempo, pues al descubrir que era maniobra turbia del presidente del Consejo de Gobierno contra José Maceo, renunció a dicha investidura.
Absuelto de un consejo de guerra, al que lo sometió Gómez por presunta desobediencia, marchó -cumpliendo una orden de este mismo jefe- rumbo a occidente, con 200 hombres y 70 000 tiros, en cuya ruta fue sorprendido y herido en la rodilla izquierda.
Ya con los grados de mayor general, y muerto el general Maceo, Mayía fue nombrado, a propuesta de Gómez, jefe del Departamento Occidental del Ejército Libertador -convirtiéndose, de este modo, en el único cubano que ocupó la jefatura de los dos departamentos del Ejército Libertador, en la Guerra del 95.
Venciendo severos choques y reveses, logró, al fin, llevar su pequeña fuerza hasta los predios de la provincia habanera, donde asentó su jefatura, y concluyó la guerra con grandes aciertos, que le ganaron la reputación de ser un táctico sólo superado por Gómez y Maceo.
Receloso de las intenciones norteamericanas de perpetuar su dominación en Cuba, fue de los generales mambises que exigieron la retirada de las fuerzas interventoras, toda vez que ya estaba cumplida su misión en la Isla; y de los que estuvo dispuesto al sacrificio mayor, si tan funesto presagio se hacía realidad.
Quienes le conocieron con mayor intimidad, afirmaron de él: “Tanto como mandar, sabía obedecer… Fue un hombre íntegro, honrado a carta cabal, sereno en el juicio y en la conducta, de extensa cultura, sencillo, modesto y desprendido en cuanto a lo material.”
Murió sumido en una gran pobreza; él, que fuera hijo de holgada familia, que llegó a ser el tercer en jerarquía dentro del Ejército Libertador, que tanto luchó por la independencia patria, la libertad del pueblo de Cuba y la concordia y la fraternidad de todos los cubanos; él, a quien Martí calificó como “el más virtuoso de los compañeros”.
 

2 comentarios:

  1. Exelente Senor Mourlot.

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  2. Brindo un gran aprte sobre este patriota que bien tiene merecido sus grados.

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