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sábado, 19 de noviembre de 2011

Un mensaje irreverente, harto grosero


Refutando un dolo reciente
sobre Mariana Grajales Cuello

Con sospechosa persistencia, un mensaje sobre Mariana Grajales Cuello –Mariana Maceo, para los países de habla inglesa- se está haciendo presente últimamente en no pocas “pc” cubanas y de otros lares, supongo…
Por lo pronto, son ya muchas las personas -entre historiadores,  periodistas y amigos tocados en su curiosidad- que nos han contactado con el fin de saber si el correo de marras -atribuido a un denominado sitio “La Cuba Religiosa en la Red”- responde a la verdad o no; o saber, cuando menos, nuestra opinión acerca de las siguientes aseveraciones:
-Que los restos de Mariana Grajales Cuello fueron exhumados el pasado 24 de septiembre, en el cementerio Santa Ifigenia, de Santiago de Cuba, por decreto de la Arquidiócesis de esta provincia, después de dos años de trámites y gestiones entre el Vaticano y el gobierno cubano.
-Que, tras su fallecimiento, el 27 de noviembre de 1893, en Kingston (Jamaica), fue enterrada en dicha ciudad [En el cementerio católico de esa urbe, agregaríamos nosotros], donde permaneció sepultado su cadáver por espacio de 30 años, hasta que, en abril de 1923, fue conducido al campo santo santiaguero.
-Que, al proceder al desenterramiento en Jamaica, “su cuerpo se encontraba totalmente incorrupto”, por lo que “se le pidió al entonces presidente de la república Alfredo de Zayas y Alfonso interceder con El Vaticano, pero éste se negó, alegando que 30 años no eran suficientes para denominar de milagro el que el cuerpo se encontrase perfectamente conservado.
-Que, ahora [Tras 118 años de fallecida, y a 88 de su segundo enterramiento, precisamos] los presuntos autores de la referida segunda exhumación, en el cementerio de Santa Ifigenia, se encontraron con que el cuerpo de Mariana Grajales Cuello se encontraba en perfecto estado de conservación; quiero decir: como si no le hubiese pasado el tiempo.
-Que un cuerpo incorrupto de tal forma se considera un milagro, y que una tal Carmen Soler, supuesta vocera de la Archidiócesis santiaguera, informó que ya está en proceso una evaluación del caso por el Vaticano, a la vista de tal “milagro”…
-Así pues, que de cumplirse todos los requisitos [¿?], Mariana Grajales Coello se convertiría en la primera santa cubana.
SOBRADOS GAZAPOS
Los dislates de esta nota del presunto sitio “La Cuba Religiosa en la Red” son muchos y, evidentemente, dolosos, en su inmensa mayoría.
Es forzoso advertir – no obstante parecer fácil obviedad, que no lo es para quienes no son muy duchos en la historia de las guerras de independencia de Cuba, ni muy conocedores de la cronología de la primera contienda (de 1868 a 1878)-, primero: que el fin de la Guerra Grande no precedió al Pacto del Zanjón, sino al revés; segundo: que Antonio Maceo no recibió un indulto, propiamente dicho, sino permiso del Gobierno español (el 8 de mayo de 1878) para salir al exterior, sabedor este –aunque convencido de su imposibilidad material- de que el jefe rebelde iba de comisión del gabinete provisional cubano en busca de apoyo para continuar la lucha; tercero: que las familias de los jefes insurrectos –incluida la de Maceo- sí recibieron indultos, desde abril de ese año 78, pero que Mariana no fue para Jamaica, sino que quedó viviendo en Santiago de Cuba, como he demostrado documentalmente en artículo publicado en el periódico Sierra Maestra.
Ahora, vayamos con los dolos por parte:
1.- Resultan falsos, a todas luces, los supuestos “trámites y gestiones”, por dos años, entre el Vaticano y el gobierno cubano (2009-2011), lo mismo que un presunto decreto de la Archidiócesis de Santiago de Cuba dictado para el desenterramiento de Mariana Grajales Cuello, a tenor de que:
a) El cementerio de Santiago de Cuba es entidad laica desde fines del siglo XIX, y propiedad del Estado cubano, bajo administración del gobierno del país, el cual no precisaría de autorización para realizar un acto como ese.
