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domingo, 24 de junio de 2012

Sagarra: el más grande héroe civil



206 aniversario del natalicio
del gran educador santiaguero


A pesar de no haber librado ningún combate militar, ninguna exitosa campaña política, aunque no ocupó un lugar entre los afamados escritores de su tiempo ni contarse entre los célebres de la ejercitación física; así como tampoco, de estar entre quienes han protagonizado alguna acción espectacular para salvar la existencia de algún ser; sin embargo de todo eso, Juan Bautista Sagarra Blez es un héroe verdadero, de los más grandes que dio una ciudad de héroes antonomásticos, como es Santiago de Cuba, de los indiscutibles, de los que, cuando uno se asoma a sus biografías, siente elevación de ánimo y el deseo de imitarlos; en fin, de los más necesarios en la vida de cualquier pueblo…
UNA SUCINTA PRESENTACIÓN
¿Quién fue, en cuestión, este gran mortal caribeño y universal?
Fue el primogénito –y único varón- de los tres hijos procreados por el matrimonio del catalán Magín Sagarra y la viuda santiaguera Isabel Francisca Blez, riquísima pareja, propietaria de la productiva hacienda San Alejandro, con dotación de 18 esclavos; dueña, además, de otros sirvientes domésticos, de una gran tienda mixta, de quitrines, amplio y costoso mobiliario, joyas, de gran suma de efectivos y de 9 casas rentadas, sin incluir la que vivían, donde vio la luz Juan Bautista, el 24 de junio de 1806, justo al lado de la natal del gran bardo cubano, primer lírico de América, José María Heredia y Heredia.
Durante su niñez, su pubertad y su adolescencia, Sagarra Blez cursó sus estudios en el Seminario de San Basilio el Magno –primero de nivel superior en la ciudad-, cuando las reformas (físicas y de sus programas de estudio) hechas por el arzobispo Joaquín de Osé y Alzúa en el plantel, ya venían rindiendo sus frutos. Los continuó en el Seminario de San Carlos en la Habana, donde fue alumno –y a todas luces amigo- del sabio educador don José de la Luz y Caballero, y de donde egresó como bachiller.
Graduó de Licenciado en Derecho en 1830, en la Audiencia de Puerto Príncipe (Camagüey), y de inmediato retornó a su patria chica, donde fue nombrado protector de los pueblos indios de El Caney y Jiguaní, revisor para el Rey de obras, estampas y otros impresos que se introdujesen  en Santiago de Cuba, censor de periódicos y –lo más importante para él- presidente de la Comisión de Educación de la Real Sociedad Económica de Amigos del País (de la que llegó a ser secretario, en 1833), socio correspondiente de la RSEAP de la Habana y catedrático de Filosofía del Seminario de San Basilio el Magno, hasta 1837, en que tuvo que huir de la ciudad, por su participación en el movimiento liberal del general Manuel Lorenzo, y, más tarde, de Agrimensura Legal en el propio colegio.
Nueve años –desde los 21 de edad- llevaba ya Juan Bautista haciendo el prólogo de su portentosa obra para impulsar el progreso de su jurisdicción; desde marzo de 1828, cuando, en carta a su maestro y amigo Luz y Caballero, revela los ideales propósitos comunes de avance de sus respectivas localidades, que le unen a este, al camagüeyano Gaspar Betancourt Cisneros, al catalán (matancero y habanero por adopción) Tomás Gener, y el insigne bayamés José Antonio Saco, y, en tal sentido, nos deja ver sus afanes para estudiar la obra del barón Alejandro Humbolt, y aplicarla al desarrollo de los recursos naturales de Santiago de Cuba; sus diligencias en la difusión, dentro de la ciudad, de la poesía de Heredia y de El Mensajero, de Saco.
Tras lamentarse –sin desear su presencia en otro sitio- de estar en Santiago de Cuba, “donde el nombre de las ciencias naturales ni se conoce”, dejó ver a su ilustre preceptor sus intenciones de realizar y promover investigaciones de los minerales del este de Santiago de Cuba, a fin de descubrir medios para mejorar las plantaciones, los ingenios (incluidas sus maquinarias) y encontrar “otros canales de riqueza” del territorio.
“Tantas son las ideas que se me ocurren en estos momentos que molestaría Ud. demasiado si quisiera decirlas todas.”
Animador pionero –y sobradamente entusiasta- de las ciencias y de la investigación en Santiago de Cuba, comprendió que ese camino, y el de todo el progreso regional, pasaban por la educación, a cuyo objetivo dedicó su talento brillante, su inagotable energía y su peculio.
Desde 1839, concretamente, desplegó un colosal esfuerzo educativo en la ciudad, con el que rebasó ampliamente cualquier otro llevado a cabo en Cuba anteriormente, tanto en el aspecto cuantitativo como en sentido cualitativo. Así fue: a partir de 1839, entre otras escuelas, fundó –con un programa de estudio elaborado por él- la primera escuela de niños pobres de la RSEAP en la ciudad, para blancos, pardos  y morenos; a la que seguiría otra similar, meses más tarde.