b) Mariana Grajales Cuello –aunque fiel devota y practicante católica- no era una personalidad eclesiástica, en ningún sentido, que hubiese podido determinar una intervención del Vaticano, o de la Archidiócesis del territorio, en un caso como ese, o al gobierno cubano –aunque fuese por deferencia- ceder tal prerrogativa.
2.- Que -aparte de ser desconocida la aludida gestión del gobierno de Zayas ante el Vaticano, en 1923- es absolutamente contradictorio el hecho de que la propia nota considere que factores naturales hayan incidido en la entonces presunta conservación del cuerpo –“que no era el primer caso conocido de un cuerpo preservado en su totalidad en dicho cementerio”- y, a la vez, ya se le haya dado al supuesto hecho la categoría de “milagro”.
3.- Que por lo mismo, pese a que se pudiera considerar –si fuese real- algo poco común, el mantenerse un cuerpo incorrupto por 118 años no significa que sea por una acción de origen divino, o que no sea explicable por las leyes naturales, pues, se sabe que casos iguales a ese atribuido al cadáver de Mariana se han conservado a causa de factores físicos, ambientales y hasta por efecto de la ingestión habitual de determinados medicamentos; de modo que no puede ser considerado obra de un milagro.
4.- Que, incluso, suponiéndolo tal -sin serlo, en verdad-, eso no daría razón ninguna para que Mariana fuese  declarada “santa” por la iglesia católica, pues ese acontecimiento –nada verídico, repetimos- no constituiría, en sí, uno de los varios requisitos que se deben cumplir para que un mortal humano pueda ser venerado por los católicos universalmente.
5.- Que, según se puede comprobar, no existe ninguna persona con el puesto de “vocero” de la Archidiócesis de Santiago de Cuba, como tampoco existe en esta entidad, incluso, la mencionada Carmen Soler
6.- Que ni funcionarios administrativos ni historiadores de la necrópolis de la capital oriental de Cuba han corroborado –más bien desconocen- las afirmaciones sobre la exhumación del cuerpo de Mariana, el pasado 24 de septiembre, como tampoco antes o después.
7.- Que resulta adicionalmente indicioso de la falsedad de esa versión, el que, en el presunto desenterramiento de los restos de Mariana Grajales Cuello, no hubiere presencia de autoridad partidista y gubernamental alguna de Cuba, ni cobertura periodística consiguiente, a lo que debería haber sido tan importante suceso, el cual, por tanto –sólo dando remota suposición de que hubiese sucedido-, se habría realizado en absoluto secreto, sin que nada ni nadie lo justifique; acto al que, por cierto, sólo tuvo acceso -¡vaya otra rareza!- el desconocido e increíble sitio “La Cuba Religiosa en la Red”.
Otra cosa: si bien es cierto que el 24 de abril de 1923 fueron inhumados los restos de Mariana en el cementerio de Santa Ifigenia -tras gestión de repatriación por parte de personalidades santiagueras, del consiguiente popular recibimiento y de su velatorio en el Ayuntamiento de la ciudad, que el autor (o autores de la nota) no señalan-, son varias las fuentes que al reseñar las honras fúnebres y última inhumación de Mariana en Santiago de Cuba, ese día, no sólo no hablan nunca de cadáver conservado, sino, por el contrario, como lo escribe Nidya Sarabia, en su libro Historia de una familia mambisa: Mariana Grajales: “En una urna fueron depositadas las cenizas mientras se mantuvo en capilla ardiente en la casa Consistorial”.
Resumidas las cuentas: el mensaje de “La Cuba Religiosa en la Red” se me antoja –ni más ni menos- una tomadura de pelo, irreverente, harto grosera, que en oculta identidad esconde, también, su leit motiv…
Mariana Grajales Cuello no fue, no es -ni tiene por qué ser-otra cosa que lo que fue y es: una mujer de virtud y fe, la matrona fructuosa de una pléyades de héroes sin cuento; grande y auténtica heroína, ella misma, de nuestras luchas por la abolición de la esclavitud y la independencia nacional y -con la aquiescencia de su pueblo, pues- la Madre de la Patria.
 

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