En 1840 -ocho años antes que El Salvador, de su maestro Luz y Caballero-, promovió una sociedad anónima para la creación del Colegio Santiago (escuela de enseñanza primaria elemental y superior, así como de secundaria), cuyos estudios comprendía: Aritmética Superior, Álgebra, Geometría, Trigonometría, Dibujo Lineal, Teneduría de Libros, Filosofía (con curso aprobado por la Universidad de la Habana), Español, Literatura, Latín, Francés, Inglés, Dibujo Natural, Música, Baile y Florete; ejemplo, pues, de educación polifacética, a cargo de un selecto y reputado claustro, compuesto por experimentados profesores españoles, venezolanos, colombianos, franceses y santiagueros, cuyo primer director fue el propio Juan Bautista Sagarra Blez.
Promovió el surgimiento de otras escuelas primarias, o dio su respaldo a las que aparecieron por otras iniciativas, y fundó más: una escuela de tipografía, que vino a dar respaldo a una verdadera explosión de publicaciones en la jurisdicción; en 1857: la Escuela General Preparatoria, para la formación de maestros de obras y de agrimensores, de la cual fue su único director, con programa de estudio parecido al del Colegio Santiago, pero con mayor énfasis en las Matemáticas, la Física y la Química, “[…] a las que todavía no habéis querido consagrarse con entusiasmada y detenida predilección, porque aún no alcanzáis [a ver] las ventajas inmensas que ofrecéis”.
Por lo que había hecho hasta entonces Sagarra, en 1859, ante notable concurrencia de autoridades, profesores, educando y familiares de estos, con un sentido, no de cumplido –que no había razón para eso en ese acto habanero-, sino de plena rectitud, José de la Luz y Caballero dijo: “[...] a veces [...] se me cita como el más entusiasta de la enseñanza; justicia es decir, que en Santiago de Cuba hay una antorcha que ilumina con rayos más luminosos: hablo, señores, de mi querido amigo Don Juan Bautista Sagarra.”
 Aún después de tan elevado justiprecio, en 1860, Juan Bautista incluyó en su escuela la novedosa cátedra de Telegrafía Eléctrica, y, en 1864 -además de dar su poderoso apoyo al surgimiento del Instituto de Segunda Enseñanza de la ciudad-, transformó su notable  Escuela General Preparatoria en Escuela Profesional, para la formación de agrimensores, aparejadores (especie de auxiliares de arquitectos) y maestros de obras, y de la que él también fue su director y profesor de Agrimensura Legal.
Alentó la fundación de escuelas de artesanos –luego prohibida por las autoridades-, para la superación general de este elemento trabajador; así como también las escuelas de niñas y señoritas, lógicamente, con su visión de época; masificó la promoción de preceptores con el empleo de los alumnos ayudantes, entre aquellos de elevados rendimientos y vocación de magisterio, así como también el método experimental en las escuelas.
Escribió numerosas obras de muy variadas índoles; tales como: Gramática Castellana, Nociones de Química, Tratado de Geografía de Cuba, Colección de voces poco usadas, Silabario de los niños, Miscelánea infantil, Salterio infantil, Pasatiempo, y otras de sentido patriótico y moralista: Dioscoride el huérfano, El padre y los hijos, Leyendas bíblicas, Apreciaciones sobre la moral cristiana y Clamores del tío Domingo. También: Nociones de agricultura, industria y comercio y muchas más…
De esas obras suyas, son estas máximas apreciables para todos los tiempos:
-El verdadero huérfano es el que no tiene educación-
-No os diré que todos los hombres son iguales, porque es mentira, y porque no son las quimeras las que aprovechan, sino las realidades. Pero, en cambio os diré cómo conseguiréis la verdadera y posible igualdad: […] con el trabajo, la instrucción y la virtud.”
Sabio, honrado, virtuoso, Sagarra tiene algo más por lo que los hijos de esta ciudad, especialmente, no sólo no debemos olvidarlo nunca, sino por lo que debemos tenerlo presente siempre: su pasión por esta tierra y por su gente:
“Cuba y los cubanos, he aquí los ídolos de mi altar [...] amo la Isla de Cuba por cuya felicidad hago constantes votos, pero este pequeño recinto que se llama Santiago de Cuba [...] es el objetivo favorito y constante de mis pensamientos.”
Y al que, consecuentemente, dedicó todo su empeño, su inteligencia y su fortuna, hasta su sentida muerte, el 29 de mayo de 1871, de hidropesía de pecho, según dictamen médico de entonces.








 

1 comentario:

  1. Manuel Fernández Carcassés15 de agosto de 2012, 3:26

    Joel
    El trabajo sobre Sagarra no es sólo oportuno, sino muy necesario pues con frecuencia se le ignora, lo cual es una gran injusticia.
    Saludos desde Angola
    Manuel Fernández Carcassés

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